En unos días voy a debatir en la University Philosophical Society of Trinity College en Dublín.
Trinity se fundó en 1592. La Sociedad filosófica – mejor conocida como “Phil” es de cosecha más reciente. Sus raíces datan del siglo XVII.
Aquellos que me han precedido en este fórum incluyen a Alexis de Tocqueville y Bertrand Russell. Pero por otro lado, en años recientes también han sido invitados el meloso fanático George Galloway, David Irving que niega el Holocausto y la estrella porno Ron Jeremy.
El tema que debatiré será: “Esta casa cree que George W. Bush es un peligro para la estabilidad del mundo”. Los miembros de Phil probablemente me contactaron porque no podían encontrar a nadie en Europa que quisiera refutar públicamente esta idea ampliamente aceptada.
Y pensándolo bien, no estoy seguro que yo lo haga tampoco. Quizá el Presidente Bush sí pone en peligro la estabilidad. Pero ¿es en realidad la “estabilidad” el objetivo que las personas libres deben perseguir?
El mundo no ha experimentado mucha estabilidad en tiempos modernos. Pregúnteles a yugoslavos, soviéticos, otomanos o austrohúngaros. El siglo XX ha sido un período de batallas encarnizadas debido a que los movimientos totalitaristas – fascismo, nazismo, militarismo japonés y comunismo – buscaban acabar con el experimento democrático.
Había en ese tiempo, como ahora, muchos que se oponían a esos conflictos y exhortaban a la capitulación preventiva. Recordemos que el 9 de Febrero de 1933, la Oxford Union aprobaba la resolución que decía “Esta Casa se niega bajo ninguna circunstancia a pelear por el rey o el país”.
Oír eso debe haber alentado a Hitler. Justo unos meses después empezó a quemar libros en Berlín. Con la notable excepción de Winston Churchill, la mayoría de europeos estaban menos indignados que intimidados – no tenían ganas de poner en peligro la “estabilidad” que vino después de la primera guerra global. El resultado: En menos de una década la mayor parte del continente estaba bajo la bota de Hitler.
Para los de fuera, Medio Oriente puede haberles parecido estable antes de que George W. Bush asumiera su cargo. En realidad, ha sido por largo tiempo una región en la que la gente necesita los derechos humanos básicos y donde la vasta riqueza del petróleo la disfrutan las clases dirigentes mientras las masas soportan una pobreza demoledora.
Preservar el espejismo de la estabilidad de Medio Oriente ha significado permitir a Siria que ocupe el Líbano y dejar que los mulás extremistas desarrollen armas nucleares sigilosamente.
Un libro recientemente publicado en Francia, “El libro negro de Saddam Hussein” saca como conclusión que lo que parecía estabilidad en Irak encubrió la toma de un millón de vidas y la creación de más de 4 millones de refugiados.
Por décadas, y mientras el petróleo fluyó, ha sido conveniente hacerse de la vista gorda cuando los musulmanes masacran musulmanes (por ejemplo en la campaña de Anfal, 180.000 kurdos muertos) o cuando los árabes matan árabes (por ejemplo Hama, más de 20.000 sirios asesinados) para ignorar la expansión de agresivas ideologías totalitarias a través de Medio Oriente y más allá, llegando a África, Asia y rincones de Europa.
Aún cuando los terroristas atacan, les respondemos débilmente. Cómo debe haberlos alentado eso.
Los conflictos son a veces inevitables – la demora sólo asegura que serán más dolorosos cuando estallen. La Segunda Guerra Mundial no habría sido tan costosa – en realidad podría no haber sucedido – si se hubiese desafiado a Hitler en 1933 o poco después.
En retrospectiva, ¿fue una sabia decisión dejar a Saddam en el poder en 1992 después que trató de borrar del mapa a una nación entera? Y si, en lugar de derrocar a Saddam en 2003, hubiésemos aplazado el conflicto, ¿el resultado habría sido mayor estabilidad o más bien algo como lo que pasó como consecuencia de evitar un enfrentamiento con Osama bin Laden durante los años 90 cuando sabíamos bien que estaba entrenando a miles de terroristas para que vinieran en busca de nosotros?
Por décadas, el deseo por la estabilibidad nos ha llevado a apoyar no a los árabes y musulmanes que defienden la libertad y la democracia, sino a sus opresores. Eso llevó a concluir a muchos en Medio Oriente – con alguna razón – que no tenían a quien acudir excepto a los fascistas islámicos.
Así es que quizá el asunto que Phil debería estar debatiendo no es si el Presidente Bush pone en peligro la estabilidad sino más bien si el temor al cambio puede ser el peligro más grande de todos.