El mes pasado, el presidente Obama anunció el nombramiento de Rashad Hussain como embajador de Estados Unidos ante la Organización de la Conferencia Islámica (OCI). Vía vídeo, Obama explicó a los asistentes de algo llamado el Foro Estados Unidos-Mundo Islámico en Doha, Qatar, que Hussain no sólo era un "abogado de éxito y hombre de confianza de mi personal en la Casa Blanca" sino también un "hafiz" – un musulmán que se ha memorizado todo el Corán.
Eso me trajo a la memoria lo siguiente: Cuando George Shultz era secretario de Estado durante la presidencia de Ronald Reagan, solía llevar a los nuevos embajadores a su oficina donde tenía un gran globo terráqueo. "Muéstreme el país que usted representará" decía Shutlz. La mayoría de las veces, los diplomáticos hacían girar el globo y lo detenían para indicar Botswana, Bután, Brunei o el país que se convertiría su nuevo hogar durante los próximos años. Shultz sacudía la cabeza y decía: "No, usted representará a Estados Unidos. Trate de recordar eso".
La controversia por el nombramiento de Hussain, de 31 años de edad, se ha centrado en los comentarios que éste hizo respecto al juicio de Sami al-Arian, un catedrático de la universidad del Sur de la Florida: Él lo denominó una "persecución políticamente motivada". Al-Arian había sido acusado de ayudar al movimiento Yihad Islámica palestina, una organización designada como terrorista. Al final, se confesó culpable de conspiración.
Hussain les ha dicho a los periodistas que él condena el terrorismo "inequívocamente en todas sus formas". Dice haber escrito extensamente sobre terrorismo y que con gusto pondría sus escritos a que se comparen con "una oración de 2004 que creo que se sacó fuera de contexto".
Por tanto, dejemos de lado esa controversia y pensemos en que la OCI al menos merece el mismo escrutinio. Esta organización es la entidad mundial más poderosa de la que la mayoría de americanos nunca ha oído hablar. Aduce contar con "57 países miembros repartidos por 4 continentes" lo que la convierte en la organización intergubernamental más grande del mundo después de la ONU y donde, en los últimos años, ha sido el actor con mayor poder. Entre las preguntas que deberíamos estar haciendo están: "¿Tiene sentido que Estados Unidos tenga un embajador ante la OCI – o en cualquier coalición de gobiernos basados en la solidaridad religiosa? Si es así, ¿qué mensaje debería portar ese enviado?
Es revelador echarle un vistazo a la página web de la OCI. Hace pocos días incluyó en su página un comunicado protestando contra Suiza por el asunto de los minaretes y también hay otras cosas como lo que llama "agresiones israelíes", una condena "por publicar nuevamente la polémica caricatura del profeta Mahoma... por el artista sueco Lars Vilks… como reacción a la supuesta trama de asesinar al dibujante" y bastantes cosas más sobre "islamofobia".
Pero no hay mucho sobre terrorismo aparte de una declaración de Ekmeleddin Ihsanoglu, el actual secretario general de la OCI, aleccionando de que "sería un desafortunado error de juicio creer que el islam está ligado al terrorismo, que es intolerante con otras creencias religiosas, que sus valores y prácticas no son democráticas, que favorece la opresión de la libertad de expresión y que socava los derechos humanos".
Quizás es relevante observar que el OCI tiene su oficina principal en Yeda, Arabia Saudita – una nación que otorga pocos derechos a las mujeres, ningún derecho a los no-musulmanes y que discrimina sin vergüenza alguna contra su minoría musulmana chiíta.
Ihsanoglu no se ensucia las manos con los hechos. Más bien afirma que: "La islamofobia es una manifestación de discriminación racial". ¿El islam es una raza?
También le ha escrito una carta al presidente Obama en la que afirma que la OCI ha estado "a la vanguardia de la lucha musulmana contra el terrorismo". Pero no respalda sus afirmaciones con ejemplos. En su lugar, habla de lo que ve como "las causas del terrorismo" que incluye "las privaciones, la pobreza, la deseperación, y lo más importante, la injusticia política".
Y claro uno se pregunta: ¿Qué están haciendo Arabia Saudita, Irán, Libia y otros miembros de OCI para eliminar estas lacras en países con mayoría musulmana y mucho más aún en lugares como África? ¿Y cómo es que la gente en Occidente podría convencer a los que practican o están contemplando practicar el terrorismo de que estamos haciendo todo lo posible para corregir lo que ellos consideran "injusticia política"? Y si uno percibe "injusticia política" por ejemplo en el tratamiento de los cristianos en Pakistán o cómo oprimen a los bahai en Irán, ¿justificaría eso el terrorismo contra los ciudadanos de esos países?
La verdad, por supuesto, es que ligar el terrorismo a las características de la condición humana es un argumento que ha persistido durante milenios y es poco probable que desaparezca pronto; el secretario general de la OCI no está luchando contra el terrorismo, lo está justificando.
La OCI, en otro ejemplo evidente de doblepensar, en su Declaración del Cairo de Derechos Humanos en el islam de 1990, afirma que "todos tienen derecho a expresar su opinión libremente pero de forma que no sea contraria a los principios de la sharia". Varias naciones con mayorías musulmanas gobiernan usando la sharia o ley islámica. Ninguna protege la libertad de expresión – menos aún la de aquellos que critican el islam, el Corán y a Mahoma – ni tampoco a los gobernantes de esas naciones bajo la sharia.
"Está claro que no vamos a estar de acuerdo en cada tema en particular" ha dicho Hussain. "Nuestra labor será intentar aprovechar al máximo los puntos de acuerdo y limar asperezas en los que no estamos de acuerdo para así alcanzar el mejor resultado".
Se podría decir que el trabajo de Hussain va más allá. Como que debería estar enarbolando con fervor la bandera de los valores democráticos como la libertad y los derechos humanos, incluso para las mujeres y los no-musulmanes. Sería alentador ver cómo le planta cara a una organización claramente dedicada a aumentar el poder musulmán y a expandir el dominio musulmán a expensas de Estados Unidos y Occidente.
Que Hussain se haya memorizado el Corán es impresionante. Lo que queda por ver es si está igualmente familiarizado con la Constitución de Estados Unidos y si puede cumplir con la defensa de las ideas aún revolucionarias que los documentos fundacionales de Estados Unidos encierran. Como habría dicho George Shultz: Él estará representando a Estados Unidos. Debería tratar de recordarlo.