"Soy muy optimista respecto a Irak. Quiero decir, éste podría ser uno de los grandes logros de esta administración". Los comentarios del vicepresidente Joseph Biden en el programa de Larry King de la CNN provocaron toda una conmoción por una razón obvia: Cuando Biden y Obama eran senadores, los dos se opusieron al aumento de tropas que evitó la derrota de Estados Unidos en Irak. Hay que tener mucha cara dura para ahora venir a decir que el éxito de la estrategia es obra suya.
Pero hay un punto menos obvio y más significativo que no estamos tomando en cuenta: Puede que Irak termine siendo el logro de nadie. Puede resultar siendo un éxito militar transformado por los políticos y los diplomáticos en un fracaso bipartito. Los recientes acontecimientos en Irak son siniestros. La administración Obama no los está abordando con eficacia. Y los críticos conservadores de la administración Obama están llamativamente callados al respecto.
Robert Dreyfus, periodista de izquierdas con el cual raramente estoy de acuerdo, escribe para The Nation, una publicación de la extrema izquierda que por lo general hace que se me pongan los ojos en blanco. Pero en su blog, Dreyfus señala correctamente que mientras avanza la campaña para las elecciones del 7 de marzo en Irak, se ha prohibido la participación de cerca de 500 candidatos por supuestos vínculos con el Partido Baaz según el Consejo de Justicia y Transparencia, "un panel no electo que dirige Alí al-Lami, un terrorista ligado a Irán".
Entre los excluidos están "los candidatos 2 y 3 de la lista del bloque principal de la oposición, el Movimiento Nacionalista Iraquí, que es liderado por el ex primer ministro Iyad Alaui [chiíta laico]. Dos miembros del partido de Alaui ya han sido asesinados durante la campaña.… Muchos observadores creían que Alaui tenía posibilidades creíbles de ganar suficientes votos para liderar un gobierno de coalición después de las elecciones, pero éste ha suspendido su campaña… muchos líderes suníes están hablando de un boicot".
La mayor preocupación aquí no es que la democracia iraquí sea bisoña y esté lejos de la perfección, eso ya se sabía. Lo preocupante es que, al parecer, los gobernantes yihadistas militantes de Irán están manipulando el proceso con toda impunidad.
La mayoría de iraquíes no quiere que Irán controle su país. La mayoría no quiere que se convierta en una satrapía iraní como Siria, país límitrofe por el oeste. La mayoría de iraquíes no quiere vivir como han estado viviendo los iraníes – bajo la bota de teócratas opresores y matonescos guardias revolucionarios.
Pero los iraquíes saben que las tropas americanas - la "tribu más fuerte" - se están yendo de Irak. Por el contrario, puede que los acosadores de Teherán se queden donde están. Los gobernantes de Irán pueden mandar dinero y armas. O ellos y sus traicioneros agentes pueden acabar matándolo a uno.
El que Alí al-Lami esté desempeñando un papel fundamental determinando quién y quién no puede participar en las elecciones es, o debería ser, motivo de alarma. En 2008, al-Lami fue detenido por las fuerzas americanas en conexión con "Grupos Especiales", una milicia patrocinada por Irán y sospechosa de haber volado un edificio municipal y de haber matado a 2 empleados del Departamento de Estado de Estados Unidos junto a 6 iraquíes más. Un "alto agente de inteligencia militar" le dijo a la Associated Press que había "múltiples informes corroborando" la participación de al-Lami.
Abdul Rahman Al-Rashed, el director general de la televisión Al-Arabiya, publicó recientemente un artículo en el diario internacional árabe, Asharq Alawsat, y llamó a al-Lami "el hombre a temer en Irak… Él le saca las garras a todo aquel que ose oponérsele y acusa a sus opositores de baazismo" incluyendo hasta al general David Petraeus "quién ha luchado contra los baazistas como nadie y si no fuera por Petraeus, al-Lami ni siquiera podría llegar a su casa en una sola pieza. Al-Lami acusó a Petraeus de baazismo (nunca antes había afirmado alguien semejante absurdo) y añadió que si el general Petraeus fuese iraquí se le habría procesado bajo la Ley de Desbaazificación".
En una entrevista concedida al periódico británico The Times, Petraeus señaló muy directamente que "el panel de al-Lami ha estado vinculado con la Guardia Revolucionaria de Irán". Y el martes, el general Ray Odierno, el comandante en jefe de las tropas estadounidenses en Irak, identificó a al-Lami como uno de dos políticos iraquíes "claramente… influenciado por Irán".
En gran parte fue gracias al llamado "aumento de tropas", ejecutado por Petraeus, Odierno y sus soldados, que se derrotó a al-Qaeda en Irak – el campo de batalla que Osama bin Laden consideraba más relevante que cualquier otro. Pero las milicias proxy de Irán también lucharon contra las tropas de Estados Unidos. Y muchos americanos han muerto por los artefactos explosivos fabricados en Irán y enviados a Irak para servir ese propósito.
Con todo, la contribución de Irán a la matanza en Irak se ha minimizado constantemente. Y es que destacarla habría llevado a la pregunta: "Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto?" Y la administración Bush no quiso hacer nada al respecto, al igual que la administración Clinton no quiso hacer nada respecto al papel de Irán en la matanza de soldados americanos en las Torres Jobar en 1996, al igual que la administración Reagan no quiso hacer nada respecto al envío por Irán de terroristas suicidas de Hizbolá para matar americanos en Beirut en 1983 y al igual que la administración Carter no quiso hacer nada respecto a la toma de la embajada americana en Teherán en 1979.
El ayatolá Jomeini, padre de la revolución islámica de Irán de 1979, concluyó: "¡Estados Unidos no puede hacer nada!" Esa frase la han repetido los gobernantes iraníes desde entonces.
El presidente Obama debe acabar con este patrón de apocamiento ante Irán. Debería demostrar que hay consecuencias por posibilitar la muerte de americanos, por patrocinar el terrorismo, por construir armas nucleares, por oprimir despiadadamente a los iraníes dentro de su propio territorio y por socavar el proceso electoral en Irak. Como mínimo, Obama debería retrasar el ritmo con el que se están retirando las tropas americanas en Irak e imponer sanciones serias – al estilo de la legislación aprobada recientemente por la Cámara de Representantes y el Senado.
Pero Biden no dijo nada sobre sanciones a Larry King. En vez le dijo a King (y a cualquier iraní que pudiera escuchar): "Verán que a final del verano regresarán a casa 90,000 tropas americanas". Y el vicepresidente agregó: "Veremos un gobierno estable en Irak que está camino de ser un gobierno representativo. He estado allí 17 veces ya. Voy cada dos, tres meses. Conozco a cada uno de los actores importantes en todos los sectores de esa sociedad. Me han impresionado. Y me ha impresionado ver cómo han decidido utilizar el proceso político en lugar de las armas para resolver sus diferencias".
Es cierto que Biden ha visitado Irak con frecuencia y allí ha hablado contra la exclusión forzada de candidatos que no le gusten a Teherán. Pero también es cierto que podría haber estado hablando con la pared.
Irak sigue siendo lo que ha sido: una nación clave en el corazón de Oriente Medio. Biden podrá pensar que él y su administración han conseguido algo allí. Puede que Obama vea Irak como una distracción de la guerra contra "el verdadero enemigo" en Afganistán. Puede que los conservadores vean Irak como un éxito que Obama heredó de la administración Bush – y que por lo tanto ya no es su problema.
Todos estos enfoques son incorrectos. Sería una cruel ironía, por no decir una derrota terrible, si los sacrificios que los americanos han hecho fueran a dar por resultado final un Irak dominado por el líder supremo iraní Alí Jamenei y el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, enemigos de Irak, de la libertad y la democracia, y empeñados en lograr un "mundo sin Estados Unidos".
¿Por qué Biden y Obama no reconocen eso? ¿Y por qué sus críticos no son más críticos por no reconocerlo?