El otro día hablando en la conferencia anual del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos, el vicepresidente Joe Biden dijo: "Israel tiene que esforzarse por la solución de 2 estados".
Y añadió: "A ustedes no les va a gustar lo que voy a decir", pero el estado judío no debería construir más asentamientos en territorio palestino y debería "desmontar los puestos de control existentes y permitir la libertad de movimiento a los palestinos".
En realidad, es dudoso que a mucha gente entre ese público le disgustaran – o que siquiera estuviera en desacuerdo con – las admoniciones de Biden. Lo mismo se puede decir de Israel donde las encuestas han mostrado durante años un amplio apoyo al sueño de un estado judío y un estado árabe palestino viviendo en paz y aspirando a la cooperación mutua, por no decir amistad. En cuanto a desmontar los asentamientos y renunciar a territorio – un producto que el pequeño Israel no tiene en abundancia – los israelíes han demostrado en varias ocasiones que están preparados para hacer importantes concesiones.
En 1982, a cambio de un tratado de paz con Egipto, Israel retiró a todos sus soldados y colonos del Sinaí, un territorio que es casi el triple del tamaño de Israel. En 2005, Israel desmontó cada asentamiento y cada puesto fronterizo en Gaza. El Sinaí y Gaza, debe recordarse, se ocuparon como consecuencia de una guerra puesta en marcha por Egipto – una de las varias guerras emprendidas por vecinos árabes de Israel con el objetivo de borrar a Israel del mapa.
El resultado del éxodo israelí de Gaza, como bien dijo el columnista Charles Krauthammer recientemente, es que los palestinos "ya tienen un estado". Y apuntaba que el problema es que se trata de "un estado terrorista que ha estado en guerra contra Israel desde el día que los israelíes se fueron de allí".
Los palestinos en Gaza han elegido a Hamás para que los gobierne. Hamás es una organización islamista militante que los mulás de Irán financian y a la que le dan órdenes. Su ideología religiosa es prácticamente imposible de distinguir de la de los talibanes y la de al-Qaeda. Está librando lo que ellos llaman una yihad para exterminar a Israel. Ésa es su contribución a la revolución islámica global y radical contra infieles y musulmanes moderados. De hecho, todo esto es una realidad y no una conjetura. Los líderes de Hamás lo dicen de forma inequívoca. La Carta Fundacional de Hamás es bastante honesta al respecto.
Por ejemplo, el artículo 11 dice que cada centímetro de Israel está "consagrado para las futuras generaciones musulmanas hasta el día del Juicio Final. Este territorio, o cualquier parte de él, no deberá dilapidarse: No se deberá renunciar a este territorio o cualquier parte de él". El artículo 13 dice que: "Las iniciativas, las llamadas soluciones pacíficas y las conferencias internacionales van en contra de los principios del Movimiento de Resistencia Islámica. … No hay solución para el asunto palestino excepto vía yihad". El portavoz de Hamás, Fawzi Barhoum, ha rechazado específicamente "la solución de los 2 estados … porque representa un reconocimiento claro de Israel". El funcionario de Hamás Mahmud Zahar ha indicado que: "Nosotros no reconocemos al enemigo israelí, ni su derecho a ser nuestro vecino, ni de quedarse, ni su propiedad de ningún centímetro de tierra".
¿Qué puede hacer Israel para lograr la paz con aquellos que sostienen semejantes puntos de vista y ven un compromiso de otros palestinos no sólo como un error sino como apostasía? ¿Qué puede hacer Estados Unidos para facilitar un proceso de paz bajo tales circunstancias? Nadie lo sabe. El presidente Bush y sus enviados para el proceso de paz no lo sabían. El presidente Obama y sus enviados para el proceso de paz no lo saben.
Lo que por ahora deberíamos saber, sin embargo, es lo que funciona y lo que no funciona: Apaciguamiento; fingiendo que Hamás y los líderes de Irán no quieren decir lo que dicen; autoengañándonos en la creencia de que si nosotros preferimos vivir en paz, nuestros enemigos también querrán lo mismo (si solo diéramos solución a sus "legítimos agravios"); negándose a reconocer que recompensar el extremismo y el terrorismo es apostar a perdedor.
La próxima semana, el nuevo primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, viene a Washington para visitar al nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Se pondrán de acuerdo sobre los objetivos pero es probable que discrepen marcadamente sobre cómo lograrlos.
Se espera que Obama señale que en este momento hay una oportunidad única para que Israel encuentre cosas en común con los vecinos árabes que están asustados con la perspectiva de un Irán creciente y ávido de poder (léase: no árabe), imperio chiíta (léase: no sunní). Obama agregará que para poder aprovechar esta circunstancia hace falta rebajar el ardor del frente palestino.
Creo que Netanyahu le dirá que Israel no puede estar haciendo concesiones tangibles continuamente a cambio de promesas vacías a las que les siguen atentados terroristas. Sí, es cierto que Israel debe "esforzarse por la solución de 2 estados" pero reconociendo que tener 2 estados no es ninguna solución si uno de ellos busca el exterminio del otro.
Netanyahu aún podría agregar que mientras Hamás tenga poder en Gaza y siga ganando terreno en la Margen Occidental, mientras la república islámica iraní siga respaldando a Hamás y a Hizbolá, manejando a Siria, fortaleciendo su poder en el Líbano, patrocinando el terrorismo y desarrollando armas nucleares, la paz seguirá siendo tan esquiva como un espejismo en el desierto de Judea – que Hamás también reclama. Puede que a Joe Biden no le guste que Netanyahu diga eso; pero por otra parte, él podría terminar reconociendo que suena bastante convincente.