Las recientes elecciones en Irak han sido un bálsamo para el alma. Los observadores independientes estuvieron de acuerdo en proclamarlas como libres, justas y válidas. Los iraquíes votaron menos por partidos sectarios y más por candidatos individuales. A los extremistas no les fue bien. Sunníes, chiítas y kurdos participaron en masa. Irak es hoy – al menos por ahora – más libre y democrático comparado con casi cualquiera de sus vecinos de Oriente Medio. Puede que los que piensan que los árabes son incapaces de tener un gobierno decente hayan estado equivocados.
Todo esto es muy alentador para gente como yo que cree que la libertad debe avanzar o batirse en retirada y que los americanos tienen un interés vital en cómo marche el destino global. Pero aún más importante es el hecho de que las terceras elecciones nacionales en Irak desde 2005 han sido un enorme desastre para al-Qaeda y los subsidiarios de Irán en Irak. Sus fuerzas han sido diezmadas – las tropas de Estados Unidos lideradas por los generales David Petraeus y Ray Odierno se han encargado de ello. Los terroristas no pudieron ejercer ni su influencia ni su intimidación sobre grandes masas de votantes. Tampoco pudieron perpetrar sus atentados terroristas para entorpecer las elecciones. (Por el contrario, hace 4 años hubo casi 300 atentados terroristas durante las votaciones).
Cuando se frustran las ambiciones de los enemigos jurados de Estados Unidos en cualquier parte del mundo, eso cuenta como una batalla ganada. Eso no garantiza la victoria en el conflicto más amplio contra los islamistas militantes. Sin embargo, permite que el ejército de Estados Unidos que dismunuya sus operaciones en Irak más rápidamente de lo que sería el caso si las condiciones en el terreno no hubieran mejorado.
Los iraquíes se están responsabilizando cada vez más de su propia seguridad y las tropas americanas los asisten con apoyo estratégico y logístico así como con entrenamiento avanzado. Según los planes y acuerdos actuales, las tropas americanas de combate estarán fuera de las ciudades de Irak en este verano y fuera del país antes de 2011. Lo que yo creo es que el presidente Obama se enfrentará a aquellos en la izquierda que lo están presionando para que retire las tropas de forma más precipitada. Es cierto que él prometió sacar las tropas de Irak en un plazo de 16 meses de acceder a su cargo. Pero él también prometió una retirada "responsable y por fases". Las dos promesas nunca han sido compatibles como cualquier persona con conocimiento de la situación comprende.
Obama ha conservado a Robert Gates como Secretario de Defensa, al general Petraeus como jefe del Comando Central y al general Odierno como comandante en Irak. Podemos estar seguros que ellos le están aconsejando contra hacer cualquier cosa que ponga en peligro el progreso tan laboriosamente ganado. Si Obama no se tenía la intención de escuchar sus consejos, ¿para qué los dejó en sus cargos? Si sus iniciativas iban a verse minadas, ¿para qué se iban a quedar?
Mientras tanto, ellos y otros funcionarios del Pentágono también están aconsejando Obama sobre el tema de Afganistán. Según informes recientes, ellos están recomendando que la nueva administración limite sus objetivos – que Estados Unidos se concentre en eliminar los refugios de los talibanes y de al-Qaeda en Afganistán y en el vecino Pakistán, asegurándose de que ninguno de los dos países puede utilizarse como base terrorista. En el caso de Afganistán, analizándolo más ampliamente, la meta sería la estabilidad en lugar de la consabida práctica de la construcción de naciones democráticas.
Es difícil no estar de acuerdo con este enfoque porque siempre es mejor prometer menos y lograr más, en lugar de que suceda al revés (una norma que la administración Bush a menudo no lograba comprender).
En segundo lugar, acabar con los talibanes y al-Qaeda es una parte importantísima de los intereses estratégicos de Estados Unidos. Ayudar a impulsar un Afganistán libre, democrático y próspero es un proyecto lleno de muchos desafíos y de muy largo plazo.
Otra lección que ya deberíamos haber aprendido es que Estados Unidos no puede exportar democracia. Lo mejor que podemos hacer es apoyar a los demócratas donde los encontremos y cuando sean lo bastante audaces como para luchar por la libertad. Si no hay demócratas afganos serios, no habrá democracia afgana – no importa lo que hagamos. Pero si hay demócratas afganos serios, tenemos el deber de ayudarlos y eso está en nuestro propio interés.
Dicho esto, si según lo esperado, Petraeus desarrolla una estrategia de contrainsurgencia (COIN por sus siglas en inglés) para Afganistán – al igual que lo hizo en Irak, eso incluirá crear capacidades de autogobierno local y promover el desarrollo económico. Sin eso, no hay COIN.
En Irak se ve el cambio y en Afganistán tenemos la ilusión del cambio – aunque quizás no sea el cambio que algunos de los partidarios de Obama se esperaban. Eso es motivo para la esperanza.