Es difícil decir lo que motiva a una persona a quitarse la vida, sin embargo cuando 3 islamistas militantes coordinan sus suicidios, como ha sucedido recientemente en el Centro de Detención americano en la Bahía de Guantánamo, hay por lo menos base para especular.
Para ser justos con estos autodescritos guerreros santos: Como musulmanes devotos deberían ver el suicidio como un grave pecado. Lo que no hubiera sido tabú: Ser “mártires”, el autosacrificio para hacer avanzar la yihad contra los infieles.
Si ése era su objetivo, han tenido éxito. Le han dado un tanque de oxígeno a la campaña internacional para cerrar Guantánamo, algo que se traduciría en poner en libertad a sus camaradas. Para un yihadista entregado a la causa, semejante logro sería preferible a pasarse años rezando, mirando la tele y jugando voleibol.
Los editores de la página editorial del New York Times interpretan este incidente de manera distinta. Culpan al Presidente Bush por los suicidios. Afirman que él ha construído en Guantánamo “un mundo de tinieblas, de desesperación que va más allá de las leyes de las naciones civilizadas, donde los hombres debían ser detenidos sin ninguna esperanza de un tratamiento decente, justicia imparcial o, en muchos casos, incluso que finalmente se les pusiera en libertad”. Una acusación muy seria, algo que no se sostiene ante las evidencias.
Los funcionarios americanos admiten que cuando Guantánamo recién abrió sus puertas para recibir a los detenidos de al-Qaeda, era un lugar tosco, aunque las acusaciones más chocantes – desde Coranes en el retrete hasta la tortura – no pasaban el escrutinio. Desde entonces, el ejército americano ha aprendido mucho sobre cómo encargarse de prisioneros peligrosos e interrogarlos.
¿Quién afirma eso? Jakob Kellenberger, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC), que no es ningún amigo de la administración Bush. Recientemente ha admitido que las condiciones en Guantánamo han “mejorado considerablemente”. Los representantes del Comité ahora tienen acceso libre a los detenidos. Esos detenidos también tienen permiso para contratar abogados – algo no permitido en guerras previas – y para comunicarse con sus familias en casa.
El ICRC mantiene un desacuerdo con Washington. El ICRC quiere que los detenidos en Guantánamo sean considerados “prisioneros de guerra”. Washington prefiere llamarlos “combatientes enemigos”.
La opinión del ICRC es que no importa cuán flagrantemente estos individuos hayan violado las leyes de la guerra – por ejemplo por apuntar intencionalmente contra civiles y por usar a civiles como escudos – tienen derecho de todas formas a los mismos privilegios otorgados a los soldados honorables que arriesgan la vida para proteger a los no combatientes. Bajo la Convención de Ginebra, los prisioneros de guerra no pueden ser interrogados (nada excepto nombre, rango, fecha de nacimineto y número de serie) y se les debe dar una serie de beneficios que incluyen utensilios de cocina, instrumentos musicales y una remuneración en efectivo (pagada por el contribuyente americano).
La opinión de la administración Bush es que los que degüellan a cooperantes y que envían suicidas a asesinar mujeres y niños no tienen derecho a semejantes privilegios.
Eso no implica que sean maltratados. En realidad, los detenidos que no son una amenaza para los soldados americanos y que contestan preguntas se alojan en el Campo 4 que tiene canchas de voleibol y baloncesto, biblioteca, televisores con videograbadoras y comidas preparadas de acuerdo con los requisitos religiosos musulmanes; y postres también. Son libres de estar fuera de sus celdas desde las 7 de la mañana hasta la medianoche. Gozan de un excelente servicio médico.
No obstante, los que son beligerantes, están alojados en el Campo 1 donde reciben 3 comidas al día religiosamente apropiadas (aunque sin helado ni pastel), el mismo tratamiento médico y un Corán. La vida en Campo 1 es sin duda aburrida, pero ¿y qué? ¿Los militantes que son poco cooperativos y que ni se arrepienten merecen Club Med?
Los críticos dicen: Pero, ¿cómo sabemos que estos prisioneros son militantes? ¿Cómo sabemos que no son inocentes a los que han detenido por error? Cualquier prisión del mundo puede tener entre sus paredes a gente que no pertenece allí. Pero los detenidos en Guantánamo se presentan ante un “Tribunal de Revisión del Estatus de Combatiente” que determina su estatus basándose en “pruebas irrefutables de información”.
También existe una Junta de Revisión Administrativa que anualmente revisa su clasificación y decide si deben seguir siendo detenidos, transferidos a otro sitio (por ejemplo a su país de origen para su encarcelamiento) o aprobar su liberación sin restricciones. Estos procedimientos van más allá de lo que exige Ginebra – incluso si Estados Unidos decidiese aceptar que los terroristas merecen estatus de prisionero de guerra.
Según los altos funcionarios del gobierno, hemos estado logrando obtener valiosa información de inteligencia sobre organizaciones terroristas. Además, entre los aproximadamente 550 combatientes enemigos detenidos, hay más de unos cuantos que tomarían las armas nuevamente si los dejasen ir, tal como ya lo han hecho anteriormente prisioneros de Guantánamo puestos en libertad.
Nada de esto importa a los editores del Times y ni a muchos de los críticos de la administración. Quizá no creen que hay una verdadera guerra. O quizá piensan que da igual el lado que gane.