Los manifestantes musulmanes han estado incendiando embajadas, apedreando iglesias y amenazando con masacres para protestar por unas tiras cómicas que caracterizaban a los musulmanes como extremistas violentos.
Han estado quemando banderas y pisoteando cruces y estrellas de David para expresar su furia contra los que ellos dicen que son intolerantes.
El daño que estos manifestantes le están haciendo a la imagen del islam es incalculable, mucho más allá que cualquier malintencionado dibujante de tiras cómicas pudiese lograr. ¿Por qué lo hacen?
Maquiavelo dio la respuesta hace más de 500 años. Para aquellos que gobiernen, dijo, será mejor “ser temido que amado”.
Por ahora, todos, excepto los más autoengañados de entre nosotros, reconocen que los islamistas militantes están librando una Guerra contra Occidente, una yihad mortal contra cristianos, judíos, hindúes y musulmanes moderados. Estos fascistas inspirados en la religión no tienen interés alguno en ser amados por los “infieles”. Sí que quieren inspirar miedo y definitivamente quieren gobernar.
La intifada internacional que ha estallado – ostensiblemente en respuesta a las 12 tiras cómicas que se publicaron originalmente en un periódico danés en Septiembre – es puramente la penúltima táctica de los islamistas militantes. La acusación más frecuentemente dirigida contra los que protestan es la hipocresía. ¿Cómo pueden poner el grito en el cielo por unas tiras cómicas satirizando a los musulmanes, cuando en muchas sociedades musulmanas habitualmente caracterizan a judíos y cristianos de la forma más ruin tanto en palabras como en imágenes? Pero ése no es el hecho.
Los islamistas militantes no están pidiendo igualdad, Están exigiendo superioridad. Son musulmanes supremacistas, herederos ideológicos de aquellos que en el siglo XX pelearon por la supremacía aria y la supremacía blanca.
Yusef Al-Qaradawi – líder del Consejo Europeo para la Fatwa e Investigación y presidente de la Asociación Internacional de Ulemas Musulmanes – es visto como la “mano negra” detrás de las protestas. Ha sido muy cándido en sus declaraciones: “El islam volverá a Europa como el conquistador”.
Abu Musab al-Zarqawi, el jefe de al-Qaeda en Irak ha sido más explícito: “Matar a los infieles es nuestra religión, masacrarlos es nuestra religión, hasta que se conviertan al islam o que nos paguen tributo”.
Y en realidad, por años, Occidente les ha estado pagando tributo, y no digamos a los gobernantes teocráticos de Arabia Saudita. Hemos permitido que construyan mezquitas en Estados Unidos y Europa para que vengan los agentes sauditas, se apoderen de ellas y supervisen que su rama radical del islam sea predicada y practicada.
Al mismo tiempo, hemos aceptado mansamente que no hubiese una sola iglesia o sinagoga en territorio saudita. Aceptamos también que mientras americanos y europeos pueden convertirse al islam, en Arabia Saudita abandonar la fe es un crimen que se castiga con la muerte.
Los sauditas fueron los primeros en retirar a su embajador en Copenhague como respuesta a la publicación de las tiras cómicas en los periódicos daneses. Y aquí es donde la trama se complica: Ahora parece que 3 falsas tiras cómicas – de una naturaleza muchísimo más ofensiva que las publicadas en Dinamarca – también se distribuyeron en Medio Oriente para asegurarse que la imaginaria “calle musulmana” se sublevara según las instrucciones.
Los principales medios de comunicación parecen poco interesados en esta presunta manipulación. En realidad, la mayoría de las publicaciones occidentales ni siquiera están dando a sus lectores y espectadores la oportunidad de juzgar por sí mismos si las tiras cómicas que se publicaron en Dinamarca en verdad insultan la fe musulmana o si sólo ridiculizan a los islamistas militantes que ofrecen vírgenes celestiales a aquellos deseosos de cometer un atentado suicida contra niños.
Los responsables de noticias dicen que quieren evitar ofender. Pero, si estuviesen autocensurándose por miedo, ¿lo admitirían?
Más de unos cuantos musulmanes moderados entienden lo que en realidad está pasando. Un editor jordano publicó algunas de las tiras cómicas para demostrar que no son lo ofensivas que dicen. Fue rápidamente despedido y arrestado.
El ayatolá Ali al-Sistani, el principal clérigo de Irak, estaba echando humo contra los que “habían explotado esto... para esparcir su veneno y revivir viejos odios con nuevos métodos”.
Pero al final de cuentas, es poco lo que los musulmanes liberales pueden hacer. Ellos no tienen el dinero del petróleo. Ellos no controlan las mezquitas de Medio Oriente, ni los medios de comunicación, ni los gobiernos. Y ellos también pueden sentirse intimidados por la amenaza de la violencia.
De lo último que se trata el islamismo militante es de religión. Es principalmente sobre el poder. La intifada de las tiras cómicas no ha sido un levantamiento espontáneo a un insulto gratuito. Es el frente de una guerra en expansión con armas e ideas librándose contra Occidente.
Y parece que está funcionando. Si en el proceso, la reputación del islam se enloda y se mancha de sangre, ése es un precio que los islamistas militantes están dispuestos a pagar muy gustosamente.