De alguna forma, se ha demostrado que Ariel Sharon estaba equivocado. De alguna forma, se ha demostrado que Ariel Sharon estaba en lo correcto.
El verano pasado, el Primer Ministro de Israel renunció a todo derecho sobre Gaza. Su decisión de eliminar las comunidades judías y retirar toda presencia militar israelí de un territorio disputado dividió profundamente a los israelíes. Surgieron enfurecidas protestas en Jerusalén y Tel Aviv. El Partido Likud, en el poder, se rompió bajo esa presión. Hubo hasta comentarios de una guerra civil.
Natan Sharansky, político israelí y activista de la democracia – especialmente a favor de los árabes y musulmanes – estaba entre los que se oponían a lo que se conoce como “disengagement” (retirada) unilateral de Gaza. Los palestinos, afirmaba, verán eso como una victoria para Hamás. Justificará la alegación de Hamás que el terrorismo es la escoba que puede limpiar de judíos la región de una vez por todas.
Pero Sharon también tenía razón: Se dio cuenta que Israel no tenía ningún socio con quien lograr la paz. El presidente palestino Mahmud Abbas había resultado ser incapaz de dar algo que valiese la pena.
Con eso en mente, Sharon decidió buscar una paz separada y de separación. Saliendo de Gaza y construyendo una valla de seguridad a lo largo de Cisjordania, Sharon trazó una línea de armisticio que puede ser negociada si y cuando los palestinos tengan líderes seriamente interesados en acabar con el conflicto.
Que los palestinos no tienen esos líderes ahora está fuera de toda duda. Hamás es una organización islamista militante. Su ideología es imposible de diferenciar de la de al-Qaeda, aún si sus ambiciones están limitadas en la actualidad a librar una yihad violenta contra los “infieles” sólo en el campo de batalla entre el Mar Mediterráneo y el Río Jordán. (Aunque el académico Daniel Pipes apunta que una reciente publicación de Hamás para niños también exigen que se devuelva partes de España a dominio muslmán).
Hamás tiene vínculos cercanos con los mulás radicales de Irán. Y es inequívoco en su entusiasmo por el terrorismo: Pasea a sus niños vestidos como suicidas.
El exterminio de Israel no es sólo la postura negociadora de Hamás. Es una profunda convicción religiosa. Puede que a los judíos, cristianos y musulmanes moderados no les guste la interpretación de Hamás sobre el islam. Pero no podemos soñar con que simplemente desaparezca.
¿Significa esto que el progreso hacia la paz es imposible a corto plazo? Claro que sí. Sin embargo, éste es un momento significativo. A los votantes palestinos se les dio la oportunidad de elegir. Respetar esa decisión exige que ahora se les dé la oportunidad de aceptar las consecuencias. De otra forma será tratar a los palestinos como bebés.
Hamás tendrá la autoridad. También se les cargará de responsabilidades. Estados Unidos y Europa dicen que no financiarán a una Autoridad Palestina dominada por Hamás hasta que y a menos que Hamás reconozca el derecho a existir de Israel. De modo que o Hamás cambia o gobernará sin ayuda e inversión occidental. Pero el cambio – el cambio sincero no el retórico – es difícil cuando la política se basa en una obligación religiosa de “levantar la bandera de Alá sobre cada centímetro de Palestina”.
Si Hamás busca reemplazar los fondos occidentales para la Autoridad Palestina con dinero del petróleo de Irán o Arabia Saudita, pues que así sea. Hamás ya recibe instrucciones de Teherán; bolsas llenas de dólares y euros no van a lograr que eso cambie.
Y haga las sumas: Si un ataque de Hamás lleva a Israel a destruir una fábrica palestina construída con dinero americano o europeo, ningún islamista militante en cualquier parte del mundo objetará a ello. Pero si un ataque de Hamás lleva a Israel a destruir una fábrica palestina construída con dinero iraní o saudita, puede que haya algún incentivo para que los donantes iraníes o sauditas les aconsejen moderación en el futuro.
Los líderes de Hamás son extremistas, pero no son idiotas. Mientras que Sharon sigue en coma, ya empezó la nueva campaña electoral israelí. Que Hamás dé pasos agresivos ahora puede tener impacto en el proceso político en formas que los líderes de Hamás pueden ver como perjudiciales para sus intereses y... su longevidad.
Y un ataque por Hamás después de que se elija un nuevo gobierno israelí probablemente provocaría una respuesta más firme por parte de Israel que cuando la Autoridad Palestina liderada por al Fatah podía decir que no tenía poder para controlar a Hamás.
Para Hamás decir que no puede controlar a Hamás sería más problemático. Aunque Ariel Sharon, si estuviese de nuevo en pie, probablemente se jugaría uno que otro shékel diciendo que eso es lo que se alegará y que se lo creerán muchos de los diplomáticos y políticos que él ha conocido.