Clifford May
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Misiones posibles: Matar terroristas, apoyar demócratas

por Clifford May
Scripps Howard News Service
19 de Octubre de 2005

Traducción del texto original: Missions Possible: Kill Terrorists, Support Democrats
Traducido por Miryam Lindberg

Después del voto constitucional de la semana pasada, ¿cuál es la principal misión de Estados Unidos en Irak? La misma que ha sido todo este tiempo: cazar terroristas e insurgentes, eliminar islamofascistas incluyendo tanto a las fuerzas de al-Qaeda como a los fieles seguidores de Saddam Hussein que aprendieron la lección equivocada cuando las tropas americanas les perdonaron la vida en 2003.

Las malas lenguas dicen que esta misión no va bien. La mayor parte de los americanos en uniforme no están de acuerdo. “Voy al Congreso y me encuentro a todo mundo retorciéndose las manos muy preocupados”, dice el General John Abizaid, jefe del Comando Central de Estados Unidos. “Pero cuando hablo con los comandantes en el campo, cuando hablo con los comandantes iraquíes en el campo, la gente tiene confianza. ... Y yo les diría a ustedes que necesitamos confiar en la gente que está luchando”.

Es el tipo de guerra que el Pentágono nunca hubiera querido pelear – una guerra en la que los bombarderos Stealth y los submarinos nucleares no tienen ningún papel. Sin embargo, los americanos no han perdido ni una sola batalla contra un enemigo decidido y sin escrúpulos. Más y más tropas iraquíes están siendo entrenadas y desplegadas. Las fuerzas especiales americanas y los marines han estado haciendo lo que los americanos saben hacer mejor que nadie en el mundo: identificar problemas y concebir soluciones creativas. Día a día, una maquinaria militar diseñada para el siglo XX está aprendiendo cómo se ganan los conflictos postmodernos.

Sí, casi 2.000 americanos han muerto y cada una de esas muertes es una tragedia que rompe el corazón. Pero son menos americanos que los que fueron asesinados por el enemigo en un sólo día soleado de Septiembre hace 4 años ya. A este paso, tomaría 200 años antes de llegar a la misma cantidad de americanos muertos en la guerra mundial contra el totalitarismo islámico que los que murieron en la guerra mundial contra el totalitarismo alemán, japonés e italiano.

La misión secundaria de Estados Unidos también sigue sin cambiar: Apoyar a aquellos en Irak y en otros lugares que, tal como nosotros, valoran la libertad tanto que están dispuestos a arriesgar la vida por ello. Antes del 11 de Septiembre de 2001, Washington no tenía interés en luchadores árabes y musulmanes por la libertad. Aún hoy, a la mayoría de europeos no podría importarles menos. (Incluso esta Administración puede ser mezquina en su apoyo. Por ejemplo, mientras que el dictador libio Muamar Gadafi parezca estar en el mismo equipo en cuestiones de geo-estrategia, no se le aplicará una presión importante para que saque de prisión a disidentes como Fathi Eljahmi).

Si fuese tan fácil que la democracia echara raíces en las tierras de Medio Oriente, ya habrían muchas naciones libres en esa región. El conteo de Freedom House habla de 119 democracias electorales en el mundo. Pero “ni una sola es una nación árabe; cuando llegue el 15 de Diciembre y hayan elecciones para un nuevo gobierno, Irak dará otro enorme paso adelante convirtiéndose en la única”, observaba recientemente Nina Shea, directora del Centro para la Libertad Religiosa de Freedom House.

Los insurgentes sadamitas y los terroristas de al-Qaeda están decidos a detener ese progreso y continuar matando iraquíes y americanos en búsqueda de su objetivo. ¿Qué otra cosa harían? ¿Qué otra cosa pueden hacer?

La mayoría de sunníes de Irak, que constituyen menos del 20% de la población, no participan en los ataques terroristas. Pero es lógico pensar que esa mayoría tampoco está muy contenta de tener que renunciar a su control del poder. No era sólo con Saddam que ellos eran la minoría gobernante. También era así con los británicos y antes de eso, de igual forma durante el Imperio Otomano.
Deben sentirse bastante como los blancos en Sudáfrica cuando allí se instituyó el gobierno de la mayoría. La diferencia está en que mientras la “comunidad internacional” tenía poquita simpatía por los afrikánder, hay una profunda inquietud en partes de Europa y Estados Unidos por las quejas sunníes.

La principal razón por la que muchos sunníes se oponen al borrador de la constitución es su miedo a que aprobar el federalismo lleve a Irak a romperse – un escenario que les dejaría con un muñón de país que tiene escasos recursos. Una paradoja esperanzadora puede encontrarse aquí: En algún momento los sunníes tienen que darse cuenta que la continuidad de la violencia sólo puede terminar con el resultado que están tratando de evitar.

Una vez que comprendan eso – y asumiendo que hayan abandonado cualquier deseo remoto que los terroristas suicidas y las bombas de carretera les puedan devolver el poder – la decisión racional será conseguir los mejores tratos que puedan sacar a los otros grupos claves en Irak, los chiítas (alrededor del 60% de la población) y los kurdos (alrededor del 20%).
Claro que todas las decisiones no son decisiones racionales, en Medio Oriente como en otras partes. Y en Medio Oriente, como en otras partes, probablemente es más seguro apostar que las cosas se caerán a pedazos en vez de que vayan a tener éxito.

Los sadamitas y al-Qaeda no están derrotados todavía, un objetivo vital en sí mismo así como condición necesaria para la evolución de la libertad en Irak y en la región.

Pero en el fin de semana, millones de iraquíes – chiítas, kurdos y también sunníes – arriesgaron la vida para meter sus votos en las urnas. Defendieron sus derechos y demostraron que de ninguna manera se han dado por vencidos sobre su futuro. Para cualquiera que valore la libertad, todavía es demasiado pronto para abandonarlos a su suerte.

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