Escribo esto en mi portátil en el aeropuerto de Atlanta, esperando por un vuelo retrasado por el mal tiempo. Pero no me puedo quejar. No pasé mucho tiempo en los controles de seguridad. Por otro lado, si yo hubiese sido un terrorista, ¿me habrían descubierto antes de que yo asesinase?
No estoy muy seguro. En la mayoría de aeropuertos grandes, hay áreas en las que decenas de personas se congregan –en los mostradores de billetes, por ejemplo, y en los laberintos que nos llevan a los detectores de metales y las máquinas de rayos X. ¿Qué evitaría que un terrorista suicida con una mochila llena de explosivos se mezclara entre esas multitudes y se volara cuando le diera la gana?
La solución es probablemente canina: un perro entrenado para detectar explosivos. Pero 4 años después del 11-S, no hay muchos perros ayudantes en servicio. Y los que hay –vi uno en Atlanta—no están olisqueando lo suficientemente cerca a muchos pasajeros. Los autobuses y las estaciones de tren tambíen necesitan de narices conocedoras.
En los controles de seguridad de los aeropuertos, sólo unos cuantos pasajeros son seleccionados para entrevistas y revisiones a fondo y esas selecciones son al azar. Más efectiva sería la singularización, llamada también profiling, pero no la singularización racial.
El perfil racial no es útil para determinar quién tiene más probabilidades que otro tratando de secuestrar un avión. Mohammed Atta, Zacarias Moussaoui, Richard Reid y José Padilla representan distintos orígenes raciales; al igual también que partidarios del terrorismo como John Walker Lindh y Adam Gahan.
¿Qué me dicen de la singuralización religiosa? La mayoría de musulmanes no son terroristas –en realidad es más probable que los musulmanes sean víctimas del terrorismo más a menudo que los judíos o los cristianos. Sin embargo, la mayoría de terroristas en estos días son musulmanes. Por ello, culpe a los amos terroristas. Osama bin Laden y Abu Musab al-Zarqawi son empleadores que discriminan. Cuando hay plazas vacantes para terroristas suicidas, raras veces reclutan infieles.
Y a pesar de ello, no hay una manera fácil de hacer un “perfil religioso” en un aeropuerto. ¿Cómo determinaríamos quién es un musulmán? Pregunte y un musulmán inocente le contestará con la verdad, el terrorista mentirá. Igualmente, aunque la ropa pueda dar pistas, podemos esperar que un militante islamista en una misión asesina evite vestimenta característicamente musulmana.
Si el profiling racial y religioso no es buena idea, ¿qué tipo de profiling lo es? El profiling terrorista; simplemente significa que hay que usar todo el conocimiento obtenido durante años sobre aquellos que han cometido actos de terrorismo: Lo que han hecho, cómo han vivido, dónde han estado y cómo se han comportado.
El 11 de Septiembre de 2001, Estados Unidos fue atacado por 19 terroristas. Cada uno de ellos –un 100% estadísticamente significativo- era varón, joven y de un país donde las élites influyentes apoyan y fomentan el islamismo militante.
¿Esto sugiere que los funcionarios de seguridad deberían prestar mayor atención al hombre joven de Arabia Saudita que a una jovencita de Denver? ¿Debería ser menos interesante un jubilado de Orlando que un adolescente sudoroso cuyo pasaporte británico indica que vacacionó en Afganistán en el año 2000 seguido de una visita a Chechenia?
Si tuviésemos recursos y tiempo ilimitados, podríamos examinar a cada pasajero por igual. Pero no los tenemos. O bien damos prioridad a los controles sobre la base de datos confiables y análisis racional de riesgo –o nos autoengañamos y, tarde o temprano, sacrificaremos vidas en el altar de lo “políticamente correcto”.
Todo esto es tan obvio, sólo los abogados de la la Unión de Derechos Civiles de América (ACLU) no consiguen entenderlo. En realidad, la ACLU demanda o amenaza con demandar en cualquier momento a los funcionarios de seguridad que traten de usar semejantes técnicas de sentido común.
En el mundo real, nadie tiene un mejor historial en prevención de secuestros aéreos que los israelíes. Su éxito no se basa en singularización racial o religiosa. En su lugar escudriñan historiales y comportamientos. Los funcionarios de seguridad israelíes miran a los pasajeros directamente a los ojos y les preguntan –no esas preguntitas negligentes de la variedad “¿Alguien le ayudó a hacer la maleta?” sino preguntas que sondean salidas reveladoras e inconsistencias. Si las encuentran, investigan. Si no, el siguiente, por favor...
Le preguntaron recientemente a un funcionario de seguridad israelí cómo diferían sus métodos de aquellos usados en EEUU. Contestó: “Ustedes buscan armas, nosotros buscamos terroristas”.
Y podría haber agregado que los terroristas tienen perfiles. Pueden ser reconocidos e identificados. La única pregunta es si tenemos ganas de admitir eso y actuar de acuerdo a lo que sabemos.