Para el Washington Post eran simplemente “pistoleros”. Para el nunca prejuicioso New York Times eran “hombres armados”.
Las élites mediáticas evitan meticulosamente palabras ásperas como “terrorista” –aún para describir a aquellos que la semana pasada acorralaron a 5 profesores iraquíes fuera de su escuela, los arrastraron hasta un aula, los pusieron en línea y les dispararon hasta matarlos.
El Post fue veloz en informar a sus lectores que “ningun niño fue herido en el ataque”. ¿Se supone que tenemos que verlo como que los “pistoleros” se moderaron?
El Times apuntaba que “las muertes parecían ser motivadas más por odio sectario que por animosidad contra la profesión [magisterial]”. ¿Lo dicen para tranquilizarnos?
En una era ya pasada, los periodistas habrían permitido que sus lectores supiesen sin lugar a dudas cuánto detestaban y condenaban a aquellos que masacraban profesores en un aula de colegio. Tampoco hubiesen tenido pelos en la lengua para describir a aquellos que vuelan en trozos a civiles o que ritualmente decapitan “infieles”.
Pero hoy, la mayoría de periodistas de las grandes ligas lo ven diferente. La agencia de noticias Reuters insiste noblemente que “lo que para uno es un terrorista para otro es un luchador por la libertad”.
Otros magnates de la prensa nos dirán que es su obligación profesional mantenerse imparcial con respecto a la guerra y los que pelean en ella. En momentos clave, sin embargo, esa neutralidad parece agotarse de manera perversa.
Por ejemplo, el Post publicó la historia de la matanza de los profesores iraquíes pero no en primera plana sino en la página 19. En la primera página estaba lo que los editores obviamente juzgaban como una historia más importante. Era sobre iraquíes “desdeñando” americanos.
“El distrito Karrada de Bagdad” se decía a los lectores, “era uno de esos barrios en los que los residentes recibieron con flores a las fuerzas americanas entrando a la capital” en 2003. (Interesante... ¿Cuántas veces ha oído Ud. que los iraquíes no celebrasen la intervención americana contra Saddam Hussein?)
La historia continúa diciendo que “los atentados con coche bomba y otros ataques de los insurgentes, algo desconocido en Bagdad antes de la invasión al igual que los atentados suicidas lo eran para Londres hasta este verano, habían matado a más de 3.000 personas en la capital desde la primavera pasada”.
La implicación es que aquellos que ordenan los ataques y los que detonan las bombas, en Bagdad y en Londres, son menos culpables que esos americanos que interfirieron con la ficticia estabilidad que ofrecía Saddam.
La historia cuenta también que “el secuestro y otras formas de actos ilícitos desde la invasión” han alterado las vidas de “las relativamente liberadas mujeres de Bagdad”.
En una línea similar –aunque menos sutil- en el programa Meet the Press de la semana pasada, la columnista del Times Maureen Dowd decía que la senadora Hillary Clinton “va a tener que responder a la pregunta de por qué favoreció una invasión que ha terminado reprimiendo los derechos de las mujeres”.
¿Será posible que estos periodistas veteranos no supiesen que Saddam Hussein asesinó –según Human Rights Watch – 300,000 iraquíes? Entre los que masacraron estuvieron hombres y “relativamente liberadas” mujeres. Y niños también por cierto.
Kenneth M. Pollack, que sirvió en el Consejo de Seguridad Nacional con el presidente Clinton, nos dice que Saddam “sacaba los ojos de los niños para obligar a sus padres o abuelos a confesar... arrastraba a una esposa o hija, o cualquier pariente que fuese mujer y la violaban repetidas veces frente al hombre que querían que confesase algo... decapitaban a una madre joven en la calle en la puerta de casa y ante sus hijos porque su marido era sospechoso de oponerse al régimen”.
¿Creen los comentaristas como Dowd que semejantes actos no “reprimían” los derechos de las mujeres? ¿Argumentaría el Post que sacar los ojos, violar y decapitar no puede calificarse como “ilícito”? O bien podrían afirmar que el barbarismo en busca de la estabilidad es justificable. Si así fuese ¿por qué no proponemos a las fuerzas militares americanas que usen esas tácticas? ¿Y para qué poner reparos por Abu Ghraib?
Por décadas, demasiados corresponsales de prensa cubriendo Oriente Medio decepcionaron en su labor de informar sobre las peores atrocidades cometidas por Saddam Hussein –a veces porque sabían poco más allá de lo que los publicistas del dictador les contaban, a veces para proteger al personal local, a veces para evitar ser echados fuera del país o ser encarcelados ellos mismos.
Pero ¿qué puede servir como excusa para que muchos de los pesos pesados en los medios sigan con el encubrimiento ahora – hacer de la vista gorda con historia documentada, restarle importancia al asesinato de inocentes llevado a cabo por los seguidores de Saddam y los invasores de al-Qaeda, intentar echar las culpas de los terroristas a los que están luchando contra ellos?
Eso no es neutralidad. Se llama vacuidad moral.