Jalal Talabani no se parece mucho al Ché Guevara. Con su amplio perfil, bigote blanco y sonrisa cautivadora, parece más un tío favorito de los que compran helado y dan buenos consejos.
Pero no se engañe: Talabani es un revolucionario. Como jovencito en 1946, fundó una organización estudiantil ilegal; se unió a la primera revuelta contra el régimen iraquí en 1961.
Hoy a sus 72 años, es el presidente de lo que él denomina “la democracia más joven del mundo”. Y no menos sorprendente: Talabani es kurdo, miembro de una minoría iraquí terriblemente perseguida. Para lograr entender lo novedoso que es para un kurdo ser el presidente de Irak, trate Ud. de imaginar a una mujer gobernando en Arabia Saudita o un cristiano copto como jefe de estado de Egipto.
Los iraquíes son, en este momento, la gente más libre del Medio Oriente musulmán. Sin embargo, también están bajo el ataque diario por parte de los insurrectos que representan los intereses de la élite que gobernaba antes y de terroristas que representan los intereses de Osama bin Laden. Nada es más amenazador para los autócratas y los teócratas que los demócratas.
Talabani y sus colegas están embarcados en una misión histórica. Están tratando de construir las bases de un Irak “democrático, pluralista y federado”. No hay garantía de que tengan éxito. Muchos observadores listillos predicen que fracasarán.
Hablando en Washington la semana pasada –con el Presidente Bush en la Casa Blanca y ante un público mayor por la invitación del Centro Saban para Política de Medio Oriente—Talabani recordó la historia de Irak llena de “violencia, brutalidad e inestabilidad”.
En el Irak de Saddam Hussein, dijo, “los bebés estaban tan rodeados de terror como en los brazos de sus madres... Las fosas comunes contenían muchos restos de niños que habían pagado el precio más alto por los crímenes imaginarios de sus padres”.
Añadió: “En la mente de cada iraquí, Saddam trató de instalar un torturador. Saddam quería que los iraquíes tuviesen miedo de pensar en libertad, de que no se atreviesen a formar palabras para expresar su deseo de libertad”.
Talabani llamó a ese régimen por su nombre correcto: Fascista. “El Irak baazista”, dijo, “fue el estado fascista de más larga vida en la historia”. Y hoy, por culpa de “la continua virulencia del fascismo baazista, debemos defender nuestra democracia mientras la construimos; debemos pelear hasta cuando votamos”.
El 30 de Enero de 2005, ocho millones de iraquíes demostraron que pueden hacer las dos cosas a la vez. Arriesgaron sus vidas para ir a los colegios electorales y allí rechazaron decisivamente “a los supremacistas de la minoría, los racistas que se creen que tienen el derecho de gobernar”.
Talabani añadío sardónicamente; “Y pasó lo insólito en unas elecciones en Medio Oriente, el resultado en Irak no se sabía por anticipado”.
Con respecto a los esfuerzos en curso para dar una constitución a Irak que garantice derechos humanos fundamentales, Talabani tampoco sabe el resultado. Las negociaciones y los compromisos han producido un documento que “no es perfecto” según dice. Nadie está “locamente entusiasmado”.
Pero son “buenas noticias”, añadió, porque demuestra que las negociaciones fueron reales y el compromiso serio. “Un documento que unos pocos no pueden agitar como bandera de victoria representa el éxito de los otros muchos”.
Talabani es efusivo en su gratitud por los sacrificios que los americanos han hecho en Irak. Los jovenes americanos, hombres y mujeres en el frente, en lugares como Faluya y Tal Afar “están luchando contra el fascismo con la misma dignidad y coraje que la Gran Generación de americanos que pelearon en la Segunda Guerra Mundial”.
Pero comprende que los americanos quieran volver a casa. Él quiere que vuelvan a casa. Pero desea que no se vayan hasta que los iraquíes puedan defenderse por sí mismos de “los fascistas domésticos y terroristas viajeros que aquejan Medio Oriente”.
Conseguir menos, argumenta, sería un grave error. “Ni nosotros ni ustedes podemos ceder Irak a las fuerzas malignas del terrorismo y el fanatismo religioso”, dijo Talabani. “Estamos en el corazón de Medio Oriente. Ganamos en Irak y la región cambiará para mejor... Perdemos en Irak y entonces todo lo que han ganado los demócratas y disidentes en una amplia franja del mundo islámico, no sólo Medio Oriente, se perderá”.
Por décadas, la clase dirigente de la política exterior de Estados Unidos ignoró a los dictadores, grupos y movimientos antiamericanos a menos que tuviesen claros lazos con Moscú. Como consecuencia, nos tomaron por sorpresa hace 4 años este mes. La desatención y la pasividad también permitió que se desarrollaran regímenes malignos en Irán, Corea del Norte y en otros rincones del mundo hasta convertirlos en graves amenazas.
Ahora, por fin, Estados Unidos está yendo por un nuevo camino en política. Mucha gente está furiosa por el cambio. Pero Talabani cree que el enfoque actual merece aliento. “Estados Unidos ya no es visto al lado de unos cuantos opresores” dijo. “Estados Unidos ya no es visto como queriendo comprar una ilusoria estabilidad al precio del sufrimiento de millones de personas en Medio Oriente”.
El presidente iraquí comprende lo que muchos europeos y americanos no comprenden: Que en este siglo, así como en mucho del anterior, la obligación de los revolucionarios es luchar contra fascistas y otros enemigos de la libertad. Talabani explicó que “La democracia necesita ser defendida”.