Una institución americana vital está en crisis pero su historia no está siendo contada por los principales medios de comunicación. Y esto sucede porque la institución que está en crisis son los medios de comunicación los cuales parecen incapaces de hacer un examen de conciencia, mucho menos de autocrítica.
Cuando me hice mis prácticas de periodismo hace unos treinta años, había grandes barreras separando las noticias (lo que sucedía), el análisis (cómo interpretan los expertos lo sucedido) y la opinión (lo que alguien piensa que se debería hacer como respuesta a lo sucedido). Esas barreras ya no existen.
Hoy en día, los grandes medios de comunicación usan habitualmente las noticias y los análisis para ajustar cuentas ideológicas y partidistas. El ejemplo más reciente es la primera plana de la historia del New York Times sobre el Estimado de Inteligencia Nacional realizado por los servicios de inteligencia y que nadie en el Times había leído. Los periodistas y editores estaban satisfechos con saber lo que contenía basándose en lo que les habían dicho “varios funcionarios en Washington involucrados en la preparación de la evaluación o los que habían leído el documento final”.
Ese documento se había completado en Abril pero los funcionarios filtraron lo que ellos afirmaban era su revelación clave: Que la guerra de Irak había empeorado la amenaza terrorista – justo 6 semanas antes de las las elecciones de mitad de período legislativo. La posibilidad de que éste fuera el motivo de la filtración no fue algo que hayan compartido con los lectores del Times.
El Times dice que sus todas sus fuentes “hablaron con la condición de anonimato porque estaban discutiendo un documento secreto de inteligencia”. Una explicación más honesta habría sido: “Todos hablaron con la condición de anonimato porque estaban cometiendo un crimen así como una violación del secreto profesional desvelando información confidencial”.
Para los editores del Times, esas transgresiones son a veces admirables, a veces despreciables. La acusación de que información secreta había sido revelada a los periodistas por miembros de la administración Bush llevó al periódico a exigir lo que se convirtió en la investigación liderada por Patrick Fitzgerald costando años y millones de dólares [el caso de Valerie Plame].
Dos días después que la historia del Times apareció, la Casa Blanca desclasificó todo el Estimado de Inteligencia Nacional, demostrando que la descripción del Times era, siendo generosos, incompleta.
Ya está bastante mal que los periodistas en Estados Unidos se permitan ser manipulados mientran amparan la comisión de delitos. También tenemos esto: Los grupos terroristas en el extranjero están usando a colaboradores para tergiversar las noticias al mismo tiempo que intimidan a los periodistas independientes.
Por ejemplo, durante el reciente conflicto en el Líbano, Reuters distribuyó, adulteró y montó fotos. Otras organizaciones de noticias exageraron las cifras de las bajas y aceptaron la palabra de Hizbolá repitiendo que casi todas las bajas libanesas eran civiles. ¿En algún momento vio usted la foto de un combatiente de Hizbolá muerto? Ya puestos, ¿vio usted la de algún combatiente de Hizbolá vivo?
Pocos periodistas se atreven a investigar la historia de cómo Hizbolá escondió armas entre la población civil. Como resultados, pocos lectores de noticias se enteraron de lo que el Ministro de Exteriores del Reino Unido dijo al comité parlamentario a su regreso del Líbano: Que Hizbolá había escondido enormes alijos de armas en escuelas y mezquitas así como cohetes en edificios de viviendas.
“Lo que vimos allí exige muchas preguntas sobre la forma cómo tratamos de definir lo que constituye un crimen de guerra” dijo Howell. “Cada vez que los israelíes respondían [a un ataque de misiles] y derribaban un edificio, cada foto de un niño quemado y cada foto de un edificio que había sido vivienda pero que después era sólo un montón de piedras, era propaganda a favor de Hizbola”.
Quizá el reciente ejemplo más aterrador de cómo los terroristas manejan a los medios de comunicación fue el secuestro en Gaza de los periodistas de Fox News, Steve Centanni and Olaf Wiig. Ambos fueron insultados, amenazados y forzados – a punta de pistola – a convertirse al islam.
El mensaje enviado a los periodistas en Medio Oriente era claro: Un día te puedes encontrar llevando esposas y capucha mientras hombres con pistolas y cuchillos de carnicero leen tus informes. ¿Qué quieres que encuentren en ellos?
Lo que debe haber hecho la delicia de los secuestradores fue que Centanni and Wiig, después de su liberación, parecían aceptar la idea de que los periodistas en lugares como Gaza están en la obligación de actuar como representantes de relaciones públicas de sus anfitriones. Los medios, dijo Centanni, no deberían sentirse disuadidos por lo sucedido, “hay que contar la historia de los palestinos... Vengan y cuéntenla. Es una historia maravillosa”.
¿Puede Ud. imaginarse a un periodista en Israel diciendo que su trabajo era contar “la maravillosa historia” del pueblo israelí? Y si fuera un periodista que cubre la Casa Blanca, imagíneselo diciendo que su trabajo era contar la “maravillosa historia” de George W. Bush; simplemente se encontraría despedido al instante y muy merecidamente.
Nadie puede culpar a los periodistas por tratar de mantenerse a salvo mientras hacen un trabajo lleno de riesgos en zonas peligrosas. Pero en realidad, ¿es mucho pedir algo de análisis a los medios debido a la alterada realidad en la que operan actualmente? Un poquito de autocrítica sería muy útil sobre todo cuando los periodistas son flagrantemente incapaces de contar una noticia sin miedo o preferencias.