El precio de la gasolina ha bajado en Estados Unidos y ha pasado de 4 dólares a cerca de 1.70 por galón. Esto ha sucedido porque el precio del petróleo ha ido de casi 150 dólares a unos 40 dólares por barril. Ésta es una buena noticia para las mamás que llevan a sus hijos a jugar al fútbol, a sus lecciones de música y al catecismo así como para los camioneros que transportan productos desde las fábricas a las tiendas. Este ahorro también deberá llegar hasta los consumidores en general.
Pero como los vendedores que salen en la televisión dicen: ¡Estos precios no durarán! Son el resultado de una recesión global que ha contenido la demanda. Cuando la economía se recupere – ojalá sea así – la demanda aumentará, no sólo en Estados Unidos y Europa sino también en la India, en la China y en otros sitios. A menos que haya más suministros para saciar esa demanda creciente, los precios se volverán a disparar otra vez.
Volatilidad es otra palabra para describir estos precios que más parecen un yo-yó. La volatilidad es mala para la gente de negocios que necesita planificar a largo plazo y para las familias que tratan de mantener un presupuesto. Somete a presiones adicionales a una economía enfermiza debido a la miopía de los magnates de Wall Street y a la incompetencia de los políticos a los que se les paga para que les echen un ojo. Uno puede disminuir la volatilidad reduciendo la demanda – haciendo que la gente “cambie su estilo de vida”, eufemismo para ocultar el empobrecimiento. Una manera mejor de disminuir la volatilidad es aumentando la oferta.
Eso se puede hacer perforando más, por ejemplo, en Alaska y en aguas costeras. Pero hay que enfrentarse a dos hechos: (1) la mayoría de los demócratas se opone a la perforación petrolífera y los demócratas ganaron estas elecciones de forma decisiva (2) explotar recursos petrolíferos domésticos que son finitos y limitados no nos acerca más a una solución de largo alcance.
¿Qué cosa nos daría esa solución? Crear un mercado competitivo, uno en el cual los consumidores pudieran elegir entre una variedad de combustibles de transporte. Esto también reduciría nuestra dependencia del petróleo – que mayormente está controlado por regímenes hostiles que no soportan a Estados Unidos y a sus aliados (por ejemplo Irán, Arabia Saudita, Rusia, Venezuela).
La manera más rápida de que haya competencia entre los combustibles de transporte es que los fabricantes de automóviles hagan muchos más vehículos que puedan funcionar no solamente con gasolina sino también usando combustibles alternativos.
A largo plazo, probablemente eso significa vehículos eléctricos híbridos enchufables, puesto que la electricidad se puede producir de forma barata y limpia usando diversas fuentes. Pero a corto o mediano plazo, significa que hacen falta unos cuantos cambios técnicos de poca envergadura para que los motores de combustión interna usen combustibles alcohólicos. El coste es menos de 200 dólares por vehículo – y eso podría traducirse en precios bajos en el surtidor durante los próximos años.
Ahora mientras se están haciendo esfuerzos para salvar la industria automovilística americana, podría ser un buen momento para hacer la transición a la opción de combustible. Cualquier reestructuración de la industria debería incluir el requisito de que todos los vehículos nuevos que se vendan en Estados Unidos sean vehículos de combustible flexible (FFVs por sus siglas en inglés). La sola perspectiva de ello probablemente atenuaría los cambios especulativos del precio del petróleo. También sería como tener un seguro en caso que el petróleo de pronto escaseará nuevamente, por ejemplo si los terroristas volaran alguna instalación importante que procesa petróleo, algo que ya han intentado anteriormente.
Un extra: Los combustibles alcohólicos tienen ventajas medioambientales comparados con la gasolina. ¿Y no prefería Ud. estar comprando su combustible producido gracias al trabajo de esforzados agricultores en vez de que vaya a jeques indolentes, a mulás que patrocinan terroristas y a tiranos de pacotilla?
Como Ud. seguramente sabe, el combustible alcohólico se está haciendo sobre todo a partir de maíz en Estados Unidos. En estos últimos meses, el precio del maíz ha caido tanto y tan rápido como el del petróleo. Los que decían que usar maíz para hacer etanol estaba provocando que el precio de los alimentos subiese, o bien estaban mal informados (un buen número de periodistas) o mentían (a los que les pagan para proteger el monopolio del petróleo). La verdad es que cuando el precio del maíz sube, los agricultores – gente racional por lo general – plantan más maíz en la que era tierra en barbecho y ponen mayor esfuerzo en producir más maíz por acre. Por tanto, el impacto en el precio de los alimentos es insignificante.
Además, cultivar maíz es solamente una forma de transformar la energía del sol en combustible líquido. Los brasileños hacen etanol de la caña de azúcar y lo usan en sus FFVs – muchos de los cuales fabrican la General Motors y la Ford. Docenas de países tropicales, países del tercer mundo, podrían producir etanol a base de azúcar si hubiera suficiente demanda. Otra clase de combustible alcohólico, el metanol, se puede hacer de residuos agrícolas o madereros, basura municipal, carbón, gas natural y de muchas otras sustancias.
La buena noticia es que los políticos y la gente de negocios realmente tienen la opción de hacer algo para que los precios de combustible sigan bajos y estables, mantener esos dólares en el país, estimular la economía de Estados Unidos, reforzar nuestra seguridad nacional y mejorar el medioambiente – todo de un golpe. La mala noticia es que hacer lo correcto últimamente no ha sido su fuerte.