¿Está la democracia avanzando o se bate en retirada? Le formulé esa pregunta a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice esta semana. Le sugerí que la respuesta sería, en el mejor de los casos, incierta: Las elecciones en Gaza han llevado a la creación de un miniestado terrorista gobernado por Hamás; la libertad en el Líbano está bajo intenso ataque de Hizbolá, otro grupo terrorista; Rusia es más autoritaria ahora de lo que lo ha sido desde la caída del Muro de Berlín y el Irán islamista está más tiránico que nunca.
La secretaria Rice arguyó de forma vehemente y elocuente que la libertad no hace progresos en una trayectoria constante – reveses y desvíos son de esperarse. Ella observó que durante 30 años, Siria había dominado el Líbano, pero ahora Siria se ha retirado y muchos libaneses valerosamente están haciéndole frente a Hizbolá (que recibe sus instrucciones de Siria e Irán). Ella precisó que Irak – a pesar de todos sus infortunios – nunca ha sido tan libre y democrático como es hoy. Y ella indicó que Hamás “siempre ha tenido poder. Ahora también tiene responsabilidad”. Todo esto, dijo ella, es señal de progreso. “Hemos plantado las semillas”, agregó ella.
Argumentos contundentes. ¿Son correctos? Después del colapso de la Unión Soviética, se creía ampliamente que la democracia liberal se había convertido en algo evidente, en la única manera racional de organizar la sociedad. Si eso fuera así, significaría que el debate ideológico más grande de todos los tiempos se habría dirimido. Francis Fukuyama acertadamente lo denominó “el fin de la historia”.
Ahora Robert Kagan tiene un nuevo libro titulado The Return of History and the End of Dreams (El Regreso de la Historia y el Fin de los Sueños). Escribe en especial que “la autocracia está haciendo su reaparición”, con Rusia y China como los ejemplos más significativos. Es decir, como otro alto funcionario del Departamento de Estado me decía la semana pasada, no es que los gobernantes de Rusia en la práctica hayan estado “alejándose” de un ideal democrático que en teoría comparten. Más bien, ellos creen en la autocracia. La ven como una alternativa que no sólo es viable sino superior.
Vladimir Putin, el hombre fuerte de Rusia, usa el término “democracia soberana” para describir un modelo de gobierno que tiene poca tolerancia con opositores o críticos. Y puede que no esté equivocado al percibir que si se les da a escoger entre libertad por un lado y poder, orden y estabilidad por el otro lado, la mayoría de rusos preferirán la segunda opción.
También en China, puede que la mayoría de gente esté contenta con no meter las narices en la política a cambio de un nivel de vida más alto y de no tener que perder esas narices a manos de las autoridades.
¿Dónde encajan Irán y otros regímenes islamistas militantes? Son autocráticos, sin embargo son diferentes en formas obvias y sutiles. No obstante, como Kagan escribe, la “buena disposición de los autócratas en Moscú y Pekín para proteger a sus colegas autócratas en Pyongyang, Teherán y Jartum aumenta las posibilidades de que finalmente se dé la conexión entre terroristas y armas nucleares”.
Esto es lo que me asusta – más que Kagan, con el que hablé esta semana detenidamente. Él está más preocupado por Rusia y China, los “grandes poderes autocráticos”, que por Irán, Arabia Saudita, Siria, al-Qaeda, Hizbolá, Hamás y otros regímenes y grupos islamistas. Él sostiene que estos teócratas radicales no pueden alcanzar sus sueños. Estoy de acuerdo, pero pienso que eso trae a colación esta pregunta: ¿Pueden ellos destruir los nuestros? Ésa es su intención. ¿Podemos evitar que adquieran esa capacidad? No lo sé. ¿Estamos haciendo todo lo posible para impedírselo? Estoy convencido de que no – la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), MoveOn.org, y Nancy Pelosi son solamente algunas de las razones por las que no estamos haciendo todo lo posible para impedírselo.
Rusia y China y otras autocracias no islamistas quieren prosperar - y sobrevivir. Para ellas, la coexistencia pacífica con las democracias es una opción. Por el contrario, los islamistas creen que tienen una obligación religiosa de luchar, humillar y finalmente reducir Occidente a cenizas. Tal como indica el eminente académico Bernard Lewis especializado en temas de Oriente Medio, para los más revolucionarios y devotos entre ellos, la “destrucción mutuamente asegurada” no es algo disuasorio sino un estímulo – el camino al martirio y a las recompensas eternas.
Por tanto, quizá la pregunta más importante no sea si la democracia está avanzando o se bate en retirada. Quizá sea ésta: ¿Será que la gente del mundo libre, que ha derrotado a dos masacrantes enemigos de la libertad en el siglo XX, encontrará la unidad, la fuerza, el valor y la decisión para defenderse de los islamistas del siglo XXI y de sus aliados/posibilitadores autocráticos? O como Kagan lo pone: “La historia ha vuelto y las democracias deben unirse para moldearla, sino otros vendrán a moldearla en nuestro lugar”.