Al-Qaeda y otros grupos islamistas militantes viven en un mundo de tinieblas donde hacen planes para asesinarnos a Ud. y a mí. Si esperamos que nuestros profesionales de inteligencia eviten que los terroristas logren su cometido, debemos darles las herramientas necesarias para conseguir que hagan su trabajo.
Pero recientemente, los líderes demócratas de la Cámara de Representantes no han estado por la labor de facilitarles esas herramientas. Se las han estado quitando. Hay demócratas de base que piensan que esto está mal – pero en año electoral pocos han sido lo suficientemente audaces como para manifestar alto o claro su desacuerdo.
No hace falta un Jack Bauer para entenderlo: Una forma de conseguir inteligencia útil sobre el terrorismo es interrogar a terroristas capturados. La tortura es ilegal en todos los casos y sin excepción. Pero sin llegar a ésta, hay una variedad de técnicas de interrogación que buscan sacar información infligiendo tensión y coacción; recompensan la cooperación y castigan el desafío. Tales técnicas son agresivas y conminatorias, ciertamente, pero no “sacuden la conciencia” – la definición de tortura comúnmente aceptada.
La semana pasada, le presentaron al presidente Bush una ley que habría prohibido a la CIA usar esos métodos, incluso en casos que involucran a combatientes ilegales sospechosos de tener conocimiento de inminentes ataques terroristas. Más bien, la ley habría restringido que la CIA use esos métodos suaves de interrogación que están autorizados para soldados y figuran en el manual de campo del Ejército de Estados Unidos – un documento al que los terroristas pueden tener acceso, leer y usar en su entrenamiento.
Bush rápidamente vetó la ley diciendo que ésta proscribiría técnicas que se han utilizado anteriormente para “prevenir de una serie de ataques”. Entre ellos: Ataques contra un campo de marines en Yibuti y un consulado de Estados Unidos en Pakistán así como tramas para estrellar aviones de pasajeros contra edificios en Los Ángeles y Londres.
El presidente enfatizó que su objeción a la ley no reside en “una técnica particular de interrogación; por ejemplo, no es por la tabla de agua, que no es parte del programa actual de la CIA” y que por iniciativa propia en 2006 la misma CIA descartó– habiendo reconocido que se había utilizado esa técnica en raras ocasiones pero con éxito como por ejemplo en el caso de Khalid Sheik Mohamed, arquitecto de los ataques del 11 de septiembre.
Esta semana, fracasó una tentativa de la Presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi para superar el veto del presidente. Pero Pelosi ha seguido bloqueando la votación de los miembros de la Cámara de una medida adicional – una ley acordada y aprobada con una mayoría bipartita de 68 a 29 en el Senado – para devolver a las agencias de inteligencia americanas la autoridad que tenían para monitorear a sospechosos terroristas extranjeros en el extranjero sin tener que demostrar primero “causa probable” ante un juez – un estándar difícil de lograr ya que muchos de los que planean actos de terrorismo aún no han cometido ningún crimen.
La ley también protegería a las compañías de telecomunicaciones contra demandas por miles de millones de dólares promovidas por abogados debido al “crimen” de cooperar con las agencias de inteligencia americanas después del 11 de septiembre de 2001. Las compañías de telecomunicaciones proporcionaron datos que se pudiesen “minar” en busca de pistas sobre ataques venideros.
Aunque parece ser que bastantes demócratas de la Cámara apoyarían esta legislación de sentido común, sólo unos cuantos han estado dispuestos a dejar saber a la presidenta en términos claros su deseo de que se les permita votar.
Es duro evitar llegar a esta conclusión: Estamos viviendo en lo que John Edwards podría denominar las dos Américas. En una, están los que piensan que estamos librando una guerra y que será mejor que luchemos con firmeza porque nuestro enemigo es peligroso. En la otra, están los que piensan que la “guerra” contra el islamismo militante es producto de la imaginación neoconservadora – algo apenas digno de mención.
Ésta no es ninguna exageración. Échele un vistazo a las webs de los candidatos presidenciales. En la de John McCain, bajo la rúbrica “Temas” verá “Seguridad Nacional” con un subtítulo “Lucha contra violentos extremistas islámicos y tácticas terroristas” así como una destacada mención a la “Guerra global contra el terrorismo” y a “Amenazas de estados paria como Irán y Corea del Norte”.
La web de Hillary Clinton, por el contrario, enumera 14 temas. Es muy llamativo lo que no figura en la lista: Terrorismo, seguridad nacional, la guerra contra terroristas islamistas e incluso política exterior. En su lugar lo que se encuentra es “Restaurar el estatus de Estados Unidos en el mundo”.
La web de Barack Obama muestra 25 temas – pero nuevamente la seguridad nacional y el islamismo militante no pasan el corte. En su lugar, en una sección sobre “política exterior”, él promete cerrar el centro de detenciones de Guantánamo (Lo que no dice es dónde albergaría a los terroristas que ahora están allí), y “liderar al mundo para combatir las amenazas comunes del siglo XXI: las armas nucleares y el terrorismo; el cambio climático y la pobreza; el genocidio y la enfermedad”.
Lo que Obama sí afirma es que él “acabará la lucha contra al-Qaeda” Lo que no especifica es qué armas usará para lograr ese cometido. Sin embargo, parece que él no cree que entre ellas haga falta una capacidad sólida para recoger datos de inteligencia.