Si damos por válidas las encuestas, las predicciones de los pronosticadores y expertos dignos de ese nombre, a estas alturas la próxima semana el presidente Obama estará frente a un nuevo clima político. Si sus asesores son dignos de ese nombre, estarán en este momento diciéndole: "Señor Presidente, necesitamos darle un vuelco a esta situación. No necesitamos que el país se la pase hablando durante meses sobre cómo perdió Ud. estas elecciones, cómo se ha debilitado, cómo los objetivos que tenía Ud. son inalcanzables".
Lo cual hace que uno se pregunte: Darle un vuelco, ¿cómo? La respuesta es simple aunque no complacerá a Obama: Necesita dejar atrás los asuntos domésticos que tanto le gustan y encargarse de los asuntos de seguridad nacional a los que le ha prestado menos atención.
Una Cámara de Representantes con mayoría republicana y un senado más igualitariamente dividido (ése es mi mejor pronóstico) probablemente limitarán los planes de Obama para redistribuir la menguante riqueza de una economía aletargada. No podrá ver aprobados sus ecológicos planes mataempleos como por ejemplo el sistema de canje de emisiones de CO2; ni la "verificación de tarjetas" de afiliación al sindicato (card check) que quitaría poder a los sindicalistas para dárselo a los mandamases sindicales.
Por el contrario, en los temas más urgentes de seguridad nacional, el presidente podría conseguir una mayoría bipartita, lograr victorias importantes y consolidar su poder para las presidenciales de 2012. Déjeme que le ofrezca sólo algunos ejemplos.
Maniatar a Irán: Entrará en los anales de la historia como una derrota terrible para Obama si los teócratas de Teherán, patrocinadores de terrorismo, adquieren armas nucleares bajo su mandato. La ley de sanciones consensuada por ambos partidos políticos ha hecho un grave daño a la economía de Irán. Sin embargo, hasta ahora, Obama no ha aplicado las sanciones contra los peores violadores de la ley.
Ni tampoco ha dicho Obama de forma inequívoca lo que hace falta decirse. Él debería estar explicando no sólo que a los líderes yihadistas de Irán no se les puede permitir que pongan los dedos en el botón nuclear, sino que el castigo económico que Estados Unidos y sus aliados están infligiendo a Irán busca liberar al pueblo iraní al que se está oprimiendo duramente y al que consideramos amigo.
Si Obama diera un discurso así, pronto los medios de comunicación tendrían que prestar atención. La reciente publicación de documentos en WikiLeaks confirma lo que algunos de nosotros hemos estado diciendo desde hace mucho: que la Guardia Revolucionaria Iraní e Hizbolá estuvieron profundamente implicados en Irak, matando americanos e iraquíes. En estos momentos, Irán también está haciendo posible que se mate a americanos en Afganistán. Obama podría desclasificar documentos de inteligencia que demuestren precisamente eso.
Finalmente, Obama debería repetir enfáticamente lo que ya ha dicho anteriormente: Si los líderes de Irán no cambian de rumbo, hay otras opciones en la mesa. No obstante, esto no significa solamente el uso de la fuerza militar. Sin duda alguna, los iraníes se habrán quedado de piedra con el misterioso virus Stuxnet que se ha estado comiendo la información de las computadoras que controlan sus instalaciones nucleares. No hace falta que Obama revele quién es el responsable (asumiendo que lo sabe) para sugerir que hay más sorpresas a la vuelta de la esquina.
Completar la misión en Afganistán: Eso significa derrotar a los talibanes, destruir el cuartel general de al-Qaeda en Pakistán y ayudar a que Pakistán se estabilice en lugar de que se radicalice. Se trata de inmensos desafíos, pero ya Obama decidió hace mucho encargarse de ellos. El fracaso no debe ser una opción. Obama tiene los mejores comandantes militares y las mejores tropas del mundo en quien confiar. Es hora de que Obama reconozca esto: Afganistán, Pakistán, Irán – así como Irak, Fort Hood y Times Square – son todos campos de batalla de una misma guerra global que hay que abordar con una misma estrategia global – una estrategia que él y sus asesores harían bien en desarrollar.
La carrera cíberespacial: En un futuro no muy lejano será posible que los cíbercombatientes causen apagones masivos, borren todos los datos de sistemas financieros y provoquen el caos de incontables maneras (recuerde lo mencionado sobre el virus Stuxnet). Ésta es la carrera espacial del siglo XXI – excepto que el resultado es mucho más trascendental. Obama debería invertir lo que haga falta en Estados Unidos para sacar una clara ventaja: unas cíberdefensas que ningún adversario pueda superar; cíberarmas que puedan poner de rodillas al enemigo.
Robustecer la red eléctrica: La red eléctrica de Estados Unidos sigue siendo vulnerable tanto a un ataque de pulso electromágnetico (EMP, por sus siglas en inglés) – algo que Irán, China y quizás otros estén desarrollando – como a un evento EMP que puede ocurrir de forma natural como resultado de una fuerte tormenta solar de ésas que se dan cada siglo. La última sucedió en 1859, cuando los americanos obviamente no dependían de la electricidad como ahora. Una ley (the GRID Act) habría autorizado al gobierno federal a que protegiese unos 300 transformadores gigantes de energía en todo el país. En agosto, se aprobó esa ley de forma unánime en la Cámara de Representantes, pero las provisiones clave de la legislación fueron retiradas por la senadora Lisa Murkowski (republicana por Alaska que ahora se ha presentado a la reelección como independiente) y el senador Jeff Bingaman (el presidente demócrata del Comité de Energía y Recursos Naturales). Con el apoyo de la Casa Blanca, esa ley se aprobaría.
Procesar la paz con cuidado: El presidente Obama no debería alentar la idea cada vez más popular de establecer un estado palestino a falta de acuerdo entre palestinos e israelíes. Hacerlo tendría una avalancha de repercusiones no deseadas. Entre ellas estarían, por ejemplo, una intensificación de la lucha de poder entre Hamás y Fatah. Con Irán apoyando a Hamás, Fatah sería el perdedor – a menos que intervenga Israel o Estados Unidos. Solamente trate de imaginarse ese panorama.
En resumen: La mayoría de americanos no espera milagros de sus altos cargos. Sin embargo, quieren que hagan lo puedan por fortalecer, no debilitar, la economía y por evitar que los enemigos de Estados Unidos le hagan daño al país. Durante los últimos dos años, Obama no ha dado muestras de estar muy interesado en lo que quiere la mayoría de americanos, prefiriendo más bien darles lo que él cree que necesitan. Tenemos esperanza en el cambio – después del 3 de noviembre.