Molly Norris no es tan conocida como el imán Feisal Abdul Rauf o el pastor Terry Jones. Pero usted tiene que saber quién es ella – aunque ya no lo sea. Déjeme que se lo explique brevemente.
En respuesta a las amenazas de islamistas militantes, esos guardianes de la cultura occidental como Comedy Central, la editorial de la Universidad de Yale y la Deutsche Oper han recurrido a la autocensura. Norris, una caricaturista del Seattle Weekly se inquietó – correctamente, creo yo – al ver nuestra renuncia en cámara lenta a la libertad de expresión que es un derecho fundamental.
Por tanto, se le ocurrió una idea: Instaurar el día "Todos a dibujar a Mahoma". Puede que no haya sido una gran idea – pocas lo son – pero lo que ella buscaba era hacer hincapié en algo bastante simple: La libertad implica el derecho de criticar y de caricaturizar. Ahora esta libertad se ve en peligro porque una minoría de musulmanes cree que se puede intimidar fácilmente a la mayoría de no musulmanes. Si todos nos alzamos en defensa de la libertad, pensó Molly Norris, seguramente los enemigos de la libertad cejarán en su empeño.
Lo que sucedió después: Anwar al-Awlaki, el clérigo nacido en Estados Unidos que alguna vez el New York Times denominó como moderado pero que en realidad es un comandante de al-Qaeda escondiéndose actualmente en Yemen, declaró una fatwa contra Norris para que cualquier musulmán dispuesto y capaz la asesinara. Norris retiró rápidamente su ofrecimiento para celebrar el día dibujando a Mahoma, pero ya era muy tarde. Como el Seattle Weekly alegremente informaba a sus lectores:
"Habrá notado que la caricatura de Molly Norris no está en el periódico esta semana. Eso es porque ya no hay ninguna Molly.
La talentosa artista está viva y bien, menos mal. Pero debido a la insistencia de importantes especialistas de seguridad del FBI, ella se ha "borrado del mapa", como dicen ellos: mudándose, cambiando su nombre y, en esencia, anulando su identidad. Ella ya no publicará más caricaturas en nuestro periódico o en la revista City Arts de la que ha sido colaboradora habitual. En realidad, ella se ha acogido a un programa de testigos protegidos, pero, como ella misma indica, sin la necesidad de que el Estado asuma ese costo...
Norris ve esta situación con su acostumbrada sensatez acerca de la complejidad y absurdidad del mundo. En una visita reciente, cuando los agentes del FBI le dieron instrucciones de que siempre estuviera alerta de no ser seguida, ella bromeó diciendo: 'Bueno, ¡al menos eso hará que no caiga en el narcisismo!' Le deseamos lo mejor".
En respuesta: El imán Feisal Abdul Rauf, que planea construir el centro islámico en la Zona Cero, decretaba su propia fatwa condenando a al-Awlaki: "¡Pido a cada musulmán en Estados Unidos que muestre solidaridad con Molly!" El presidente Obama, que abanderó la causa de la libertad religiosa para defender a Rauf según la Primera Enmienda, dijo a los periodistas: "La libertad de expresión también está garantizada por la Primera Enmienda y mi administración se propone hacer lo que haga falta para defenderla". Joe Klein de la revista Time y Peter Beinart de la web The Daily Beast rápidamente organizaron "un fondo para la defensa de Molly Norris" y recaudaron cientos de miles de dólares donados por artistas, periodistas, novelistas y estrellas de Hollywood. La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, en inglés), la organización Human Rights Watch y la ONU se movilizaron de inmediato.
Claro que el párrafo anterior no es más que pura fantasía. La realidad es que la saga de Molly Norris apenas ha llamado la atención de líderes políticos, periodistas de la élite o famosos. Tampoco han hecho nada aquellos que dicen representar a la comunidad islámica de Estados Unidos. Ni tampoco he visto que Human Rights Watch haya hecho nada. En cuanto a la ACLU, en realidad está defendiendo a al-Awlaki. En la ONU, los países de mayoría musulmana están presionando para que, según el derecho internacional, se prohíba criticar al Islam.
¿Cómo nos deja todo esto? Significativamente menos libres de lo que éramos. Uno puede satirizar, criticar e incluso demonizar a cristianos y judíos. Eso está garantizado por la Constitución de Estados Unidos. Pero cuando se trata del islam y de las sensibilidades de musulmanes extremadamente sensibles, ya no hace falta ser tan serio con el asunto de las protecciones constitucionales. Incluso al discutir estos temas, como estoy haciendo ahora, me estoy arriesgando a – no, es seguro de – que me tilden de islamófobo.
Pero la alternativa es ver cómo Molly Norris "se borra del mapa" y fingir que no está ocurriendo ningún cambio histórico. No es solamente Molly sino Estados Unidos y Occidente los que están cambiando, "en esencia borrando" nuestra identidad. ¿Seguimos siendo "tierra de los libres y hogar de los valientes"?
Como Molly, nuestros políticos, medios de comunicación y élites culturales junto con autoproclamados defensores de nuestros derechos y autoproclamados líderes de la comunidad musulmana de Estados Unidos, ven la situación con esa "acostumbrada sensatez acerca de la complejidad y absurdidad del mundo".
Y, sin duda alguna, ellos también nos desean lo mejor.