Israel está en guerra y si Israel perdiera, una gran parte del mundo no echaría ni una lagrimita. ¿Qué sucedería después de una derrota semejante? Nadie medianamente serio puede dudar de las intenciones genocidas de Hamás.
Abdalá Jarbu, el vicesecretario de Religión de Hamás, recientemente afirmó que los judíos "quieren presentarse ante el mundo como si tuvieran derechos, pero en realidad, son bacterias foráneas, un microbio sin par en el mundo". Luego rezó lo siguiente: "Que Él aniquile a esta gente asquerosa que no tienen ni religión ni conciencia".
Jarbu está afirmando una vez más lo que los patrocinadores iraníes han estado diciendo durante años. Kayhan, el periódico que es el órgano del líder supremo iraní Alí Jamenei, recientemente tildó a Israel de "tumor canceroso" que debe ser extirpado "del Oriente Medio islámico". La meta, según agregó Kayhan, debe ser la total aniquilación de Israel "de la geografía política de la región".
Estipulemos que no todos los que apoyan a la "Flotilla de la Libertad" de Gaza acogerían con agrado un segundo Holocausto. Pero también reconozcamos que todos los que no respaldan el genocidio sienten que es innecesario distanciarse de los que sí lo respaldan.
La periodista americana Helen Thomas fue grabada la semana pasada diciendo que los israelíes deberían regresarse "a Alemania y a Polonia". Lo chocante aquí no es el antisemitismo de Thomas (bien conocido desde tiempo atrás) sino que ella sólo estaba repitiendo, apenas con un poco más de sutileza, el mismo mensaje a los israelíes radiado la semana pasada desde el buque insignia turco de la flotilla: "Cállense y regrésense a Auschwitz". También hubo otro mensaje pro-terrorista: "Estamos ayudando a los árabes contra Estados Unidos, acuérdense del 11 de septiembre".
A pesar de la evidencia, la mayoría de los medios de comunicación ha estado divulgando la idea de que la gente a bordo de la flotilla iba en "misión humanitaria" en un intento de entregar ayuda necesaria. Pocos medios han mencionado que los palestinos ya son los recipientes de la ayuda exterior per cápita más grandes del mundo. Israel entrega 15.000 toneladas de ayuda todas las semanas a la gente de Gaza. Y más llega desde Estados Unidos y Europa a través de la ONU, organización que tiene toda una operación de ayuda masiva en Gaza, pero a la que los turcos han contribuido raquíticamente, como precisa mi colega Claudia Rosett.
Un periodista del Washington Post en Gaza observaba la semana pasada que "las tiendas están abarrotadas con todo tipo de alimentos, desde yogures israelíes frescos, pasando por hummus, hasta cereal de chocolate. Las farmacias se ven tan llenas como cualquier farmacia americana".
El periodista agregó, no obstante, que Gaza se ha convertido en "un mini estado del bienestar". Eso indica que lo que hace falta no es ayuda sino desarrollo – no toneladas de comida gratis sino de trabajos asalariados. Y eso, a su vez, requiere inversión en fábricas, empresas y agricultura. Gaza carece de ese tipo de inversión ya que es gobernada por Hamás que está otra vez en guerra con Israel. Los líderes de Hamas rechazan cualquier paso que pudiera llevar a la paz. Abdalá Jarbu puso muy en claro cuál es la posición de Hamás: "Yo condeno a cualquiera que crea en la normalización de relaciones [con los israelíes], a cualquiera que apoye la idea de sentarse con ellos y a cualquiera que crea que son seres humanos. No son seres humanos. No es gente".
Una de las organizadoras de la flotilla, Greta Berlín, americana de 68 años con una carrera en el teatro y la comunicación, era bastante sincera al reconocer que el principal propósito de la flotilla no era entregar ayuda sino parar las inspecciones que Israel hace a los cargamentos que llegan a Gaza.
Israel lo hace para reducir el número de misiles, explosivos y otras armas que Hamás recibe. Es decir, Berlín quiere aumentar la capacidad bélica de Hamás contra Israel, a sabiendas de que así matarán a más israelíes y palestinos como consecuencia. "La guerra es paz" escribía George Orwell en "1984". En 2010, los activistas bélicos son activistas de la paz. En realidad es peor que eso: Hasta los contrabandistas de armas son activistas de la paz siempre y cuando sean armas para asesinar israelíes.
Pero, ¿no era que la raíz de este conflicto es la "ocupación israelí"? Lo que pasa es que el conflicto comenzó mucho antes de que Egipto, Jordania y otros vecinos árabes de Israel se lanzaran a una guerra con la intención de borrar a Israel del mapa en 1967. Eso llevó a que Israel se quedara con el territorio de Gaza de Egipto y con la Margen Occidental de Jordania. Estos "territorios palestinos" jamás en la historia han sido gobernados por árabes palestinos.
Hace cinco años, Israel se retiró de Gaza, llevándose a cada uno de sus soldados y granjeros, sólo dejó los productivos invernaderos israelíes a la gente de Gaza que ésta rápidamente supo destruir. Si no los hubieran destruido, la gente de Gaza hoy podría estar exportando alimentos en lugar de misiles.
Observe también que en la Margen Occidental, donde las fuerzas de seguridad de Israel trabajan discretamente con las fuerzas de la Autoridad Palestina, la economía está marchando muy bien. El crecimiento económico anual es del 7% y está entre los más altos del mundo.
¿Son importantes estos hechos? La fiebre de antiisraelismo parece subir con demasiada rapidez para poder reducidirse con la compresa fría de la verdad. El odio al judío es cada vez más aceptable, incluso está de moda, no sólo en Oriente Medio sino en Europa y en algunos de los salones más finos de Estados Unidos así como en periódicos y blogs. Y ahora también parece emerger el interés en una "solución final" – por usar la apta frase de Hitler. Es poco probable que la repentina jubilación de Helen Thomas retrase perceptiblemente esa tendencia.
La pintoresca idea de que, habiendo aprendiendo las lecciones del Holocausto, la gente civilizada "nunca más" toleraría el genocidio se ha convertido en una broma cruel – basta recordar Camboya, Kurdistán, Ruanda, los Balcanes, Darfur y otros.
Los antisemitas radicales del siglo XX tenían una meta: la exterminación de los judíos de Europa. Los antisemitas radicales del siglo XXI también tienen una meta: la exterminación del Estado judío en Oriente Medio. Oponerse a la primera meta es mucho más sencillo que oponerse a la segunda.