En Washington, la brecha que divide a los dos partidos políticos es más grande que nunca. Los demócratas y los republicanos discrepan encarnizadamente en temas fundamentales de principios y política de acción. Por tanto, lo siguiente no debería pasar desapercibido: La semana pasada, el Senado de Estados Unidos aprobó por unanimidad una ley para imponer serias sanciones a Irán. Previamente la Cámara de Representantes ya había aprobado por 412 a 12 una ley similar. ¿Qué explica este repentino arrebato de armonía?
Los miembros del Congreso de ambos partidos parecen haber reconocido que si los que ahora gobiernan Irán adquieren armas nucleares, las consecuencias serán calamitosas.
La revolución iraní de 1979 comenzó con el derrocamiento del Sha, pero llevaba la intención de acabar con el dominio "infiel" en todas partes. Los duros del régimen ven a Irán como un coloso potenciado por el petróleo, dotado de armas nucleares, patrocinando terrorismo y desplegado por Oriente Medio al mismo tiempo que lidera una insurgencia global.
"La nación iraní ha superado a las superpotencias y está en el podio del vencedor" ha dicho el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad. Añadió que Occidente "bajará la cabeza ante la grandeza de la nación iraní. …Un mundo sin Estados Unidos y sin sionismo… es ciertamente factible".
Dentro de la élite que gobierna Irán, hay gente a la que se podría considerar como extremistas religiosos. Creen que la guerra es necesaria para provocar un apocalipsis. Solamente cuando millones de personas – iraníes entre ellos – estén gritando en agonía, entonces el Mahdi regresará a salvar al mundo. "Nosotros no adoramos a Irán, adoramos a Alá" decía en 1980 el ayatolá Jomeini, padre de la república islámica de Irán. "Porque patriotismo es otro nombre para paganismo. Y digo que permitan que esta tierra [Irán] se queme. Y digo que permitan que esta tierra se convierta en cenizas, con tal de que el islam emerja triunfante en el resto del mundo".
Puede que también haya moderados dentro del régimen, pero después de las elecciones notoriamente fraudulentas del 12 de junio de 2009, sus simpatías tendrían que estar con los disidentes contra el régimen y no con los mulás en el gobierno y su socio nazistoide, la Guardia Revolucionaria de Irán. Ningún moderado podría condonar la brutal respuesta del régimen contra aquellos que se manifestaban contra la dictadura: los asesinatos, los ahorcamientos, los encarcelamientos, las violaciones y la tortura.
¿Es posible evitar que los teócratas y matones de Irán consigan armas nucleares sin el uso de la fuerza militar? No lo sabemos porque nadie ha hecho el mínimo esfuerzo en averiguarlo. El presidente Bush, preocupado con Irak y bajo acusación crónica de "unilateralismo", encargó esta tarea a nuestros aliados europeos que se han pasado años hablando con diplomáticos iraníes y sin embargo no han llegado a nada.
El presidente Obama intentó un acercamiento con Ahmadineyad y el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo de Irán. Ellos han dejado muy en claro que consideran a Obama tan "satánico" como previos líderes americanos. Ni tampoco ha servido de nada ofrecerles la posibilidad de un "gran acuerdo", una oferta para acabar con el "aislamiento" de Irán y para "integrar" a Irán en la "comunidad internacional". Por un lado, los jomeinistas no quieren unirse a ese circo, ellos quieren dirigir el show. Por otro, Irán nunca ha estado verdaderamente aislado.
En este mismo momento, Irán está ganando miles de millones de dólares gracias a Europa; tiene enorme poder en la ONU; y sus representantes están en todas partes, incluso en Estados Unidos ya que trabajan desde la "Sección de Intereses" de la embajada de Pakistán en Washington y tienen una representación diplomática ante la ONU – o sea una embajada a todos los efectos menos en nombre – ubicada en la Tercera Avenida, en Manhattan. Los estudiantes iraníes siguen siendo bienvenidos en Estados Unidos para cursar estudios de física nuclear e informática – disciplinas que pueden emplear más adelante para emprender la guerra contra nosotros.
La ley del Congreso tendría como objetivo una debilidad en la armadura de Irán: su dependencia de las importaciones de gasolina. Sí, los iraníes comunes y corrientes sufrirán a medida de que el combustible se ponga escaso y más caro. Pero el presidente Obama es lo bastante elocuente como para explicar quién es el culpable de la situación. Podría agregar que los americanos anhelan no solamente levantar las sanciones sino trabajar con los iraníes en un espíritu de cooperación tan pronto como Irán tenga líderes interesados en tales relaciones.
Sería útil que el presidente Obama también ofreciera apoyo moral y material a aquellos iraníes que han estado manifestándose en las calles gritando: "¡Obama! ¿Estás con nosotros o contra nosotros?"
Por supuesto que primero las leyes de ambas cámaras deben amalgamarse en una. Los apologistas de los déspotas de Irán – hay muchos en los laboratorios de ideas en Washington y en el mundo académico – intentarán que se suavice. Desafortunadamente, la Cámara de Comercio de Estados Unidos también se les unirá porque no quiere que el gobierno interfiera con los intereses de las empresas. Aunque estoy de acuerdo con ese principio, tengo que hacer una excepción con Irán: Las sanciones son la mejor esperanza de prevenir pacíficamente que los déspotas como Ahmadineyad y Jamenei construyan un arsenal nuclear, algo que tendría muchos efectos negativos especialmente contra el comercio internacional.
Si el Congreso le da a Obama las herramientas necesarias para imponer sanciones serias, ¿las utilizará? Quién sabe… Pero lo que sí sabemos es lo siguiente: El presidente tiene la rara oportunidad de suscitar esperanza y cambio a escala global sin desplegar un solo soldado ni disparar un solo tiro. El académico Robert Kagan recientemente escribió que ayudar a que los iraníes reformen el actual régimen o lo sustituyan sería una hazaña "solamente superada por el colapso de la Unión Soviética en sus ramificaciones ideológicas y geopolíticas". Si Obama posibilitara la causa de la liberación iraní, "aseguraría su lugar en la historia como líder transformacional mundial".
En 1979, la revolución islamista de Irán fue el detonante de la guerra contra Occidente que padecemos desde entonces. Las atrocidades del 11 de septiembre de 2001 representan la batalla más devastadora que hemos tenido que enfrentar hasta ahora. La aparición de un Irán yihadista dotado con armas nucleares intensificaría el conflicto. Por el contrario, un gobierno iraní más preocupado por el bienestar de sus ciudadanos que por el poder y la conquista, aliviaría tensiones en Oriente Medio y en otras regiones. Si el presidente Obama contribuye a alcanzar ese resultado, merecerá y recibirá el apoyo de ambos partidos.