La Secretaria de Estado Condoleezza Rice anunció esta semana que funcionarios israelíes y palestinos habían acordado demoler más de mil casas de colonos israelíes en Gaza.
El New York Times informó: “Funcionarios palestinos no tenían muchas ganas de quedarse con las casitas de techos rojos y de clase media” porque según indicaron no eran muy apropiadas para las necesidades actuales.
Presuponemos que una preocupación clave para los israelíes debe ser que como consecuencia de su “retirada” de Gaza, los noticieros del mundo muestren a palestinos ondeando al viento banderas de organizaciones terroristas desde esos techos rojos, de clase media.
Semejante exhibición daría crédito a la alegación de que los israelíes han sido obligados a dejar Gaza – al igual que anteriormente fueron echados del Líbano y al igual que un día sean expulsados de cada centímetro de Israel. Esta semana Hamás se comprometió otra vez a la “yihad” contra la “entidad sionista” y que “continuará hasta la victoria o el martirio” o sea hasta que borren el estado de Israel del mapa o mueran en el intento.
Además de esta preocupación sobre alentar sueños de conquista y genocidio, los funcionarios israelíes también deben haber estado preocupados por el impacto psicológico que las imágenes de árabes apoderándose de hogares judíos hubieran tenido sobre sus propios ciudadanos, especialmente en esos israelíes que vienen de tierras árabes.
A menudo se olvida que la mitad de todos los judíos israelíes tienen sus raíces en lugares tales como Bagdad, Cairo y Trípoli. Las comunidades judías estaban bien establecidas en muchas capitales de Oriente Medio y de África del Norte, cientos de años antes de que esas capitales fuesen conquistadas y ocupadas a principios del siglo VII por ejércitos de la Península Árabe llevando la bandera de la nueva fe del islam.
Irak por ejemplo, fue por milenios hogar de una minoría judía importante. Hasta no hace mucho, en 1948, uno de cada 4 bagdadíes era judío. Después que la ONU hiciera la partición de Palestina, no obstante, cientos de judíos iraquíes fueron ejecutados. Otros fueron encarcelados. Se confiscaron hogares judíos. Finalmente la mayoría de los judíos huyeron.
En Yémen, por contraste, los judíos habían soportado durante largo tiempo un tipo de apartheid. No les estaba permitido caminar en pavimentos o montar a caballo. Se les obligaba a limpiar los baños públicos. Por ley, los huérfanos judíos tenía que ser convertidos al islam. No fue nada sorprendente que una vez que se estableció Israel, casi todos los judíos yemeníes buscaron refugio allí. Egipto estaba entre los líderes de la yihad declarada contra Israel en 1948. Esto era, en palabras del Secretario de la Liga Árabe Azzam Pasha “una guerra de exterminación”.
A medida que los soldados egipcios invadían Israel, las hordas atacaban el Barrio Judío del Cairo y las autoridades egipcias mandaron a los judíos sospechosos de simpatizar con Israel a campos de concentración en el desierto del Sinaí.
En total, se calcula que casi 900.000 judíos huyeron de los países con mayoría árabe dejando atrás casas, escuelas, sinagogas, cementerios y en muchos casos, antiguas culturas y tradiciones.
En este mismo período, un estimado de 650.000 árabes se fueron de Israel a Gaza, Cisjordania, Jordania y otros lugares.
También a menudo olvidado: A los árabes palestinos que se quedaron en Israel se les concedío la ciudadanía. Hay ahora más de un millón de árabes israelíes –cerca del 20% de la población del país. Mientras que las relaciones con sus vecinos judíos son a veces tensas, tienen más derechos que los judíos en países árabes tuvieron en el pasado; en realidad tienen más derechos que los árabes en la mayoría de países árabes en la actualidad.
Las mezquitas en Israel están bien cuidadas. Los árabes israelíes están en el Parlamento de Israel y se sientan en su Corte Suprema. Los drusos y los beduinos musulmanes sirven en las fuerzas armadas de Israel y muchos han dado sus vidas en defensa de Israel.
En el pueblo árabe israelí de Abu Ghosh el año pasado, conocí al líder de una comunidad que me contaba con orgullo que su abuelo había sido voluntario para pelear contra los 5 ejércitos invasores en 1948 y como resultado se convirtió en gran amigo de David Ben-Gurion, el primer Primer Ministro de Israel. Sacó una foto de su album para demostrarlo.
Sólo un radical diría que Israel no debería tener semejantes ciudadanos árabes. Sin embargo, lo que se ve como opinión moderada dice que un estado palestino del futuro tiene que ser Judenrein o sea limpio étnicamente de judíos. En realidad hasta la “moderada” Jordania tiene una provisión constitucional que prohibe específicamente que los judíos puedan llegar a convertirse en ciudadanos.
Es dentro de este contexto que los líderes israelí y palestino han acordado derribar esas casitas de techos rojos, de clase media en Gaza. ¿Será que esta acción preparará el camino –casi literalmente – para la paz entre Israel y un estado palestino? ¿O representará sólo la destrucción de otra comunidad judía más, un recordatorio del pasado, un presagio del futuro? Nadie lo sabe en realidad, los que menos lo saben son esos funcionarios israelíes y palestinos que cerraron este acuerdo – y no mucho más.