Hasta esta semana, el senador Joseph Lieberman era el representante más notable del ala Scoop Jackson del Partido Demócrata. Ahora, a esa ala ya le quedan muy pocas plumas.
El martes en la noche, Lieberman dio un elegante discurso de concesión – e inmediatamente lanzó su campaña como candidato independiente. Tiene buenas posibilidades. Connecticut tiene más votantes registrados como independientes que como demócratas. El desglose es: 850,000 sin afiliación, 675,000 demócratas y 430,000 republicanos. Además entre esos republicanos hay algunos que prefieren a Lieberman que a un candidato republicano mediocre o el prospecto de una victoria de Lamont.
La purga de Agosto de Joe Lieberman no es nada bueno para el Partido Demócrata. Ahora es, oficialmente, el partido de unos cuantos, no un partido mayoritario. Los americanos vieron el martes a Ned Lamont parado en el escenario con Al Sharpton de un lado y con Jesse Jackson del otro. Ni Sharpton ni Jackson han ganado alguna vez una elección. Uno espera de que no lo logre ninguno nunca.
No importa cómo le dé vueltas al cuento, el punto central en la plataforma de Lamont es que Estados Unidos acepte su total y absoluta derrota a manos de los terroristas e insurgentes en Irak – y por extensión, en breve, en todos los otros frentes también. No logra engañar a la mayoría de la gente el afirmar, como dijo Lamont, que él traerá las tropas de regreso y que en casa “recibirán una bienvenida de héroes”. En el mundo real, no es eso lo que les espera a los que han sufrido la derrota, por dolorosas que sean sus heridas, por grande que sea su valor en la línea de fuego.
La guerra que estamos luchando – en Irak, Afganistán y en otras partes – es desagradable y sangrienta, además no lo estamos haciendo muy bien. Pero así es la guerra del siglo XXI. O bien aprendemos a ganar ese tipo de conflictos o sino tendremos que acostumbrarnos a que nos den palizas; quizá hasta nos empiece a gustar que nos den palizas. Piense en el congresista demócrata John Murtha (D-PA) alardeando de las espantadas con las que ha estado de acuerdo anteriormente: Beirut en 1983, Somalia en 1993, como si esas espantadas no hubieran allanado el camino para el 11 de Septiembre de 2001.
Lo peor es que Lamont y sus partidarios creen que Estados Unidos se merece la derrota – por sus pecados, por sus crímenes, por sus fracasos, por los éxitos que ellos piensan que EE.UU. no se merece. No lo expresan como lo hace Ward Churchill pero se puede leer entre líneas.
Afirman que no será Estados Unidos quien enfrente la derrota: Sólo George Bush y los odiados neocons serán vencidos por las fuerzas anteriormente lideradas por Saddam Hussein y Abu Musab al-Zarqawi. Eso es el equivalente al pasajero de un barco diciendo que cuando el barco se hunda, sólo el capitán y la tripulación se ahogarán.
Éste también es un mal momento para Estados Unidos. Había una vez cuando los americanos se unían contra sus enemigos. En esta guerra, se ha permitido que nuestros enemigos nos dividan. Bush merece algo de culpa por ello. Pero esa desunión ha sido el objetivo de Lamont/Sharpton/Jackson/Murtha/Dean/Soros/Sheehan/Moore/Kos, el ala que triunfó esta semana en Connecticut.
El enemigo al que nos enfrentamos es un depredador. Si huímos de él, nos perseguirá. No podemos apaciguar al enemigo. No podemos hacernos inofensivos ante él.
Joe Lieberman entiende esto. Los compañeros demócratas de Lieberman en Connecticut lo han castigado por su visión de futuro. Ned Lamont y sus socios no entienden. Por su ignorancia los han premiado, pero al menos es sólo por el momento.