La eliminación del comandante de al-Qaeda, Abu Musab al-Zarqawi, presenta una oportunidad que no deberíamos perder: Ahora es el momento de revisar los objetivos de Estados Unidos en Irak.
La “Estrategia Nacional para la victoria en Irak” de la Casa Blanca se escribió hace 19 meses. A “medio plazo”, espera un Irak que sea “un ejemplo de inspiración para los reformistas de la región”. Aún no estamos allí.
A “largo plazo”, Irak debe convertirse en una nación que demuestre “los frutos del gobierno democrático” y que sirva de “motor para el crecimiento económico regional”. En este punto, la mayoría de americanos probablemente se conformaría con menos.
Esto no significa que la mayoría de americanos estén preparados para aceptar la derrota en Irak, que es lo que más de unos cuantos políticos de renombre están apoyando – no importa cómo lo presenten o a quién le echen la culpa. La derrota a manos de los terroristas islamistas militantes y los vestigios de las fuerzas de Saddam Hussein sería algo desastroso.
Las consecuencias se verían durante décadas. La percepción – y quizá la realidad – sería de que las fuerzas militares de Estados Unidos, a pesar de su destreza tecnológica y el coraje de sus tropas, no están a la altura de sus enemigos armados con celulares, abrepuertas de garaje (usados para detonar los artefactos explosivos improvisados) cuchillos de carnicero y cámaras de video.
Aquellos enemigos escogerían pronto nuevos campos de batalla, con la esperanza no poco realista de que la estrategia ganadora en Irak igualmente podría tener éxito en otras partes del mundo. Ayman al-Zawahiri, el segundo al mando en al-Qaeda, ha dicho muy específicamente que después de echar a los americanos de Irak, el plan es llevar “la ola yihadista” a países “vecinos de Irak”.
¿Cuántos suicidas se necesitarían antes de que Estados Unidos se retirase de Afganistán – siguiendo el precedente establecido no sólo en Irak sino también anteriormente en Somalia, Beirut, Irán y Vietnam?
Mientras se detonan bombas y se cortan cuellos en Jordania, Bangladesh, Indonesia, Malasia, las Filipinas y en otros sitios sería aparente que la realidad geopolítica ha sufrido un desplazamiento tectónico, que las fuerzas islamistas militantes poseen una forma efectiva de imponer su voluntad globalmente que los americanos no tienen.
¿Hay un término medio entre la derrota americana por una parte y la “victoria” por otra, definida como Irak floreciendo en un modelo económico y político? Sí y si no fuera por la nube hiperpartidista que rodea actualmente a Washington, ambos partidos políticos estarían tomando esa dirección.
Empezar con lo que debería ser obvio: Estados Unidos está librando una guerra contra una red de movimientos totalitarios y al-Qaeda es el más letal. Por esa razón, luchamos contra al-Qaeda donde sea que encontremos a al-Qaeda. Hoy al-Qaeda está en Irak. Así es que peleamos contra al-Qaeda en Irak. No retrocedemos ante al-Qaeda en Irak.
Eso implica que la eliminación de Zarqawi, tan importante como es, debe ser seguida de batallas adicionales. Debemos inutilizar la organización de Zarqawi. Probablemente no sea posible a corto plazo inutilizar completamente a al-Qaeda en Irak como para que ya no pueda cometer ataques terroristas o infligir bajas a las fuerzas americanas. Lo que debería ser factible: Abreviar la carrera de los sucesores de Zarqawi y mantener a las fuerzas de al-Qaeda huyendo y siempre en la diana. Y comunicar con efectividad que estamos haciendo justamente eso.
Se debe aplastar a los partidarios de Saddam. Eso no se consiguió durante el asalto americano inicial contra el régimen de Saddam. Por las razones que sean, se permitió que los más férreos defensores del dictador escaparan y se reagruparan. Hay que corregir ese error.
Y hace mucho que se necesita un esfuerzo serio para estabilizar Bagdad. La capital es el hogar de más de un cuarto de la población de Irak. Si se puede restaurar una apariencia de orden, si los iraquíes chiítas, sunníes y kurdos pueden vivir juntos en una seguridad relativa más allá de la Zona Verde, el impacto simbólico y psicológico sería enorme.
La Estrategia Nacional para la victoria en Irak sostiene que “ni los terroristas, ni los saddamitas ni los opositores pueden evitar el progreso político y económico de Irak”. Desgraciadamente esto es incorrecto en términos de estrategia. La experiencia de los 3 años transcurridos ha demostrado que mientras los comandantes terroristas puedan producir cadáveres día tras día y vivir para contarlo, ningún logro en el terreno no militar será visto como significativo o duradero, ni por la mayoría de los iraquíes ni por la mayoría de americanos.
Es hora de establecer un orden de prioridades: El objetivo fundamental debería ser la erradicación de las fuerzas que alguna vez lideraron Zarqawi y Saddam, sobre todo en la capital de Irak y sus alrededores.
Lograr ese objetivo es el prerrequisito necesario para todos nuestros otros objetivos. Es cierto que no sólo podemos ganar militarmente. Pero hasta que demostremos que no nos pueden derrotar militarmente, el desarrollo económico y político de Irak será frágil en el mejor del los casos.