¿Le sorprende que los terroristas aparentemente tengan en la mira objetivos tan inverosímiles como el edificio del Parlamento en Ottawa o la cadena de televisión Canadian Broadcasting Corp. en Toronto? ¿Se ha quedado atónito con la noticia de que alguien pueda siquiera tomar en consideración la decapitación del Primer Ministro de Canadá? ¿Está pensando en qué podría tener alguien en contra de una Canadá libre, democrática, liberal, multicultural, diversa y tolerante?
La pregunta se contesta sola. La libertad, la democracia, el liberalismo, el multiculturalismo, la diversidad y la tolerancia, éstos son justamente los atributos que los islamistas militantes encuentran más ofensivos.
Esta realidad es difícil de comprender para algunas personas. No debería ser así. Los nazis menospreciaron a las sociedades liberales como decadentes. Los comunistas rechazaron los valores democráticos como burgueses. Ahora los islamistas militantes ven a las naciones occidentales como los blasfemos. Esto es como el viejo vino totalitario pero en botellas nuevas.
Sayed Qutb, el Marx del islamismo militante lo afirmó inequívocamente: “La verdad y la falsedad no pueden coexistir en la tierra... la lucha liberadora de la yihad no cesará hasta que todas las religiones le pertenezcan a Dios”. Mirando al mundo a través de ese prisma, la libertad, la tolerancia y los valores democráticos no son virtudes, se transforman en síntomas de debilidad y deterioro moral.
Según la percepción islámica, los canadienses han fracasado en distinguir lo correcto de lo incorrecto, se han negado a discriminar entre monoteístas por un lado e infieles, idólatras y politeístas por el otro lado. Y Canadá otorga a sus ciudadanos derechos y poderes que pertenecen exclusivamente a Dios.
Aquellos que conocen la voluntad de Dios tiene la obligación de diseminar su mensaje a las masas ignorantes. Esto se puede lograr con sermones o con bombas. La Historia sugiere que la segunda opción puede incrementar ampliamente el poder de persuasión de la primera.
Sin duda, los islamistas militantes de Canadá también tienen otras quejas. Según se cuenta, los arrestados de la semana pasada planeaban tomar rehenes y exigir la retirada de las tropas canadienses en Afganistán.
Los islamistas militantes no se adhieren a la opinión de moda, ésa que dice que el aplastamiento de los talibanes era justificado de una forma en la que el derrocamiento de Saddam Hussein no lo era. Por el contrario, creen que los talibanes tenían esa clase de liderazgo que naciones como Canadá deberían estar disfrutando.
Los arrestados de la semana pasada estaban actuando localmente pero estableciendo vínculos globalmente. Según el National Post de Canadá, “antes de que los equipos tácticos de la policía empezasen con sus redadas el viernes en Toronto, por lo menos 18 personas ya habían sido arrestadas en relación con esto en Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Bosnia, Dinamarca, Suecia y Bangladesh”. Esto no significa que los arrestados formasen parte de una organización global. Lo que sí sugiere es que ellos son parte de un movimiento global. No se vence a tales movimientos echando a perder las oportunidades de enfrentarse a ellos o intentando apaciguarlos. El cómo derrotar ese tipo de movimientos es algo que recién estamos empezando a vislumbrar – ésa es la esperanza.
Los sospechosos arrestados en Canadá eran todos ciudadanos canadienses o residentes legales. Los primeros informes insistían en que “representan un amplio estrato de nuestra sociedad” pero esa descripción no aguantó el escrutinio.
Debería ser obvio que la mayoría de musulmanes canadienses no son terroristas. Debería ser igualmente obvio que la comunidad musulmana de Canadá tiene enfrente un grave problema. ¿Qué aprendieron esos jovencitos de sus líderes religiosos en sus mezquitas? ¿Sus vecinos no notaron hacia dónde se encaminaban? ¿Fue simpatía o miedo lo que los previno de hablar? Y si era miedo, ¿miedo de quién?
Los americanos por lo general esperan que los inmigrantes no sólo adopten la ciudadanía americana sino que también abracen la nacionalidad americana, que veneren la Constitución de Estados Unidos y que aprendan a hablar inglés. Nuestros vecinos del norte que son más multiculturales han exigido menos cosas a los que solicitan sus pasaportes. Los canadienses también les han hecho menos preguntas a sus inmigrantes sobre sus convicciones religiosas y políticas. Hace poco, el gobierno canadiense incluso estaba tomando en consideración permitir que los musulmanes pudiesen sustituir la ley islámica (Sharia) en lugar de la ley civil. Será enriquecedor ver si este episodio produce algunos cambios en la mentalidad canadiense.
Esto no significa que se sugiera que cada inmigrante a Canadá deba intentar convertirse en un bebedor de cerveza Molson, jugador de hockey y en Dudley de la montaña pronunciando orgullosamente la letra Z. ¿Sería mucho pedir que los canadienses insistiesen en que los que quieran establecer sus hogares en el Gran Norte Blanco no aspiren a convertirse en suicidas y decapitadores de infieles?
Los pueblos libres, si han de seguir siendo libres, necesitan controlar sus fronteras. También deben usar la discreción para escoger a quién le dan la bienvenida como vecino y compatriota.