Durante la Guerra Fría, había comunistas, anticomunistas y anti anticomunistas. Sería injusto tildar de procomunistas a los anti antis. Pero eran los anticomunistas – los guerreros de la Guerra Fría – a los que los anti antis se oponían con más vehemencia.
Hoy en día, hay terroristas, antiterroristas y anti antiterroristas. Sería injusto tildar de proterroristas a los anti antis. Pero son los anti antis los que critican con más dureza a aquellos que luchan contra los terroristas y contra las ideologías islamistas militantes.
Los anti antis son claramente la fuerza dominante en todo campus universitario de Estados Unidos. El catedrático Ward Churchill les ha enseñado a sus alumnos que los americanos incinerados y enterrados en Nueva York el 11 de Septiembre de 2001 eran “Pequeños Eichmanns”. El lenguaje es extremo pero lo que Churchill quiere decir – que Estados Unidos es tan opresor que invita y merece el terrorismo como represalia – es compartido por muchos en su cohorte académica.
La semana pasada recibí la llamada de un periodista del Fort Worth Star-Telegram. La Universidad de North Texas, decía, estaba planeando premiar con un doctorado honoris causa a Adbel Al-Jubeir, un destacado portavoz de Arabia Saudita. La universidad otorga esos títulos a personas que “han contribuido meritoriamente en la sociedad para ampliar el entendimiento humano y enriquecer la vida humana”. El periodista quería saber si yo tenía algún comentario. Creo que me puse a balbucear.
¿Cómo puede cualquier americano inteligente y en sus cabales considerar como “haber contribuido meritoriamente en la sociedad” el encargarse de la propaganda de un régimen que priva a las mujeres y a las minorías de los derechos humanos básicos, que es tan intolerante que prohibe practicar su fe en el territorio a los no musulmanes, que sentencia a la pena capital a los musulmanes que se convierten a otra religión y que promueve una ideología de la cual nace el terrorismo islamista militante?
También los medios tienen más que su parte correspondiente de anti antis y no estoy hablando sólo de los blogs izquierdistas que comparan desfavorablemente al Presidente Bush con Saddam Hussein y Osama bin Laden. Hace poco, la noticia más importante en la primera plana del Washington Post llevaba este titular: Las fuerzas militares resaltan el papel de Zarqawi: El jordano representado como amenaza foránea a la estabilidad de Irak”.
¿Hay alguien – incluyendo a Ward Churchill – que pueda decir que Abu Musab al-Zarqawi, el comandante de al-Qaeda en Irak, no es amenaza foránea a la estabilidad de Irak”?
Al parecer hay una razón más convincente para que el Post objete a lo que acusa de “campaña de propaganda” de los militares: Se cita a un coronel americano diciendo que Zarqawi y otros “insurgentes foráneos” son sólo “una muy pequeña parte de las verdaderas cifras” de los que están luchando contra las fuerza gubernamentales iraquíes y la coalición liderada por Estados Unidos.
Esto simplemente ignora el hecho que al-Qaeda es responsable de la mayoría de atentados suicidas en Irak. En realidad, el día después de la noticia del Post, el portavoz de las fuerzas militares americanas, el General de División Rick Lynch emitió un comunicado diciendo que más del 90% de los ataques suicidas en Irak son “ejecutados por los combatientes reclutados, entrenados y equipados por Abu Musab al-Zarqawi, el líder de al-Qaeda en Irak”.
Podría haber añadido que los atentados suicidas – junto con las bombas de carretera y las esporádicas decapitaciones de rehenes – son la táctica principal que usan las fuerzas que luchan para evitar el surgimiento de un nuevo Irak. No es sin embargo como si los “insurgentes foráneos” estuviesen atacando con ataques aéreos y terrestres o protagonizando batallas navales.
E irónicamente lo que ayuda a que los atentados suicidas sean efectivos es la cobertura mediática que atraen. Los principales medios de comunicación no describen ni siquiera los ataques más despiadados contra civiles como atrocidades que deberían despertar indignación y fortalecer la resistencia. Más bien, los medios sugieren que los ataques sean vistos como evidencia de que los “insurgentes” están teniendo éxito y que Estados Unidos está fracasando en su obligación de “estabilizar la situación de seguridad”.
El Primer Ministro británico Tony Blair afirmó recientemente: “Los terroristas usan nuestros medios de comunicación con una sagacidad que sería la envidia de muchos partidos políticos. Cada matanza va sumando al saldo de víctimas. Pero de alguna manera eso sirve más bien para resaltar nuestra responsabilidad por el desorden en lugar de que sea por el acto de maldad que lo ocasiona”.
Linda Chávez, que dirige un centro de investigación política y escribe artículos de prensa, observaba no hace mucho que los anti antiterroristas “asumen que el gobierno de Estados Unidos tiene viles intenciones al mismo tiempo que piden a gritos la protección de los derechos de los enemigos de Estados Unidos”. Pero los anti antis han subido el listón a tal punto que: Ahora los anti antis en una universidad americana están colmando de honores a un propagandista saudí mientras que los anti antis en un gran periódico se quejan que la “propaganda” americana busca difamar a un terrorista maestro de al Qaeda.
Ni George Orwell podría haber inventado todos estos disparates.