El problema no es que Hamás no reconozca a Israel. El problema es que Hamás no puede reconocer a Israel.
Hamás es un grupo terrorista que se ha convertido en un partido político. Y sin embargo, hay algo mucho más significativo, es una organización religiosa y parte de un movimiento global.
Ese movimiento va bajo varios nombres: Islamismo militante, fascismo islámico, yihadismo radical y salafismo, entre otros. Los rivales por el liderazgo del movimiento incluyen a Osama bin Laden y al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad.
Hace poco hablé con un distinguido erudito religioso musulmán moderado y me decía que en el islam no sólo la gente y las comunidades tienen derechos. Dios también tiene derechos. Para Hamás, es un artículo de fe – en el sentido más literal – que cualquier territorio conquistado por guerreros islámicos pasa a pertenecer a Alá. Si esas tierras son reconquistadas por infieles, es obligación de los musulmanes librar una yihad, una guerra santa, para recuperarlas.
Uno puede materializar esta obligación religiosa o puede no conseguirlo. Lo que uno no puede hacer, según Hamás, es violar Sus derechos. Tal como lo dicen claramente los Estatutos de Hamás: “La tierra de Palestina ha sido un Waqf [don] islámico a través de generaciones y hasta el Día de la Resurrección, nadie puede renunciar a ella o a una parte de ella, no abandonar ni a una parte de ella”. Por esta razón, Hamás “lucha por izar la bandera de Alá sobre cada centímetro de Palestina”.
Esto no significa que Hamás tenga que empezar una guerra total contra Israel de forma inmediata. Los líderes de Hamás pueden tener buena voluntad, hasta el deseo de mantener una hudna, un período de tranquilidad con Israel. No es ningún pecado – ni religioso ni de estrategia – pelear después si eso significa que hay más posibilidades de ganar, mejor que hacerlo antes si eso significara que hay más posibilidades de perder.
Entender esto es darse cuenta que es poco realista que los diplomáticos le exijan a Hamás que renuncie y contenga la violencia por interés propio.
Los líderes de Hamás necesitan ser guiados para llegar a la conclusión – por ahora – de que Israel es demasiado fuerte para ser retado. Se les debe comunicar de manera muy clara que ellos serán personalmente responsables por cada ataque que se origine en el territorio que ellos controlan, incluso si se puede afirmar plausiblemente que ha sido otro grupo terrorista – por ejemplo la Yihad islámica palestina o las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa – quien haya disparado un misil o enviado a un terrorista suicida.
A Israel no se le debe impedir que responda con dureza a cualquier provocación, tan enérgicamente que incluso los líderes de la línea más dura en Hamás tengan que reconocer que la violencia es contraproducente. Hamás no debería recibir ninguna ayuda de ninguna clase por parte de la comunidad internacional a menos que demuestre que sí puede controlar a los asesinos y que así lo hará.
En otras palabras, una vez que Hamás tenga la autoridad, debe forzársele a aceptar también la responsabilidad; más aún porque Hamás no se ha impuesto sobre los palestinos sino que han sido elegidos por los palestinos.
Es ingenuo por parte de americanos, europeos e israelíes creer que pueden lograr que los líderes de Hamás cambien sus profundas creencias religiosas. Pero hacer cálculos por intereses propios afectará su comportamiento. Ahora no es el momento de tratar de cerrar un acuerdo de paz o un tratado final sobre las fronteras entre Israel y un estado palestino. Lo que se puede lograr es lo que Henry Kissinger ha llamado “un entendimiento interno a largo plazo”.
Según las encuestas hechas desde que Hamás ganó las elecciones, dos tercios de los palestinos no están de acuerdo con el rechazo al derecho de existir de Israel basado en la religión. La mayoría de los palestinos siguen estando a favor de la solución con dos estados, especialmente si la alternativa es la disputa y las privaciones por tiempo indefinido.
¿Podría ser que Hamás se comportara como un partido político normal y que cambiase sus posiciones para alinearse mejor con el sentir de los electores? Eso es muy, muy improbable. ¿Podría Hamás persuadir a la mayoría de los palestinos a asumir su opinión de paz con Israel basada en la religión como una imperdonable apostasía? Sí, por supuesto, pero eso será menos probable si se castiga constantemente al terrorismo, no que se le premie; y si los palestinos se dan cuenta que su odio e intransigencia antiisraelí es lo que no permite que sus vidas y las vidas de sus hijos prosperen.
Si llegan a entenderlo, los palestinos elegirán líderes diferentes: Políticos que puedan llegar a acuerdos en lugar de extremistas religiosos que no pueden conseguirlos.
Gobernar es escoger. Una comunidad internacional que respete a los palestinos permitirá que ellos escojan y que acepten la responsabilidad de su elección. No los tratará como bebes, tratando de protegerlos de las consecuencias de sus decisiones (incluyendo la elección de Hamás). También garantizará que cuando los palestinos estén listos para elegir otros rumbos, tengan la libertad de poder hacerlo así.