La guerra en Irak es un proyecto neoconservador, ¿no? Sí, en el sentido que inmediatamente después del 11 de Septiembre, el presidente Bush, el Vicepresidente Dick Cheney, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y la Secretaria de Estado Condoleezza Rice han pasado a creer que “la defensa de la libertad exige el avance de la libertad”.
Pero se nota poquito el hecho que algunos de los defensores más sólidos de esta idea revolucionaria estén en la izquierda.
El Primer Ministro Tony Blair, líder del Partido Laborista de Gran Bretaña, es el ejemplo más obvio. “Un Irak democrático” insistió a principios de año, “no es sólo un paso gigante hacia adelante para el mismo Irak; es un golpe directo al corazón del terrorismo global que busca la destrucción no sólo en Irak pero en Gran Bretaña y en cada gran país del mundo”.
Puede que Blair sea una figura rara de la izquierda, pero no está solo, como ha sido demostrado por Thomas Cushman, catedrático de Sociología en Wellesley y editor en jefe del Boletín de Derechos Humanos. Cushman ha editado “Cosa de principios: Argumentos humanitarios a favor de la guerra de Irak”, una colección de ensayos de 24 pensadores de izquierda y/o progresistas, “todos representan lo que podría llamarse una tercera opinión. Los elementos básicos de esta perspectiva son un fuerte compromiso progresista con los derechos humanos, solidaridad con los oprimidos y una firme posición frente al fascismo, el totalitarismo y la tiranía” escribe Cushman.
Entre los más conocidos de los colaboradores está Christopher Hitchens, un autodescrito socialista, que hace dos años regañó a los principales medios de comunicación por “no hacer su trabajo” en relación con las “innumerables conexiones” entre Saddam Hussein y Al Qaeda.
Ese error de los medios sólo se ha convertido en más atroz desde que Stephen Hayes publicó “La conexión” así como un nuevo y muy detallado artículo en The Weekly Standard usando documentos de los Servicios de Inteligencia Iraquíes (SII) recientemente recuperados en Irak. Entre ellos: un memorándum interno de la inteligencia iraquí fechado 28 de Marzo de 1992 que específicamente enumera a Osama bin Laden como un activo del SII, porque tiene “buenas relaciones con nuestra sección en Siria”.
El apoyo de Hitchens a la liberación de Irak no ha sido óbice para que deje de criticar a Bush. En realidad, escribe, “podría decir que casi no hay error que la administración Bush no haya cometido”.
Lo mismo puede decirse de Paul Berman, autor de “Terror and Liberalism” y otro de los colaboradores de la antología de Cushman. Berman ha llamado a Bush “un político excepcionalmente repulsivo”. Pero no entra en el tipo de polémica “Bush-mintió-gente murió”.
Por el contrario, observa que aunque no se encontraron las armas de destrucción masiva en Irak después que se derrocara a Saddam (tal como los grandes servicios de inteligencia esperaban), “hay un progreso impresionante siguiendo la pista de programas de armamento y tráfico en Libia, Irán, Dubai y Pakistán. Algunas personas seguirán insistiendo que ese repentino progreso en estos temas no tiene nada que ver con Irak y que las piezas de dominó cayeron simultáneamente por pura coincidencia.... pero hay gente que cree cualquier cosa”.
En una vena similar, Adam Michnik, destacado dirigente del movimiento sindical Solidaridad de Polonia dijo que “en el conflicto entre regímenes totalitarios y la democracia, no debemos dudar en proclamar de qué lado estamos”.
Ann Clwyd, miembro del Parlamento británico por el partido Laborista escribe: “Deberíamos haber enfrentado a Saddam mucho antes. Pero ahora que ha sido depuesto, necesitamos comprometernos para trabajar con los iraquíes, para construir una sociedad nueva, fundada en los ideales de la democracia y los derechos humanos. Y necesitamos mantener el rumbo para posibilitarles el éxito”.
Ian Buruma, catedrático Luce en Bard College escribe sobre la “parálisis moral de la izquierda cuando se trata de tiranos no occidentales” añadiendo: “Cuando los hindúes matan musulmanes, o africanos matan africanos, o árabes matan árabes, los expertos occidentales hacen como que no se dan cuenta, o encuentran explicaciones históricas, o culpan a las heridas del colonialismo... Pero si hombres blancos, sean americanos, europeos, sudafricanos o israelíes, hacen daño a alguien de color, arde Troya... Alguien dirá que esto está bien porque sólo nos podemos responsabilizar de los nuestros. Pero sería una perspectiva racista de los temas mundiales”.
Entre los que Cushman no incluye en ese volumen están el senador Joseph Lieberman, líder de la reducida “Ala de Scoop Jackson” del Partido Demócrata, R. James Woolsey, primer director de la CIA con el Presidente Clinton, el ex presidente de Checoslovaquia Vaclav Havel, así como Martin Peretz y Peter Beinart de “The New Republic”.
Estas personas no son apóstatas – son disidentes. A diferencia de muchos en la izquierda, sus verdaderas creencias no han sido barridas por un tsunami post-humanitario. Se niegan a condonar – o a minimizar – los crímenes y la amenaza del baazismo, yihadismo radical y otras variedades de fascismo contemporáneo.
Estemos o no de acuerdo, es gente seria haciendo preguntas serias, en especial, como dice Paul Berman: “La pregunta de cómo una sociedad libre puede perdurar por algo más que un ratito”.