Nuestros enemigos en Irak nunca han ganado una batalla contra las fuerzas americanas. No retienen una sola provincia, ciudad o pueblo. En realidad, en términos militares no han conseguido virtualmente nada. Entonces, ¿a qué se debe el debate sobre quién está ganando?
Aquí el por qué: Nuestros enemigos en Irak no buscan una victoria militar. Su objetivo es la victoria psicológica que sea seguida de una victoria política. Al llenar las calles de Irak de muertos quieren desmoralizar a los americanos y afectar a los políticos en Washington para que empiecen a aceptar el prospecto de la retirada y la derrota.
Para conseguirlo, nuestros enemigos deben confiar en que los medios de comunicación occidentales transmitan el caos que provocan. Los medios han sido muy cooperativos. “Si sangra, manda” es una regla que se aplica no sólo a las noticias locales. Los avances alentadores fuera de Irak raramente son fotogénicos.
Aunque es difícilmente admirable, puede ser inevitable. Más difícil de entender es el por qué tantos periodistas han caido en el hábito de ver los atentados suicidas, asesinatos, secuestro de rehenes y decapitaciones no como atrocidades salvajes e imperdonables sino como síntomas y símbolos del fracaso americano.
En otras instancias, es peor que eso. En el programa “¡Democracia ahora!” emitido a mas de 300 estaciones de radio y televisión no comercial, la presentadora Amy Goodman entrevistó hace poco al periodista británico Patrick Cockburn. Ambos estuvieron de acuerdo en que Irak se ha convertido en “el lugar más peligroso del mundo”.
Ambos le echaron la culpa de eso directamente a Estados Unidos – no hubo una sola palabra de crítica hacia aquellos que cometen los asesinatos. Por el contrario, Goodman y Cockburn se refirieron a los asesinos como “la resistencia” sugiriendo una comparación entre los terroristas en Irak y los franceses que pelearon clandestinamente por su país en la Segunda Guerra Mundial. Implícitamente estaban comparando a los americanos con los nazis.
Es una interpretación estrambótica de la realidad iraquí. Nunca hubo una insurgencia kurda contra americanos o contra los líderes iraquíes que Estados Unidos ha apoyado. Por el contrario, los kurdos estaban entre esos iraquíes que dieron la bienvenida a la intervención americana agitando banderitas con los brazos abiertos.
La insurgencia iraquí liderada por Muqtada al-Sadr ha sido pacificada con efectividad hace algún tiempo ya y ninguna revolución chiíta ha ocupado su lugar. Los chiítas y los kurdos juntos constituyen alrededor del 80% de la población iraquí.
Acerca del 20% de la minoría suní, su insurgencia también parece estarse desvaneciendo. Esta semana, varios altos clérigos sunníes iraquíes estaban buscando apoyos para lanzar una fatwa, un edicto religioso, y hacer un llamamiento a los creyentes para que participen en el proceso político votando en las futuras elecciones y ayudando a redactar una nueva constitución.
Lo que queda es Al-Qaeda. Caracterizar a los extranjeros fanáticos bajo la batuta de Abu Musab al-Zarqawi como “resistencia” es más que absurdo. Y sugerir que los atentados suicidas de Al-Qaeda son grandes victorias en batallas decisivas es.... bueno... pueden estar en lo correcto si ese terrorismo estuviese teniendo el deseado impacto psicológico y político en las audiencias americanas.
Zarqawi se siente seguro que poco importa si, en un día determinado, elimina a un batallón de marines americanos o si derriba un restaurante bagdadí. De cualquiera de las maneras, él consigue su película de las 11 y muchos americanos reaccionarán no con repulsión o rabia o reafirmando su compromiso para derrotar ese barbarismo, sino que mas bien verán minada su voluntad de luchar y sucumbirán ante el derrotismo.
Zarqawi se está jugando literalmente la vida por la idea de Osama bin Laden sobre el patrón de comportamiento americano en lugares como Líbano y el cuerno de África. “Hemos visto... el ocaso del gobierno americano y la debilidad del soldado americano, que está listo para pelear guerras frías pero no está preparado para luchar largas batallas” dijo bin Laden en una entrevista en 1998. “Esto se vio ratificado en Beirut cuando los marines huyeron después de dos explosiones... se repitió en Somalia también... Después de unas cuantas explosiones, salen corriendo derrotados”.
El propósito de la guerra, de acuerdo al filósofo militar prusiano Karl von Clausewitz, es obligar a tu enemigo a aceptar tu voluntad. Para lograr eso, Zarqawi no necesita ganar ninguna victoria militar, sólo necesita mantener brotando el flujo de sangre y manipular a los medios para que emitan sus sangrías mientras que los asesinos son juzgados con menos severidad que los que no pudieron prevenir la matanza.
De esta forma, Zarqawi puede ejercer una fuerte influencia psicológica y política y quizá tenga éxito en moldear las acciones americanas a placer. Eso significaría que Al-Qaeda podría reivindicar, no sin razón, que se ha convertido en la primera potencia islámica del mundo.