Estados Unidos no está luchando una guerra contra el islam. Estados Unidos está luchando una guerra contra el islamismo.
La diferencia entre islam e islamismo es directa: El islam es una religión, una fe, la base de una gran civilización y cultura, una que alguna vez dominó el mundo.
Por contraste, el islamismo es un “ismo”- una teoría, una doctrina, un movimiento político. Los islamistas creen que los musulmanes tienen un derecho divino para dominar el mundo, o tal como lo pone el teórico islamista Abdulá Azzam es un deber instaurar “el dominio de Alá sobre la Tierra”.
El ex diplomático y erudito pakistaní Husain Hoqqani cita un folleto de Lashkar-e-Taiba (Ejército de los puros) -- grupo islamista que, según se informa, está ligado a los recientes atentados de Londres – en el que se declara que “Estados Unidos, Israel y la India son enemigos existenciales del islam” y pone en su lista de objetivos “restaurar la soberanía islámica en todas las tierras que los musulmanes alguna vez dominaron incluyendo España, Bulgaria, Hungría, Chipre, Sicilia, Etiopía, el Turkistán ruso y el chino.... Hasta partes de Francia que llegan a 90 kilómetros a las afueras de París”.
En teoría, es posible ser un islamista y no apoyar el terrorismo. Un islamista puede creer que hay maneras pacíficas para que los musulmanes logren el poder y la gloria que se merecen. En la práctica, no obstante, es excepcional encontrar un islamista con escrúpulos respecto a la matanza de “infieles”.
La periodista nacida en Egipto Mona Eltahawy ha lamentado el hecho que muchos intelectuales árabes o musulmanes ni siquiera se animan a condenar los atentados suicidas que se llevan a cabo en nombre del islam. Aunque se autoproclaman moderados son “poco más que apologistas de un terrorismo que no sólo mata docenas de inocentes sino que arruina las vidas de millones de musulmanes que viven en Occidente”.
Los islamistas han estado haciéndole la guerra a Estados Unidos por más de una generación. La toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán fue un acto de guerra perpetrado por los islamistas que llegaron al poder con la Revolución iraní de 1979. El atentado de 1983 contra el cuartel de marines americanos en el Líbano también fue un acto de guerra, así como lo fueron otros ataques en esa década y en los años 90.
Después del 11 de Septiembre de 2001, el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, se convirtió en el islamista mejor conocido del mundo. La sofisticación y lo letal de sus ataques hicieron que los camiones-bomba y los secuestradores de rehenes pareciesen aficionados. Pero mucho antes que fuésemos sorprendidos con las capacidades de bin Laden, nos deberíamos haber dado cuenta de sus intenciones. En 1996, bin Laden publicó su “Declaración de guerra contra los americanos”.
Los líderes americanos fallaron en su respuesta ante esa amenaza al igual que fallaron dos años después cuando bin Laden escribió: “Hay dos partes en este conflicto: El cristianismo mundial, que está aliado con los judíos y el zionismo, liderado por Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel. La otra parte es el mundo islámico”. Por añadidura, bin Laden publicó una fatwa, un decreto religioso, donde apelaba a los musulmanes para que matasen americanos – civiles y militares por igual.
La amplia mayoría de los musulmanes no hicieron caso a su llamamiento. Pero algunos sí lo hicieron. Y poquísimos musulmanes, especialmente poquísimos líderes religiosos, dieron la cara para decir enérgicamente que bin Laden era un renegado, un enemigo del islam que llena a esa fe de vergüenza.
Una de las razones por la que éso no sucedió fue el miedo. El catedrático de Harvard Ahmed H. al-Rahim señala que algunos musulmanes que critican el islamismo – por ejemplo el escritor Farag Fouda—han sido asesinados. Otros – por ejemplo, Sayyid Mahmud al-Qimany—han sido amenazados, así es que para “ahorrarle a su familia el destino de Fouda, Qimany se retractó de todos sus escritos y prometió no volver a escribir nunca más... su única arma era la pluma y se la tuvo que entregar a los islamistas al igual que otros, antes que él, les entregaron sus vidas”.
En este punto el erudito Mamoun Fandy ha escrito “necesitamos desesperadamente una serie de fatwas que declaren que el islam no condona la violencia contra gente inocente.... También necesitamos excluir de entre nosotros a esos que creen que la violencia es la forma de defender el islam.... También es hora que le quitemos el nombre de “mezquita” a cualquier sitio en el que se preparen cocteles Molotov”.
La guerra declarada contra América es en realidad contra todo el mundo libre, naciones que los islamistas ven como decadentes, débiles y satánicas. Al-Rahim ha propuesto que los musulmanes que rechacen la belicosa interpretación islamista del islam tienen que encontrar el coraje para decirlo sin ambigüedades y en público.
“¿Por qué no una Marcha del millón de musulmanes en Washington?”, escribía, “de ciudadanos musulmanes que obedecen la ley y piden a gritos que se rescate su fe de las manos de aquellos que matan inocentes en su nombre?”.
Y si hubiese un “movimiento por la paz” serio, ¿sus miembros no podrían manifestarse con un cartelón que diga “Detengan la guerra contra el mundo libre”?
¿No se manifestarían a las puertas de las embajadas de Irán, Siria y otras naciones dominadas por amos terroristas? ¿No protestarían también a las puertas de la mezquita londinense de Finsbury, uno de los muchos “lugares de culto” donde se predica una ideología de odio y asesinato y en ocasiones hasta se practica?