Cuando se trata de economía, todos sabemos diferenciar entre nuestra derecha y nuestra izquierda. Los que están a la derecha, confían más en el mercado que en el gobierno. Para los que están a la izquierda, el asunto es al revés.
En lo que se refiere a los asuntos internacionales, el asunto se complica. Sin embargo, me dejó asombrado la afirmación de la columnista Peggy Noonan al decir que Barack Obama podría “irse más fácilmente a la izquierda en temas de relaciones exteriores ya que nadie sabe con exactitud lo que es irse a la derecha en temas de relaciones exteriores, al menos si por ‘derecha’ uno quiere decir ‘conservador’”.
¡Caramba! Aunque me guste y admire mucho a Peggy, que fue una de las mejores redactoras de discursos del presidente Reagan, pienso que ella está muy equivocada en esto. Y eso es deplorable: Sería mejor que pudiéramos ser capaces de discutir los asuntos de relaciones exteriores y seguridad nacional sin la animosidad del debate izquierda-derecha, conservador-progresista. Pero ahora los choques ideológicos van más allá. Hace siete años, después del peor ataque extranjero en suelo americano, organicé la Fundación para la Defensa de las Democracias como un centro de investigación política cuyo enfoque es el terrorismo, las ideologías que mueven al terrorismo y la política que mejor podría servir para defender del terrorismo a Estados Unidos y a otras naciones libres. Yo esperaba que éste fuera un tema que uniese a americanos de todo el espectro político.
La mayoría de conservadores vieron claramente que los movimientos y regímenes islamistas militantes se habían convertido en una grave amenaza para Occidente. La mayoría también llegó a la conclusión de que no sería posible apaciguar a estos enemigos o convertirlos en inofensivos.
Habría que librarse una guerra – una que no sería convencional pero no por eso menos peligrosa.
Los que pertenecen a la extrema izquierda, sin embargo, pronto utilizarían comillas para expresar su escepticismo sobre el “terrorismo” que vieron como algo no peor que otras formas de violencia y sobre los “terroristas” ya que, según ellos insisten, tienen legítimos motivos de queja. Y protestaron al hablarse de una “guerra contra el terrorismo” ya que da a los americanos una autoridad moral a la que no tienen ningún derecho – dados esos supuestos pecados como el imperialismo, el colonialismo, la islamofobia y el apoyo a Israel.
Sí había y hay moderados en la izquierda que creen que esos análisis son cándidos y relativistas. (El senador Joseph Lieberman y el ex director de la CIA Jim Woolsey me vienen a la mente). Pero estos moderados se han visto insultados y casi “excomulgados” por los activistas de MoveOn.org (los que tildaron de traidor al General David Petraeus) y los blogueros, como por ejemplo, el Daily Kos.
Por tanto, si como Peggy Noonan sugiere, Obama se va a la izquierda en este asunto, el más crucial de todos en las relaciones exteriores, él acabará - en el mejor de los casos - donde estábamos antes del año 2001: El terrorismo islamista se considerará otra vez como un problema de la justicia penal. ¿Qué significa esto?
En “The Dark Side: The Inside Story of How the War on Terror Turned into a War on American Ideals” (El Lado Oscuro: La historia de cómo la guerra contra el terrorismo se convirtió en una guerra contra los ideales americanos) una escritora progre del New York Times, Jane Mayer, critica duramente a miembros de la administración Bush por haber pasado 7 años creyendo que “resolver los crímenes terroristas no sólo era algo de vida o muerte sino que había que atacar preventivamente antes de que se llevaran a cabo. No había tiempo de establecer culpa más allá de la duda razonable”.
Sí, exactamente, estos miembros de la administración Bush consideraron que salvar vidas era más importante que poner a los genocidas entre rejas – al reconocer que, cuando se trata de terroristas suicidas, la prisión no es una opción.
Ésta es la posición que han adoptado la mayoría de conservadores. Con sólo algunas excepciones (por ejemplo, el paleo-conservador Pat Buchanan y el libertario Ron Paul), ir a la derecha ha venido a significar que uno comprende que Occidente está involucrado en un conflicto con tan trascendental como el que se libró contra el nazismo y el comunismo.
No hay una manera fácil de ganar este conflicto, pero sí hay maneras fáciles de perderlo: Subestime la amenaza, ponga a cargo a los abogados y a los jueces, no desarrolle las defensas adecuadas, no lleve la lucha al campo del enemigo, déjelos que le traigan la lucha al terreno doméstico, demuestre que el terrorismo puede tener éxito y que lo tendrá.
Si Obama es el próximo presidente y si, como Peggy Noonan sugiere, él podría “irse más fácilmente a la izquierda en temas de relaciones exteriores”, por lo menos deberíamos entender hacia dónde nos llevará todo eso.