Justo lo que nos hacía falta: En medio de una guerra global para defender de los yihadistas radicales a Occidente, nos metemos en una crisis financiera global causada por la incompetencia y/o la corrupción de los peces gordos en Washington y Wall Street.
La tormenta económica tiene su lado positivo aunque lo positivo esté de capa caída: El precio del petróleo ha estado bajando. Pero eso no significa que Teherán vaya a disminuir su gasto en armas nucleares, misiles balísticos, grupos terroristas – y en las variopintas maneras que estos elementos se pueden combinar para amenazar, intimidar y quizás infligir daño a los que ve como sus enemigos mortales.
Hablando en la ONU el mes pasado, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad predijo que el “imperio americano está llegando al final del camino”. Puede estar seguro que él, Osama bin Laden y otros a los que les gusta el islamismo militante intentarán apresurar nuestro paso en ese camino usando cualquier medio – militar, político y económico – que puedan imaginar. Izquierdistas como el dictador venezolano Hugo Chávez y autócratas como Vladimir Putin de Rusia les darán una mano para que así sea.
Tampoco es probable que los jeques de Oriente Medio vayan a exhortar a los terroristas que han estado patrocinando a que hagan más pero que se conformen con menos. Ellos saben que no sólo los planes de jubilación de Estados Unidos se han visto afectados: También la confianza de Estados Unidos se ha visto afectada. ¿Cómo afectaría al sentir nacional un nuevo atentado terrorista devastador? Puede apostar que esta pregunta se está discutiendo en palacios y cuevas varias.
Tampoco espere que los sauditas reduzcan radicalmente los fondos que conceden a sus muchos agentes para influir en Washington, en campus universitarios americanos y en el creciente número de mezquitas de las que se han hecho cargo clérigos wahabistas. El wahabismo es, por supuesto, la versión extremista del islam que ha sido impuesta como la religión/ideología oficial y exclusiva de Arabia desde su conquista por la Casa de Saud. Con tiempo y dinero del petróleo saudita, es probable que el wahabismo se convierta en la forma dominante del islam en la mayor parte del mundo.
Por estas razones, si precios del petróleo levemente bajos consiguen que nos engañemos pensando que desarrollar fuentes de energía no controladas por regímenes hostiles ya no es una cuestión urgente, incurriremos en otra equivocación desastrosa más.
Todos nos quedamos impactados cuando nos dijeron que el plan del gobierno para el rescate, socorro, o lo que sea que lo llamen costaría 700 mil millones de dólares. Es una coincidencia que 700 mil millones de dólares también sea la suma que enviamos al exterior cada año a cambio de petróleo. Esta transferencia de riqueza que no tiene precedentes en la historia como nos lo recuerda el magnate T. Boone Pickens de Tejas en sus anuncios de la televisión, “está arruinando nuestra economía”.
Si la recesión global nos llevara a un petróleo por debajo de los 60 dólares el barril (está apenas por debajo de los 80 dólares al escribir esta columna), deberíamos descorchar champagne (Ayudaremos a los necesitados vinateros franceses) y luego usar impuestos para fijar un precio mínimo de la gasolina y así no socavar nuevamente el desarrollo de combustibles alternativos como sucedió después de la crisis del petróleo en los años 70.
Otros impuestos pueden – y deben – bajarse para compensar ese precio. Una política energética así, reduciría la volatilidad del precio futuro del combustible (puede que Ud. nunca vuelva a llenar el tanque de gasolina a 1.50 el galón pero tampoco pagará 5 dólares) al mismo tiempo que se consolidaría la seguridad energética y la seguridad nacional de Estados Unidos – dos conceptos ahora firmemente unidos en uno.
Se contaba una historia durante la Guerra Fría: Dos hombres de negocios visitando Moscú ven a un hombre con prismáticos en el techo del Kremlin. Le preguntan que está haciendo. “Estoy esperando la llegada del comunismo” dice él. Los hombres de negocios conversan entre sí y después se acercan al hombre otra vez: “Lo que sea que le están pagando, nosotros le pagamos el doble y le daremos una oficina en el Empire State. Ud. se encargará de esperar la crisis venidera del capitalismo”. El hombre se lo piensa y luego pone reparos diciendo: “Lo siento, tengo familia. Necesito un trabajo permanente”.
En verdad, la prometida utopía comunista nunca llegó. Y el capitalismo parece sufrir una inacabable serie de crisis. La mayoría de americanos – exceptuando al personal militar – ha disfrutado del fruto del capitalismo unido a la libertad mientras que ha hecho poco para merecerse estas bendiciones y menos aún por defenderlas. Proteger la forma de vida americana para futuras generaciones requerirá que recuperemos la visión, el valor, la determinación y la energía (líquida y moral). No creo mucho en que la crisis por la que estamos pasando vaya a producir ese resultado pero, si es así, resultará siendo después de todo justo lo que necesitábamos.