Seamos francos: Si John McCain gana las elecciones y se muere durante su primer año en el cargo, alguien que no tiene mucha experiencia se convertirá en presidenta. Pero estaríamos exactamente en la misma situación si Barack Obama gana las elecciones y no se muere durante su primer año en el cargo.
A decir verdad, John McCain y Joseph Biden tampoco pueden alegar amplia experiencia – no si la experiencia se define como el pasar muchos años tomando decisiones que acarreen consecuencias, con apretadas fechas límite, basadas en escasa información y opiniones encontradas. Así se ganan la vida los presidentes.
También es, en menor medida, lo que hacen los gobernadores, alcaldes y muchos ejecutivos. No es lo que hacen los legisladores. Esto no es una crítica – es apenas un hecho.
Claro que la experiencia es una cosa y el conocimiento es otra. La semana pasada, entrevistando a Sarah Palin, Charlie Gibson de la cadena de televisión ABC intentó demostrar que la gobernadora de Alaska no sabe mucho sobre política exterior. En el proceso, tal y como Charles Krauthammer y otros han puesto en claro, Gibson demostró su propia ignorancia: Su conocimiento de la Doctrina Bush se basaba en datos manipulados, no en sus verdaderos fundamentos.
Lo cual nos lleva a esta pregunta: Si yo le digo a Ud. que alguien es un experto cirujano, Ud. sabe de lo que estoy hablando. Si le digo que alguien es un experto contador o mecánico, eso también queda claro. Pero ¿qué significa llamar a alguien experto en política exterior?
He estudiado política exterior por más de 30 años – comenzando en la School of International Affairs de la Universidad de Columbia y a renglón seguido me convertí en corresponsal de prensa en el exterior escribiendo noticias desde más de dos docenas de países. Por tanto, sé la diferencia entre Eslovaquia y Eslovenia, Gambia y Zambia, Guinea-Bissau y Guinea-Conakry, Guyana y Guayana, la República del Congo y la República Democrática del Congo.
Todo esto es muy provechoso a la hora de jugar el Trivial de Política Exterior. Pero no estoy seguro de que un presidente (o vicepresidente) necesite asumir el cargo contando con tener esa información en la cabeza.
Fui uno de los “expertos” en el Grupo de Estudio sobre Irak (Iraq Study Group) que asesoró al Comité Baker/Hamilton. Casi todos los componentes de este grupo – que incluían a ex embajadores y funcionarios de Relaciones Exteriores, operativos y profesores de la CIA – estaban seguros de que el conflicto en Irak era una situación que no se podía superar. Ellos aconsejaron seguir una política que ha sido descrita como una derrota “elegante”. Aquellos de nosotros que apoyamos la estrategia de Petraeus, el llamado aumento de tropas, eramos una rareza – y tan bienvenidos como vegetarianos en una convención de ganaderos.
De Harry Truman, un demócrata, y Ronald Reagan, un republicano difícilmente se puede decir que fueran expertos en asuntos internacionales. Pero ellos entendieron correctamente las cosas más importantes: Ambos supieron ver la amenaza planteada por regímenes y movimientos comunistas, ambos implementaron políticas serias para combatirlos.
Por tanto, ¿qué necesitamos saber sobre lo que los candidatos a la presidencia y vicepresidencia necesitan saber? Lo mejor que un votante puede hacer es intentar discernir – en medio de esta teatralización en la que se ha convertido la campaña presidencial moderna – los principios del candidato, su temperamento y, sí, su ideología – lo que equivale a decir su filosofía política.
Para percibir hacia dónde realmente se propone un candidato llevar al país requiere cierta investigación. Los periodistas podrían ayudar - si, en vez de jugar al “te agarré”, les preguntaran a los candidatos qué decisiones tomarían en asuntos centrales como por ejemplo:
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¿Deberíamos seguir el camino de nuestros amigos de Europa Occidental que están entregando su soberanía a las Naciones Unidas, a “tribunales internacionales” y a diversas ONGs? ¿O deberíamos proteger celosamente la independencia de Estados Unidos?
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¿Debería Estados Unidos seguir haciendo los sacrificios necesarios para seguir siendo una superpotencia? ¿O estaríamos mejor si renunciáramos a esas cargas y nos entregaramos a lo que Fareed Zakaria y otros expertos izquierdistas de política exterior llaman un mundo “post-americano”?
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¿Es imprescindible invertir la creceinte dependencia de Estados Unidos por el petróleo extranjero lo más rápidamente posible? Si es así, tendremos que perforar prácticamente en todas partes mientras que al mismo tiempo desarrollamos de forma decisiva fuentes de energía alternativas. ¿Y vale la pena hacerlo si eso significa no reducir las emisiones del dióxido de carbono en los próximos años (algo que hará chillar a la eco-izquierda) y autorizar una cierta intervención gubernamental (algo que hará enloquecer a la derecha liberal) para romper el monopolio del petróleo como combustible de transporte?
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¿Estamos luchando una verdadera guerra contra regímenes y movimientos terroristas islamistas – algo que exige algunas armas duras y poco convencionales? ¿O es el terrorismo sólo un problema de la justicia criminal que policías, abogados y tribunales son capaces de manejar?
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¿Debería Estados Unidos invertir en un completo sistema de defensa antimisiles? ¿O es seguro asumir que nuestros enemigos contemporáneos pueden ser disuadidos, al igual que lo hicimos con los soviéticos, con la “destrucción mtuamente asegurada”?
Si Ud. sabe la posición de los candidatos sobre estos temas – y la suya propia – entonces decidir por quién votar no debería ser muy difícil.