Quizás el dinero no pueda comprar amor, pero sí que puede comprar poder. Así es que a medida que los precios del petróleo han ido subiendo, las principales naciones productoras de petróleo han ido ganando peso político.
El petróleo no es una fuente ordinaria de riqueza. Es, o se ha convertido en un recurso estratégico: La gente en Occidente ya no puede vivir sin él. Una restricción repentina en la oferta produciría cambios lacerantes en nuestra forma de vida. Sin combustible, nuestras fuerzas militares dejarían de funcionar. En pleno conflicto mundial contra regímenes y movimientos islamistas militantes, ése es un problema.
Rusia posee las reservas de gas natural más grandes del mundo y es octava en reservas de petróleo – energía de la que Europa Occidental ha llegado a depender. El hombre fuerte de Rusia Vladimir Putin parece haber pensado profundamente y durante mucho tiempo sobre cómo explotar esta realidad.
A raíz de la agresión de Rusia contra la vecina Georgia, Garry Kasparov – uno de los pocos líderes rusos de la oposición que todavía no han sido eliminados, encarcelados o intimidados – pregunta: “¿Se puede confiar en un estado tan belicoso como el garante del suministro energético de Europa?”
La pregunta se contesta por sí misma, sin embargo ni políticos ni burócratas en Europa están tomando medida alguna que pudiera llevarlos hacia la seguridad energética.
Mientras tanto, queda claro que extender y consolidar el rígido control de Rusia sobre los suministros energéticos de Europa está entre las metas de Putin. La dominación rusa de Georgia significará el control sobre el oleoducto que va desde Bakú en Azerbayán, pasando por la capital georgiana Tiflis, hasta el puerto turco de Ceyhan en el Mediterráneo. Eso dará Rusia, junto al Irán islamista, un monopolio virtual sobre esa importante fuente de petróleo y gas que se origina en la región del Mar Caspio.
El presidente Bush y otros líderes occidentales han estado tildando de error el asalto de Rusia contra Georgia. Putin, que se hizo en el KGB, sin ninguna duda lo ve como un riesgo calculado. ¿Qué es lo peor que puede sucederle?
La ONU no hará nada porque la ONU ahora está manipulada de forma rutinaria por sus miembros más desagradables. Actualmente, la OTAN no es una alianza militar seria como demuestra su fracaso en Afganistán – donde supuestamente iba a llevar la batuta. (Al-Qaeda y sus subsidiarios allí, los talibanes, sólo serán vencidos en Afganistán el día que las fuerzas militares de Estados Unidos encuentren la forma de realizar la tarea, al igual que las fuerzas militares de Estados Unidos en Irak – aprendiendo de sus errores – encontraron la forma de luchar contra al-Qaeda y las milicias patrocinadas por Irán).
Y no hay probabilidad alguna de que ningún líder de Estados Unidos se lance solo a una aventura militar en el Cáucaso cuando la mayoría de los americanos no podría encontrar el Cáucaso en un mapa.
Por tanto, ¿qué cartas de juego tienen Estados Unidos y sus aliados? A corto plazo, el jugar duro en el terreno diplomático que incluiría amenazar a Rusia con la expulsión del G-8 (cuya finalidad era ser un club sólo para democracias industrializadas), privando así a Rusia de cualquier oportunidad de organizar los Juegos Olímpicos y boicoteando el ingreso de Rusia a la Organización Mundial del Comercio.
A más largo plazo, es imprescindible abordar la vulnerabilidad estratégica de Occidente. El ex director de la CIA Jim Woolsey señala que la sal fue, por siglos, un recurso estratégico. Era necesaria para preservar alimentos. Sin ella, los soldados no podían viajar y los habitantes de los pueblos se arriesgaban a pasar hambrunas. Se libraron muchas guerras por la sal. Tan recientemente como en la Guerra Civil Americana, las tropas de la Unión y de la Confederación lucharon por las salinas en el Sur.
Pero la tecnología – la aparición de la refrigeración – hizo que la sal pasara de recurso estratégico a ser apenas otro condimento más. Igualmente, la tecnología puede liberar a Estados Unidos y a Occidente de la tiranía de depender de regímenes hostiles. Podemos salir de esta crisis a través de la innovación.
No necesitamos un nuevo Proyecto Manhattan – basta con que abramos el mercado de la energía, para estimular una competición más vibrante. Los legisladores pueden lograr esto nivelando el terreno de juego entre el petróleo y los combustibles alternativos así como estimulando el desarrollo de tecnologías que usen la energía derivada del carbón en una forma más eficiente y limpia (carbón es algo que Estados Unidos tiene en abundancia) y de cosechas cultivadas con este fin. (Y no, eso no produce hambre - no cuando a los granjeros americanos y europeos les pagan para que no cultiven millones de hectáreas).
También será de ayuda acelerar la investigación y desarrollar vehículos eléctricos que puedan hacer largas travesías sin recargar – y que esta electricidad venga de energía nuclear, eólica, solar y otras fuentes alternativas.
O podemos quedarnos cómodamente sentados y mirar mientras la riqueza y el poder fluyen hacia los déspotas que gobiernan Rusia, Irán, Arabia Saudita y Venezuela. Nosotros usamos el petróleo y ellos amasan el poder. Nuestros nietos se preguntarán por qué fuimos tan irresponsables frente a una amenaza tan funesta para nuestra propia seguridad e independencia. Pero para ese entonces puede que sea demasiado peligroso hacer tales preguntas en voz alta.