Hay un antiguo chiste de astrónomos, que cuenta que éstos descubren un meteorito gigante que se acerca vertiginosamente a la Tierra y el Washington Post pone como titular "Se acerca el fin del mundo, minorías y pobres sufrirán más que nadie".
Bueno, el domingo la primera plana del Washington Post era: "La nueva economía del hambre" Como subtítulo rezaba: "Los pobres del mundo sufrirán más que nadie".
Antes que todo, que quede claro que la economía del hambre no es diferente ahora de lo que ha sido en el pasado. Sigue habiendo oferta y demanda. Y sigue siendo cierto que no hay nada gratis.
En segundo lugar, si Ud. es un agricultor pobre, el aumento del precio de los cultivos no le hará "sufrir más", todo lo contrario, hará que Ud. sufra menos. Si Ud. puede sembrar algo extra de lo que consume, Ud. acabará con un dinerito extra en el bolsillo.
El artículo del Washington Post afirma que los precios del maíz "han estado subiendo por meses debido a los programas de etanol que subvenciona el Estado". Esto se ha convertido en la ortodoxia del momento. Pero mientras que los que creen en el libre mercado (como yo) son escépticos de los subsidios y aranceles, en realidad no hay evidencia de que estas manipulaciones del mercado hayan sido un factor importante detrás del aumento de precios del maíz u otros granos. Los investigadores Robert Zubrin y Gal Luft señalan que el cultivo total de maíz de Estados Unidos ha aumentado el 45% desde 2002. La cantidad de maíz disponible para alimentación y forraje ha aumentado en un 34% – después de descontar la parte usada para el etanol.
Pero, ¿no es que esos agricultores han dejado de sembrar otros cultivos – soya y trigo, por ejemplo – para plantar más maíz y eso ha llevado a un aumento en los precios de esos granos? Al parecer no es así. Como Zubrin y Luft también señalan, se espera que este año las plantaciones de soya en Estados Unidos aumenten por encima del 18%, las plantaciones de trigo el 6%, y en general, las exportaciones agrícolas de Estados Unidos estén por encima del 23%.
Los agricultores americanos son gente racional de negocios. Cuando los precios de los cultivos dictan un aumento, ellos producen más – tanto aumentando el área de cultivo (solamente cerca del 30% de las tierras de labranza de Estados Unidos se cultivan actualmente) y siembran con mayor intensidad – produciendo más bushels por acre. Eso requiere más inversión pero también significa más rentabilidad por esas inversiones.
El artículo del Washington Post también culpa de los altos precios al calentamiento global. Pero no hay evidencia sólida para sugerir que cualquier cambio global del clima que hayamos experimentado en años recientes – un aumento de 0.31 grados Fahrenheit por década desde mediados de los años 70 es la mejor estimación actual – haya reducido la producción agrícola. En realidad, un clima más cálido se traduce en una temporada de cultivo más larga permitiendo una mayor producción agrícola.
¿Qué es lo que realmente está haciendo subir el precio de los productos agrícolas? Para empezar, algunos de los pueblos más pobres del mundo ya no son tan pobres como alguna vez lo fueron. La gente en la India y la China, por ejemplo, tiene más dinero para comprar más y mejores productos. Pero ese cambio ha sido relativamente gradual. Lo que ha sido repentino es la subida en los precios del petróleo – 40% sólo este año, con un petróleo que cuesta por encima de los 100 dólares por barril.
Ese detalle hace que sea caro hacer funcionar a un tractor, transportar las cosechas desde las haciendas a las fábricas, que los trabajadores se desplacen hasta las fábricas y repartir los productos a las tiendas y almacenes.
El petróleo no funciona dentro de un mercado libre. Arabia Saudita, Irán y otros miembros de OPEP, el cártel del petróleo, pueden – y lo hacen – manipular la oferta para maximizar sus réditos. Y nuestro sistema de transporte está construido de forma que el petróleo tenga un monopolio virtual como combustible de transporte.
Estos retos no serán solucionados declarando una "nueva economía". Lo que hace falta es volver a lo básico: Aumentar las fuentes de alimento y combustibles y los precios bajarán.
Ciertamente, enviemos ayuda alimentaria a la gente que pasa hambre. Pero a la larga, los agricultores del Tercer Mundo necesitan ayuda para producir más de sus propios alimentos – y no tener que depender de la caridad del extranjero. (Enumerar los obstáculos para alcanzar esa meta requiere más espacio del que tengo aquí. Pero la tarea es esencial: La agricultura será la forma de ganarse la vida para la gente del Tercer Mundo en las próximas décadas. No hay perspectivas de que esas tierras se vayan a convertir en el próximo Silicon Valley en un futuro próximo).
En cuanto al combustible de transporte, claro que hay que perforar más petróleo (Por ejemplo, en Alaska y en mar abierto) pero necesitamos que hayan productos que compitan con el petróleo, fabricando autos que pueden utilizar una variedad de combustibles. La tecnología de vehículos de combustible flexible ya existe y el costo extra es a duras penas un poco más de lo que cuesta llenar el tanque de un todoterreno con una gasolina a 4 dólares el galón.
Hagamos eso y tendremos disponible un arsenal de combustibles a base de alcohol pronto. Se harán no sólo de maíz doméstico y de caña de azúcar importada sino también de hierba mala y residuos agrícolas, de biomasa, carbón e incluso de basura urbana.
Algunos de estos combustibles se harán en Estados Unidos. Otros los podrían producir esos agricultores pobres del Tercer Mundo. Con una oferta creciente y un mercado competitivo, los precios del combustible bajarán y los dólares que Ud. gasta podrían sacar de la pobreza a los agricultores africanos. La alternativa es continuar enviando trillones de dólares a los jeques y a los mulás que declaran abiertamente que su misión es matar a nuestros hijos.
¿Será que lo propuesto es algo tan difícil de lograr?