Seamos justos con Jimmy Carter. Supongamos que no está entregándose al pavoneo egoísta, que no abriga una parcialidad profundamente arraigada contra Israel y que no está influenciado por los millones de dólares que los islamistas han donado a su Carter Center. Supongamos que su diplomacia independiente en busca de la evasiva paz de Oriente Medio es sincera.
Con todo, ¿por qué razón le haría una visita de cortesía a Jaled Mishal, reconocido maestro terrorista? Mishal se ha arrogado la responsabilidad de organizar numerosos ataques suicidias, matando mayormente a civiles israelíes así como a americanos. Cabeza del politburó de Hamás, Mishal no vive en la zona gobernada por Gaza, tampoco vive donde llueven los misiles lanzados contra aldeas israelíes diariamente. Tampoco vive en la Márgen Occidental que está más o menos controlada por Fatah –el rival de Hamas. En vez, vive en Siria como huésped del dictador Bachir al-Assad, cliente de Irán, que durante los últimos 5 años ha facilitado el flujo de combatientes de al-Qaeda hacia Irak.
Aquellos que intentan apaciguar a los tiranos generalmente son sospechosos de cobardía. Lo que yo sospecho más a menudo es que se debe a la falta de imaginación. Cuando Neville Chamberlain se reunió con Hitler en Múnich, sin duda alguna creía que podría razonar con él porque tampoco dudaba probablemente que el Führer – cuales fueran sus problemas o ambiciones – era un hombre razonable como él. Ofrézcale a Hitler un buen negocio – territorio, poder, prestigio - y seguro que aceptaría con tal de no hundir a su país en una guerra terrible.
Lo que ese razonamiento deja fuera es la ideología. Las ideas de Hitler – tan abominables como le puedan parecerle ahora a usted, a mí, a Carter (aunque seguramente no a Mishal) – inspiraron a millones a luchar y morir por la gloria del Tercer Reich. Y la ideología marxista/leninista/estalinista/maoísta inspiró a millones a luchar y morir por la ilusión de una utopía comunista.
La ideología de Hamas proviene de algo más duradero que Mein Kampf, Das Kapital y las citas del Presidente Mao. Tiene raíces en una religión con más de 1400 años de tradición. Hamás proclama con orgullo: “El Corán es nuestra constitución, la yihad es nuestra forma y el morir por Dios es nuestra mayor aspiración”. Los líderes de Hamas prometen a sus seguidores no sólo justas recompensas aquí en la tierra sino también en el mundo siguiente – un argumento que ni el nazismo ni el comunismo pudo ofrecer.
Los estatutos de Hamás afirman que “es un flanco de la Hermandad Musulmana”, una organización transnacional que “se caracteriza por su comprensión profunda y exacta así como su completa adopción de todos los conceptos islámicos en todos los aspectos de la vida, cultura, credo, política, economía, educación, sociedad, justicia y criterio, la promoción del islam, educación, arte, información, ciencia ocultas y conversión al islam”.
Seguramente, Carter está consciente de que Mishal no puede aceptar la existencia de Israel por convicción religiosa. Hamás cree que cada centímetro de Israel y, de hecho, de cualquier tierra que alguna vez haya sido gobernada por musulmanes, es un “Waqf islámico consagrado para las futuras generaciones musulmanas hasta el día de Juicio Final”. Un musulmán puede luchar para reclamar este derecho o puede no cumplir con las obligaciones que su fe le impone. Para Hamás, no hay una tercera opción.
Los estatutos de Hamás afirman que las “iniciativas, las llamadas soluciones pacíficas y las conferencias internacionales, van en contra de los principios de [Hamás]... No hay solución para el asunto palestino excepto la yihad”. Y por yihad, Hamás no quiere decir “lucha para la mejora personal”.
Los miembros de Hamas no sólo se oponen a una “solución de dos estados”, ellos creen que las naciones-estado son algo no islámico. En su lugar, se debe reestablecer un califato islámico, un imperio que debe ampliarse hasta que Dar al-Islam, el mundo gobernado por musulmanes virtuosos, consuma a Dar al-Harb, el mundo que los infieles y apóstatas dominan actualmente. “Roma será conquistada, al igual que lo fue Constantinopla, como profetizó nuestro profeta Mahoma” decía el miembro de Hamás y parlamentario palestino Yunis al-Asal este mes en un programa de la televisión de Hamás.
¿Será que Carter piensa sinceramente que él puede convencer a Mishal de que rechace esas ideas y acoja la misión kumbaya del Carter Center para “crear paz y esperanza”? ¿Realmente cree que puede hacer cambiar de opinión a Mishal, y más aún, abrir su corazón?
Si es así, Carter está tan perdido ahora como lo estaba hace casi 30 años; durante su mandato como presidente, el ayatola Jomeini capturó el poder en Irán, asaltó la embajada americana en Irán, tomó a nuestros diplomáticos como rehenes y se cruzó de brazos para constatar que como respuesta, Carter no hizo nada efectivo. Pero seamos justos con Carter. Él solo no es responsable del ascenso del islamismo en todas sus malévolas variaciones. No obstante, es responsable de interpretar de forma tan profundamente equivocada lo que ha estado sucediendo en el mundo durante tantos años.