Los mismos entendidos que declararon muerto a John McCain y a Hillary como inevitable ahora están diciendo que Barack Obama han capeado el temporal acerca de su asociación con Jeremiah Wright. Póngame entre los escépticos. ¿La razón? Tiger Woods.
Pregúntese: ¿Por qué adoran los americanos a Tiger Woods? Porque es un ganador, por supuesto. Pero también, sospecho, que es porque él parece sentirse tan cómodo con su herencia multiracial. Él se denomina “Blaneinasiático” – blanco, negro, indio y asiático. Como bien señalara a Oprah Winfrey: “Yo soy quien soy, quienquiera que Ud. vea enfrente”. ¿Se puede ser más elegante? Y si Ud. está entre los que todavía piensan que Estados Unidos es un crisol de culturas, ¿no lo encuentra típicamente americano?
Hace unos meses, parecía que Barack Obama estaba hecho del mismo molde. Él también es producto de una mezcla de razas, hijo de padre negro musulmán de Kenya y de madre blanca cristiana de los estados centrales – el Medioeste – de Estados Unidos. Ante las cámaras, parecía y sonaba como lo hace un ganador cuando exhortaba a la unidad y no a la división. Su candidatura implicaba una promesa histórica: sacar a Estados Unidos de su larga lucha y excesiva preocupación por la raza de la gente.
Pero ahora resulta que durante los últimos 20 años, el pastor, amigo y consejero de Obama, se ha dedicado a espetar a chorros antiamericanismo, racismo y la neomarxista teología negra de la liberación.
Jeremiah Wright ha acusado a los blancos de “crear el virus VIH como arma de genocidio contra la gente de color”. Le ha restado importancia a las atrocidades del 11 de septiembre como “la cosecha de lo que se había sembrado”. Él ha pedido a Dios que maldiga a América. En 1984, junto a Louis Farrakhan, líder de Nation of Islam, fueron a visitar a Muamar Gadafi en Libia– durante una época en la que Gadafi era conocido por apoyar a terroristas internacionales. Wright ha vilipendiado a Israel tildándolo de estado del apartheid y ha publicado un artículo por Mousa Abu Mazook, miembro del movimiento terrorista Hamás, en la “Página del Pastor” del boletín de su iglesia.
Supongamos que Obama está siendo honesto cuando dice que él no respalda nada de esto. No obstante, ¿no dice esto mucho sobre su sentido común al haber escogido exponer a sus hijas a semejante extremismo? ¿Y qué dice sobre sus principios morales el que nunca le haya dicho a Wright que sus palabras eran ofensivas y perjudiciales? ¿Qué nos sugiere todo esto sobre la capacidad de Obama para enfrentarse a los terroristas y tiranos del mundo?
En respuesta a la controversia que despertaron las revelaciones de Wright, Obama dio un discurso sobre relaciones raciales. Los medios en su mayoría quedaron extasiados. Pero como el columnista Charles Krauthammer precisó, sus temas trillados eran la equivalencia moral y la culpa blanca. Hizo que Geraldine Ferraro y la abuela blanca de Obama parecieran tan equivocadas como Wright.
Peggy Orenstein, escritora del New York Times y admiradora de Obama (¿estoy cayendo en la redundancia?), señaló recientemente que el senador “se ha posicionado cada vez más como hombre negro” que como una persona de herencia mixta. Añade ella: “Es comprensible: Insistir en ser visto como biracial podría granjearle la antipatía de líderes afroamericanos – y votantes – que han cuestionado su autenticidad”.
Deje de lado que Orenstein no vea nada criticable en que Obama niegue el linaje de su madre para incrementar al máximo los votos en base a la solidaridad racial. Póngale atención más bien a lo de la “autenticidad” – palabra clave que se traduce en adoptar la política del agravio y resentimiento negro. Jesse Jackson y Al Sharpton son “auténticos”. Tiger Woods no lo es.
¿Realmente tenemos que creer que tal autenticidad es algo que una mayoría de americanos ahora desea en un líder nacional? Según Orenstein, tenemos que creerlo. Ella dice que para los blancos elegir al primer presidente negro “ciertamente es más emocionante, representa una perspectiva más romántica y concreta que el ‘primer presidente biracial’”? ¿De veras?
Al comienzo de esta temporada electoral, Obama era un político que daba la casualidad de ser negro – no era un político negro. El asunto de Wright ha empañado esa imagen – o lo hará, creo yo, con el paso del tiempo, a medida que su mensaje vaya permeando incluso entre aquellos que se informan a través de los principales medios de comunicación, los cuales diligentemente han amortiguado esta controversia.
¿Hay salida alguna de la trampa en la que se encuentra Obama? Él podría hacer lo que afirma estar haciendo: Iniciar un debate más serio sobre la raza que el que hemos mantenido en el pasado. Podría empezar reconociendo que lo que distingue a Estados Unidos no son sus tensiones raciales, religiosas y étnicas – ésas se pueden encontrar prácticamente en todas partes – sino los enormes esfuerzoa que los americanos han hecho para combatir estas patologías.
Si Obama hiciera eso, estaría sacrificando algo de esa “autenticidad” y eso disgustará a Wright, Farrakhan, Jackson y Sharpton. Un Tiger Woods político lo haría de todos modos. ¿Será que Obama tiene la elegancia de Woods? Póngame entre los escépticos.