Al-Qaeda se enfrenta a dos alternativas, una tan indeseable como la otra. El mes pasado, unos 30 de sus altos líderes en Irak fueron muertos o capturados. Ahora, Osama bin Laden se enfrenta a una dura decisión: ¿Enviar refuerzos a Irak en un intento de recuperar la iniciativa? Eso representa perder también a esos combatientes – y eso podría mermar seriamente la capacidad de su organización global. Pero la alternativa es igual de atrayente: Aceptar la derrota en Irak, el campo de batalla que bin Laden ha denominado como central en la lucha que al-Qaeda está librando contra Estados Unidos y sus aliados.
Las grandes dificultades de al-Qaeda deberían ser buenas noticias para Estados Unidos pero uno no caería en la cuenta de ello si sólo fuera por la reacción del movimiento pacifista y sus simpatizantes en el Congreso de Estados Unidos y los medios de comunicación de la élite. Muchos han estado poco dispuestos incluso a reconocer que las fuerzas de Estados Unidos están luchando contra al-Qaeda en Irak. Ellos afirman que simplemente estamos haciendo de árbitro en una guerra civil y/o una “resistencia” iraquí que combate la “ocupación” americana.
Esta semana, la CNN emitió un especial llamado “Encontrando resistencia”, un documental sobre lo que llamó “iraquíes comunes y corrientes... tomando las armas para luchar contra los americanos”. Este mes, el senador Jay Rockefeller (D-VA) se lamentaba de que el Congreso de Estados Unidos no hubiera podido aprobar legislación “para cambiar la misión de profunda implicación en la guerra civil de Irak y dirigirla hacia un objetivo más limitado de lucha contra al-Qaeda”.
Lo sorprendidos que se deben haber quedado los productores de la CNN y el senador al ver la primera plana del Washington Post esta semana informando que nuestras fuerzas han asestado golpes devastadores y quizá irreversibles a al-Qaeda en Irak. Si nuestras fuerzas han logrado esto sin que fuera su misión y pese a la “resistencia” de “iraquíes comunes y corrientes” es que deben ser guerreros como el mundo no ha visto desde las Termópilas.
¿Será la ignorancia o el sectarismo lo que ciega a tanto político y magnate de los medios de comunicación acerca de lo que ha estado sucediendo en Irak durante meses recientes? ¿Realmente no entienden el dramático cambio en la estrategia ejecutada por el general David Petraeus, el nuevo comandante americano en Irak?
La clave de esa estrategia, conocida como el “aumento de tropas”, no es el número de tropas desplegadas – aunque hace falta un mínimo en la cantidad de las fuerzas – sino cómo se utilizan. El coronel Wayne W. Grigsby Jr., que comanda una brigada del “aumento” con base en una zona mixta de sunníes y chiítas cerca de Bagdad, me lo explico con sencillez en una conversación telefónica esta semana: “No nos desplazamos desde las bases para ir a trabajar. Vivimos en los pueblos con la gente a la que hemos venido a ayudar”, dijo el coronel.
Eso significa darles seguridad – recogiendo los datos de inteligencia que ellos proporcionan sobre los escondites de los terroristas y después eliminando a sus operativos, sus refugios, sus fábricas de bombas y sus alijos de armas. Haga eso y la sangría comienza a disminuir.
“Los iraquíes están hartos de violencia y extremistas, tanto sunníes como chiítas, decía Grigsby. Lejos de “presentar resistencia” a las tropas americanas, “ellos quieren unirse a nuestra lucha y proteger sus barrios. Vienen a nosotros y nos dicen: “¿Cómo podemos ayudar? No queremos vivir así”.
Los voluntarios no forman milicias sectarias. Por el contrario, Grigbsy decía que “ellos desean ser reconocidos como miembros legítimos de las fuerzas iraquíes de seguridad”.
Las tropas americanas también agilizan el desarrollo económico y político – algo que, ellos dicen, los iraquíes comunes y corrientes sinceramente desean. ¿Y qué hay con la reconciliación? “Veo muestras de sunníes y chiítas llevándose bien” contestó el coronel. Y cada vez más, se ve que “el hombre de la calle ejerce el control. La gente no está esperando al gobierno central para actuar”.
A pesar de que ahora hay muchas más tropas americanas desplegadas fuera de las bases militares, el número de soldados muertos en combate ha bajado un 64% desde el mes de mayo, el mes antes de que “el aumento de tropas en número” alcanzara su tope y comenzara el “aumento de operaciones” contra las células de al-Qaeda, las milicias patrocinadas por Irán y otros enemigos de Estados Unidos e Irak.
Y ahora bin Laden tiene que elegir: Enviar a sus operativos más capaces para intentar reavivar la insurgencia en Irak o ceder el campo de batalla a los americanos y a la mayoría de iraquíes que no tiene ningún interés en ir volando gente a pedazos o adoptando el estilo de vida de al-Qaeda.
Con el primer derrotero se arriesga a perder combatientes que de otra manera podrían promover la agenda de al-Qaeda en Hamburgo o Nueva Jersey. En cuanto al segundo derrotero, bin Laden ha dicho que la “guerra mundial” causando estragos en Irak terminará “en victoria y gloria o en miseria y humillación”.
En este momento, parece probable que al-Qaeda en Irak coseche lo segundo. Enfrentado a las fuerzas militares de Estados Unidos tan adaptables, ágiles y valerosas, la única esperanza de al-Qaeda es la intervención divina – y quizá el Congreso de Estados Unidos.