Esta semana en el Christian Science Monitor, el teniente coronel Chris Brady argumenta que Estados Unidos debería “seguir luchando por el progreso” en Irak donde está actualmente haciendo su servicio. “Los antepasados de Estados Unidos recibieron ayuda de otras naciones cuando nació Estados Unidos” escribe Brady, “permítannos que sigamos ayudando a que Irak renazca”.
Admiro a Brady y agradezco su servicio. Pero discrepo con él en un punto crucial: Su vida y las de otros valientes americanos en uniforme son demasiado preciosas para arriesgarlas en una meta tan altruista. Si las tropas de Estados Unidos deben quedarse luchando en Irak, la razón principal no debe ser para favorecer el interés nacional iraquí – debe ser para favorecer el interés nacional de Estados Unidos. Otra cosa no vale.
Brady también hace hincapié en que la “seguridad regional puede estar en juego si no nos quedamos a ayudar” para que los iraquíes compongan su desgarrado país. Pero incluso eso no justificaría seguir poniendo la vida de americanos en peligro – si fuera posible desasociar la seguridad en Oriente Medio de la seguridad de Estados Unidos. De hecho, eso no es posible, como sospecho que Brady ya sabe.
Durante casi 30 años, Oriente Medio ha rebosado de grupos dedicados a un objetivo claramente expresado: “¡Muerte a América!” En Washington, con raras excepciones, nuestros electos líderes han respondido de forma débil. Su excusa: A pesar de la hostilidad de las intenciones de estos autoproclamados enemigos de Estados Unidos, ellos sólo tienen capacidad para dar unos cuantos manotazos de ahogado.
Después de los devastadores ataques en suelo americano hace ya seis años este mes, los americanos comenzaron a darse cuenta que los que nos odian están desarrollando diligente y creativamente los medios necesarios para alcanzar las metas que buscan.
Saddam Hussein era el más débil de los enemigos americanos en Oriente Medio. Quizás para camuflar eso, Saddam aparentó que tenía peligrosos niveles de armas de destrucción masiva – engañando incluso a todas las principales agencias de inteligencia del mundo entero. Derrocar a Saddam resultó ser una misión relativamente fácil de lograr. Pero la planificación estratégica de la administración Bush para lo que vendría después fue obvia y dolorosamente deficiente.
Ahora Estados Unidos está siendo desafiado militarmente en Irak por al-Qaeda e Irán. ¿Hay alguien que realmente crea que no está en el interés de Estados Unidos ganar estas batallas? ¿Hay alguien que honestamente crea que no sería una derrota significativa para Estados Unidos que nos echen de Irak gracias a suicidas con carros bomba de al-Qaeda y a milicias armadas entrenadas y dirigidas por Irán?
Hace un año, al-Qaeda le estaba ganando a Estados Unidos en Irak. Ahora, gracias a la implementación de una nueva estrategia de la mano del general David Petraeus, al-Qaeda está en fuga. Pero aunque las huestes de Osama bin Laden hayan perdido terreno, Irán ha aumentado el envío de sus efectivos y de armas cada vez más avanzadas a través de la frontera. Los portavoces militares americanos dicen ahora que las milicias patrocinadas por Irán son responsables de muchos, si no de la mayoría, de los ataques que matan o hieren a soldados americanos.
Al mismo tiempo, Teherán continúa su programa para desarrollar armas nucleares. Y está decidido a ampliar su dominio regional. Con la ayuda de Siria, su estado cliente, y de Hizbolá, su subsidiaria terrorista, Irán está socavando al gobierno del Líbano. La lista de políticos libaneses asesinados por atreverse a defender la independencia de su nación va en aumento.
La ONU no es capaz de tomar ninguna acción seria. Por el contrario, esta semana, la organización dio la bienvenida al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, alegremente haciendo caso omiso de los crímenes de su régimen en Irak y el Líbano, de la opresión dentro de su territorio y de sus amenazas genocidas contra Israel, también miembro de la ONU.
Algunos miembros del Congreso – de ambos partidos – están respondiendo. Los senadores Joseph Lieberman y Jon Kyl han presentado una enmienda que la que exhortan a Estados Unidos a “combatir, contener y detener” la agresión iraní en Irak. También designa a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica como organización terrorista extranjera, facilitando una forma de ejercer presión económica sobre las élites iraníes.
Y esta semana, la Cámara de Representantes aprobó una ley contra la proliferación de Irán auspiciada por Tom Lantos, presidente del Comité de Asuntos Exteriores y la representante Ileana Ros-Lehtinen; la legislación busca reforzar las herramientas al alcance de Estados Unidos para cortar los fondos al programa iraní de armas nucleares.
Hacia el final de su editorial, el teniente coronel Brady escribe que él ve “de primera mano la cara humana que desea una vida mejor. Eso es lo que todos los iraquíes con los que me relaciono quieren: paz, seguridad y un futuro para sus hijos”. Deberíamos tener esperanza de que los iraquíes alcancen estas metas. Pero permanezcamos centrados en el interés vital de Estados Unidos: Machacar a al-Qaeda en Irak y frustrar las grandes ambiciones del régimen agresivo y maligno que gobierna Irán.