Sólo por argumentar, imagine que los opositores de la guerra en Irak tienen razón. Suponga que nuestro ejército – diseñado para enfrentar a un enemigo distinto, en otro tipo de campo de batalla, en una era diferente – se ha encontrado con la horma de su zapato. Suponga que no se puede ganar la guerra contra al-Qaeda en Irak, así como tampoco contra las milicias chiítas varias apoyadas por Irán, y que quedarse en Irak es inútil para proteger los intereses vitales de la seguridad nacional de Estados Unidos.
Si eso es verdad, también debemos prepararnos para la derrota en Afganistán. No hay razón para creer que la estrategia que se está usando contra nosotros en Irak sea menos efectiva a unos 2.300 kilómetros al este.
Después de salir de Irak y Afganistán, es inconcebible que pensáramos enviar fuerzas americanas a inexploradas y montañosas provincias de la “frontera” al noroeste de Pakistán donde Osama bin Laden ha estado reconstruyendo su base. Ni tampoco podremos ejercer mucha presión sobre el gobierno de Pakistán para tomar acciones importantes. Pakistán disfrutó de cordiales relaciones con los talibanes y al-Qaeda antes del 11 de septiembre de 2001. Fue sólo después del ataque, cuando los americanos montaron en cólera, que los líderes paquistaníes decidieron que sería atinado realinearse. No se extrañe de que Pakistán cambie nuevamente si Estados Unidos se retira humillado de Irak y Afganistán.
Es probable que islamistas militantes lleguen pronto al poder en otros países también. Comience con Jordania, una nación que ya ha sido atacada con atentados suicidas encargados por al-Qaeda en Irak. Pasemos ahora a Bangladesh. Súmele también el Líbano, una incipiente democracia bajo intensa presión a manos de Hizbolá, el sustituto terrorista de Irán desde hace mucho tiempo.
Gaza ahora está en manos de Hamás, una organización terrorista que cuenta con el apoyo de Irán y de extremistas sunníes en colaboración con al-Qaeda. Su ambición a corto plazo será asumir también el control de la Margen Occidental.
Los que se oponen a la misión de Estados Unidos en Irak dicen que quieren “cambiar de rumbo”. La mayoría se niega a especificar cuál sería su nuevo curso. Otros dicen que desean que se “reubique” a las tropas de Estados Unidos en países amigos en la región. Pero en relaciones internacionales, nada enfría una amistad como la derrota. Para cualquier régimen, confiar para su seguridad en Estados Unidos después que éste haya abandonado Irak sería de alto riesgo. De hecho, pronto sería evidente que la presencia continuada de fuerzas americanas invitaría a la subversión, el terrorismo y el asesinato de aquellos en el poder.
Con el paso del tiempo, los únicos estados musulmanes que se resistirían a los islamistas serían los que dieran acomodo a los islamistas. Los europeos también llegarían a algún acuerdo.
Israel aguantaría – o moriría en el intento. ¿Ud. no se puede imaginar un segundo Holocausto en un plazo de 100 años? Échele más imaginación.
En este ambiente, no habrá manera de evitar que Irán adquiera armas nucleares. Con Irán y un Pakistán que ya no estaría entre los aliados fomentando la proliferación de armas nucleares, tarde o temprano, no sólo las naciones–estado las tendrían. Pero nuestros servicios de inteligencia probablemente no podrían decirnos con certeza quién posee esas armas de destrucción masiva o dónde están escondiéndolas.
La mejor apuesta para Estados Unidos en ese punto será una “mejorada seguridad nacional” que simplemente se traduciría en más guardias, más armas y más rejas – más puntos de control donde Ud. abrirá sus maletas y se sacará los zapatos. Tales medidas funcionarán hasta que no lo hagan – finalmente, terroristas creativos y resueltos encontrarán la forma de saltárselas.
Puesto que Ud. me ha leído hasta aquí, sería injusto de mi parte dejarlo imaginando sólo panoramas terribles, especialmente desde que hay algo más que Ud. puede imaginar: Que la nueva estrategia siendo implementada por el nuevo comandante militar de Estados Unidos en Irak, el general David Petraeus, pueda tener éxito y es que en realidad lo está teniendo.
Al-Qaeda en Irak está siendo cercenada y se está acabando con ella. Las milicias antiamericanas, pro iraníes están a la defensiva. Si se permite que Petraeus y sus tropas persistan en la obra, si se les da el tiempo, los recursos y la ayuda que necesitan, la presencia militar de Estados Unidos en Irak se podría reducir – por no decir eliminarse – el año próximo a estas alturas. Las tropas iraquíes ocuparían su lugar, sabiéndose respaldadas mientras combaten a nuestros enemigos comunes.
Probablemente el gobierno en Bagdad será aún menos eficaz y menos admirable que lo que el presidente Bush había esperado. Pero, como sus críticos han señalado, él esperaba demasiado y planificó muy poco. No obstante, el gobierno de Bagdad no será un patrocinador de terrorismo – no se asemejará a los regímenes antiamericanos en Teherán, Damasco y Gaza. Eso contará como un avance para la seguridad nacional de Estados Unidos y como un serio revés para los constructores del imperio islamista. Imagínese eso.