Contrario a lo que Ud. haya leído en los periódicos, no estamos discutiendo si “cambiar el rumbo” en Irak. Estamos discutiendo si aceptar la derrota en Irak.
Contrario a lo que Ud. haya visto en la televisión, no tenemos forma de “acabar la guerra”. Si nos retiramos de Irak, la guerra no sólo continuará sino que se ampliará. La única diferencia es que un campo de batalla en el cual ahora estamos matando a nuestros enemigos se transformará en una base desde la cual nuestros enemigos, sin peligro alguno, puedan planificar matarnos.
Sí, es decepcionante que el gobierno en Bagdad apoyado por Estados Unidos todavía no haya alcanzado los “objetivos marcados” para implementar reformas políticas y económicas. Los políticos iraquíes no aprobaron leyes para dividir las ganancias petroleras entre los principales grupos poblacionales del país; para excluir de trabajos gubernamentales a menos baazistas y para programar elecciones provinciales en áreas donde chiítas, suníes y kurdos están compitiendo por el poder.
Pero pongámosnos serios: Aprobar tales leyes ya no es nuestro objetivo fundamental en Irak. ¿Cuál es? Evitar que al-Qaeda ( y/o los mulás radicales de Irán) nos derroten en lo que llaman el “frente central” de la guerra global emprendida contra Estados Unidos y Occidente. Si nos ganan en Irak, serán vistos como gigantescos asesinos. Les lloverán reclutas. ¿Qué harían nuestros enemigos a continuación?
No hace falta ponerse a conjeturar. Los líderes de al-Qaeda han prometido que después de “echar de Irak a los americanos” lanzarán una “ola yihadista contra los países laicos que colindan con Irak”. El Estimado de Inteligencia Nacional (NIE) – la opinión colectiva de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos – está de acuerdo: Como consecuencia de retiradas demasiado prematuras, al-Qaeda utilizaría sus reductos en Irak “para planificar mayores ataques dentro y fuera de Irak”.
Las fuentes de inteligencia ya han visto la evidencia de un vínculo entre las recientes tramas con coches bomba en Gran Bretaña y al-Qaeda en Irak. Si los seguidores de Osama bin Laden pueden conseguir esto, considere lo que podrían hacer si las fuerzas de Estados Unidos hacen las maletas y se van.
La verdad es que el presidente Bush ha cambiado de rumbo en Irak, tardíamente pero de forma importante. Ahora tenemos un nuevo comandante en Irak, el general David Petraeus – confirmado unánimemente por el Senado de Estados Unidos. Él está implementando una estrategia muy distinta a la de sus predecesores. La primera fase operativa a gran escala, “Phantom Thunder”, comenzó solamente el 15 de junio. Entre sus componentes clave: centrarse en los escondites y fábricas de bombas de al-Qaeda dentro y en los alrededores de Bagdad.
Petraeus también se está centrando en la provincia de Anbar al oeste de Irak. Hace un año, esa zona fue dada por perdida, ya que estaba tan firmemente bajo control de al-Qaeda. Pero cuanto más experimentaron los tradicionales jefes tribales de la región la realidad de un gobierno de al-Qaeda – por ejemplo, meter a los niños en hornos para enseñarles a obedecer a sus padres (según informa Michael Yon) – más buscaban una salida para escapar de las garras del grupo.
El general Petraeus y sus tropas les han dado una salida. Si ahora abandonáramos a esta gente a la dulce merced de al-Qaeda, ¿qué mensaje estaríamos enviando al mundo? Este mensaje: Ser enemigo de Estados Unidos, es un riesgo mínimo; pero ser amigo de Estados Unidos es en extremo peligroso y absurdo.
El nuevo embajador americano en Irak, Ryan Crocker, ha advertido que una salida precipitada de las tropas americanas conduciría a la muerte de muchos miles de personas en Irak y, muy probablemente, también a un conflicto regional más amplio. Como él lo ha indicado, los objetivos marcados que se exigieron para juzgar el desempeño del gobierno iraquí puede que no sean la medida más fiable para saber si las misiones militares y diplomáticas de Estados Unidos van haciendo progresos.
Unos indicadores más útiles podrían ser: (1) el nivel del daño que se le está inflingiendo a al-Qaeda, (2) el grado en el cual los iraquíes están asumiendo la responsabilidad de su propia seguridad, (3) el progreso del gobierno iraquí suministrando servicios básicos tales como la electricidad, y (4) si líderes chiítas, suníes y kurdos están trabajando de forma más cooperativa.
Nunca se previó que la misión de Petraeus, en sus principios, condujese a arreglar los asuntos más difíciles que dividen a los iraquíes. La idea era más bien que esos temas podrían ser abordados solamente cuando la misión militar hubiese traído un grado razonable de paz y de estabilidad al país.
En este momento, los enemigos de Estados Unidos están haciendo todo lo que pueden para evitar que el general Petraeus y sus tropas alcancen esa meta. Los políticos en Washington tienen que elegir entre si desean ayudar a nuestros enemigos o dar a nuestros hombres y mujeres en uniforme los recursos, el tiempo y la ayuda que necesitan para implementar con éxito su nueva estrategia y alcanzar sus nuevos objetivos. ¿Por qué es tan difícil para tantos políticos entender eso?