“Los extremistas se asocian con extremistas”. Así decía esta semana la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, después de oír que Ayman al-Zawahri, el lugarteniente de Osama bin Laden, había lanzado un mensaje apoyando con gran entusiasmo la sangrienta toma de posesión de Gaza por Hamás.
Los líderes de Hamás son muy duchos en sus conocimientos de relaciones públicas. Así es que la semana pasada, incluso mientras los pistoleros de Hamás estaban masacrando a sus adversarios palestinos, también aprovechaban para publicar absurdamente engañosos editoriales en el New York Times, el Washington Post y el International Herald Tribune. (El porqué estos tres periódicos cedieron espacio en sus medios a los terroristas es otro asunto) .
Esta semana, Hamás procuró distanciarse del respalso de al-Zawahri – al mismo tiempo de que se cuidaban de no criticar a al-Qaeda. El portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri, dijo simplemente: “Hamás tiene su propio programa... nosotros deseamos tener buenas relaciones con todos los poderes árabes y musulmanes...”
La verdad es que Hamás y al-Qaeda – ideológicamente – son uña y carne. Ambas son organizaciones terroristas – Hamás ha sido así designada no sólo por Estados Unidos sino también por la Unión Europea. Tanto al-Qaeda como Hamás están metidas de lleno en lo que creen será la guerra decisiva contra los infieles.
Hay una diferencia: Mientras que al-Qaeda lucha en cualquier campo de batalla donde que crea que puede derrotar a “cruzados y sionistas” – y está convencido de que pronto logrará esa meta en Irak – el objetivo principal de Hamás es más modesto: solamente borrar a Israel del mapa. En otras palabras, al-Qaeda piensa de forma global y Hamás actúa de forma local.
Hace dieciocho meses, Hamás derrotó a su rival, Fatah, en unas elecciones que fueron ensalzadas como un ejercicio vanguardista de democracia. Pero las urnas por sí solas no hacen una sociedad democrática.
Hamás nunca se transformó de forma sincera en un partido político. Ni tampoco lo hizo Fatah, que se creó en 1964 también con el fin de exterminar a Israel. Un punto en el que Hamás y Fatah concuerdan enfáticamente: la libertad de expresión y otros derechos fundamentales no deben aplicarse a los palestinos que estén contra estos partidos.
Incluso esta versión barata de democracia se hizo añicos rápidamente. Al parecer, cansados de tanta palabrería, Hamás – según dicen, con el respaldo de sus patrones en Teherán – lanzó una guerra civil en Gaza. Las milicias de Hamás asesinaron a los miembros más fastidiosos de Fatah, pero disparaban en la rodilla a los que consideraban más dispuestos a la persuasión.
La “comunidad de derechos humanos” apenas si parecía darse cuenta. La “comunidad de derechos humanos” no está muy interesada en la violencia entre musulmanes – o en ninguna violencia en nombre del islam, a menos que se le pueda echar la culpa a Estados Unidos y/o a Israel. (Por qué eso podría indicar una forma postmoderna de racismo es otro tema).
Ahora, Hamás gobierna Gaza sin pretensión alguna de democracia. Fatah se ha replegado en la Margen Occidental donde está sufriendo para retener el control.
Lo sensato para Israel sería sellar su frontera con Gaza. Al mismo tiempo, Estados Unidos y Europa deberían cortar toda ayuda. Dejen que los ayatolas de Irán y los financieros de al-Qaeda les envíen alimentos, gasolina y otros suministros. Seguramente, podrán colarlos entre las armas y los explosivos que ahora les están enviando.
Pero nunca espere que se actúe con sentido común cuando se trata de Oriente Medio. En vez, Estados Unidos y Europa planean ayudar a Hamás, si no lo hacen directamente, será a través de la ONU. Según se informa, el primer ministro israelí Ehud Olmert “ha accedido” a la petición del líder de Fatah Mahmud Abbas, para que se siga proveyendo a Gaza de alimento, medicinas, servicios médicos, agua limpia y electricidad. Y encima, Israel, Estados Unidos y y los europeos están que se desviven por darle dinero a Abbas.
Aquí ofrezco una idea: ¿Por qué Olmert, codo a codo con Washington y los europeos también, si fuera posible, no le ponen algunos requisitos a Abbas? En vez de darle ayuda incondicionalmente, ¿por qué no fijarle algunos objetivos a alcanzar?
¿Por qué no decirle que ya es hora de desarmar – o por lo menos de repudiar – a las facciones terroristas de Fatah como las Brigadas de los mártires de al Aqsa? ¿Por qué no exigirle que finalmente acabe con la incitacion al terrorismo en los medios de comunicación palestinos, mezquitas y escuelas? ¿Qué tal insistir en que dé inicio a una campaña seria contra la corrupción, contra el robo a manos de sus compinches de la ayuda para los palestinos desposeídos? ¿Y no se estaría enviando un mensaje si Abbas afirmara sin ambigüedades que no debería sacrificarse a otra generación más de palestinos en búsqueda del sueño genocida del exterminio de Israel?
“Los extremistas se asocian con extremistas”, decía Condi Rice. Y ahora los extremistas de al-Qaeda, Hamás, Irán, Siria, Líbano y de otros lugares están asociados para humillar y – confían – finalmente poder derrotar al mundo civilizado. ¿No es hora de que el mundo civilizado al menos deje de ayudarlos?