Para su edición de mayo/junio, los editores de la revista Foreign Policy (Política Exterior) preguntaron a 21 “pensadores”de vanguardia” que propusieran ideas para “salvar al mundo” – y en caso de no poder, dar “una solución que hiciera del mundo un lugar mejor”.
Casi todos los pensadores asignados a esta tarea preparan sus razonamientos en instituciones investigadoras conocidas como think tanks, universidades y organizaciones activistas. ¿No hay ningún otro sitio donde se pueda encontrar sabios? Y ojo que es una pregunta, no una crítica.
Los pensadores de Foreign Policy abordan una lista diversa de dilemas – desde la pobreza a la desigualdad de sexos, del cambio climático al terrrorismo. Creo que sus soluciones van desde lo innovador hasta lo descabellado. Juzgue Ud. mismo a ver qué piensa:
Amy Myers Jaffe, colaboradora de investigación del Baker Institute en Tejas, apunta que el petróleo, ante todo, ya no es propiedad de compañías privadas. En su lugar, las compañías petroleras controladas por gobiernos “ahora disponen de casi el 80% de las reservas mundiales restantes”. Mientras seamos dependientes de estos estados barones del petróleo – por ejemplo Arabia Saudita, Irán, Venezuela, Rusia – ellos tendrán poder sobre nosotros.
Su solución: “pasar de la flota automovilística a vehículos eléctricos híbridos enchufables”. Esa tecnología ya existe, dice ella. Sólo necesitamos sacar los carros a la carretera y cuanto antes, mejor. Y yo añadiría: Eliminemos los impuestos a los combustibles líquidos que pueden servir como alternativas a la gasolina.
John Arquilla, profesor de la Naval Postgraduate School, afirma que “casi 6 años inmersos ya en el primer gran conflicto armado entre naciones y redes – organizaciones terroristas globales – las naciones todavía siguen luchando la guerra anterior”.
Los antiguos enfrentamientos constaban de “fuerzas masivas, enfrentadas mutuamente, en una planicie a oscuras”. Ahora, si uno no los puede encontrar, no se puede luchar”. Su solución: Poner en marcha “nuestras propias fuerzas ágiles, interconectadas en estructura de red”.
Y añade: “Irónicamente, las fuerzas militares americanas empezaron a librar la guerra contra el terrorismo como red, de forma interconectada; se vio cuando sólo 11 “Equipos A” de las Fuerzas Especiales – menos de 200 tropas en total – derrocaron a los talibanes y al-Qaeda salió huyendo. Cada equipo estaba interconectado con el otro y sobre sus cabezas, había apoyo aéreo para el ataque. Demostraron ser imparables.
“Pero desde finales de 2001, altos generales americanos ratificaron sus tradicionales preferencias por unidades grandes, difíciles de operar, primero en Afganistán y después en Irak. Por eso, hoy estamos en 2 atolladeros, en gran parte por la renuencia a luchar en red contra las redes”. Yo sostengo que al menos en Irak, el general David Petraeus está pasando de fuerzas congregadas en bases remotas a una guerra en red que se libra en las calles de Bagdad. Todo lo que está diciendo es que le demos una oportunidad a la guerra en red.
Bjørn Lomborg, ecologista y profesor en la Escuela de Negocios de Copenhague, señala que 3 millones de personas mueren al año debido a la malnutrición – y cientos de millones de niños sufren deficiencias mentales y físicas “debido a algo que suena poco sexy: ‘la deficiencia de micronutrientes’ que es falta de yodo, vitamina A y hierro”.
Muchos nutrientes esenciales podrían estar al alcance de todos “en alimentos básicos como el arroz dorado genéticamente modificado” (asumiendo que podamos lograr que los que se oponen a la biotecnología, los nuevos ludditas, dejen de entrometerse). Además de eso, en países pobres se podría distribuir ollas hechas de hierro porque van soltando hierro lentamente. Lomborg dice que gastar 25 centanos de dólar en cada persona que sufre de deficiencia de hierro podría dar 50 dólares de ganancia debido al aumento de productividad – buen rédito por una inversión, en más de un sentido.
Entre las “soluciones” que me parecen disparatadas: Howard Gardner de Harvard quiere que el gobierno confisque los ingresos y el patrimonio excesivos con el interés de reducir la desigualdad económica. Lógicamente, los políticos y catedráticos decidirían cuánto es demasiado.
El teniente general retirado William Odom, catedrático de Yale, sostiene que Estados Unidos debería hacer que los teócratas radicales de Irán se sientan menos “inseguros” no oponiéndose a que adquieran armas nucleares.
Bill McKibben del Middlebury College quiere ralentizar el calentamiento global con “cambios a gran escala en lo tecnológico y en lo social con inversiones de capital financiero y político que conllevarían esos cambios. Pero, incluso si logramos armarnos de voluntad, no resolveremos el problema”. En otras palabras: Haga lo que él dice pero no espere que dé ningún buen resultado.
Tampoco me convenció la afirmación de Paul Saffo de Standford de que si el Senado de Estados Unidos ratifica en el Convenio de la ONU sobre el Derecho del Mar se podrá detener – tal como él afirma – el calentamiento global, alimentar a los pobres y prevenir el terrorismo.
Stephen Lewis, ex comisionado de la ONU, está entusiasmado con la idea de crear una “nueva agencia internacional para las mujeres” con sede en la ONU y con “por lo menos mil millones de dólares anuales para empezar” y así fomentar la igualdad de sexos. ¿Qué nos apostamos a que no elegirán como presidente del organismo a un príncipe saudita?
En fin, no deberíamos ser demasiado exigentes con estos chicos. Tienen un trabajo difícil. Pensar no es un ejercicio apto para los débiles de corazón.