A los periodistas por lo general se les acusa de parcialidad. Raras son las veces que se aplican a sí mismos esa imputación. Pero los 35.000 miembros del Sindicato Nacional de Periodistas del Reino Unido (NUJ) ha hecho justamente eso. Llámelos parciales, llámelos poco profesionales. No podemos decir que no sean cándidos.
El NUJ ha declarado un boicot contra el sospechoso habitual: Israel. Exigen que Ud. sólo diga NO a las naranjas, limones y melones israelíes.
El NUJ no ha declardo un boicot contra Sudán a pesar de que el régimen de Jartum está cometiendo genocidio contra los musulmanes negros en Darfur. Tampoco han pedido un boicot contra los regímenes sirio o ruso que por regla general matan a sus críticos; ni contra los mulás iraníes que torturan periodistas; ni contra la Autoridad Palestina que es cómplice en el secuestro de corresponsales, ni contra los muchos regímenes de Oriente Medio que pisotean los derechos humanos constantemente. No, el NUJ fija como su objetivo al que es indiscutiblemente el más libre y más democrático país de Oriente Medio, la única nación en el mundo con vecinos tan hostiles que juran borrarla del mapa.
La explicación sencilla es el anti-israelismo – la forma más en boga de antisemitismo del siglo XXI. El NUJ no es tan cándido como para decirlo así. Más bien, su sindicato cita lo que llama “el salvaje, pre-planificado ataque al Líbano por Israel”.
Ud. podría pensar: Pero ¿no era que el conflicto del verano pasado empezó cuando Hizbolá disparó misiles desde el Líbano contra aldeas dentro de Israel? ¿No cruzaron los comandos de Hizbolá la frontera, entrando en Israel, matando a 3 soldados israelíes y secuestrando a 2 más (que hasta hoy siguen en captividad, privados de la mayoría de derechos básicos a los que los prisioneros de guerra tienen derecho)? ¿No fueron actos de guerra contra los que Israel tenía derecho a responder?
También podría Ud. preguntarse por qué el NUJ está tan alegremente despreocupado por el uso de civiles libaneses y, en algunos casos, de aldeas enteras, como escudos humanos a manos de Hizbolá. Aunque hubo poca cobertura de prensa durante la guerra del verano pasado, después del conflicto, Kim Howell, ministro de Exteriores del Reino Unido, investigó e informó a un comité parlamentario que Hizbolá había escondido alijos de armas en escuelas y mezquitas, y misiles en casas y bloques de apartamentos.
“Lo que vi allí plantea muchos interrogantes sobre la forma en que tratamos de definir lo que constituye un crimen de guerra” dijo Howell. “Cada vez que los israelíes respondían [a un ataque de misiles] y derribaban un edificio, cada foto de un niño quemado y cada foto de un edificio que había tenido inquilinos allí donde ahora sólo había escombros era propaganda a favor de Hizbolá”.
Propaganda que muchos periodistas estaban más que deseosos de distribuir globalmente (tal como lo documenta Marvin Kalb, alto miembro del Centro Joan Shorenstein para la Prensa, la Política y la Política Pública en la Universidad de Harvard, en un reciente informe: “La guerra Israel-Hizbolá de 2006: Los medios de comunicación como arma en el conflicto asimétrico”). Pero ése es justamente el lujo que la parcialidad puede darse: Uno puede ignorar los crímenes de guerra del bando propio mientras se tilda como “salvajes” los intentos de autodefensa del otro bando contra el que uno está predispuesto.
El periodista británico, Toby Harnden, que ha trabajado en Oriente Medio y que se opone a la iniciativa del NUJ, escribe en el Telegraph que el NUJ sufre de “una fijación infantil con causas izquierdistas de moda”, de las que el anti-israelismo es simplemente la más marcada.
Hace notar, por ejemplo, una moción del NUJ que “aplaude los avances hechos por el pueblo venezolano y su gobierno redistribuyendo la riqueza del país”desde que Hugo Chávez llegó al poder y convirtió a ese país en un bastión de antiamericanismo y en aliado de los gobernantes iraníes.
Irónicamente, incluso mientras el NUJ está atacando a Israel, Alan Johnston, corresponsal en Gaza de la BBC sigue de rehén (y podría haber sido asesinado) por militantes palestinos. O quizá no es irónico. El secuestro de Johnson, el rapto y las conversiones forzadas de Steve Centanni y Olaf Wiig, periodistas de la cadena de noticias Fox, la decapitación filmada de Daniel Pearl – éstas y otras atrocidades están intimidando a una larga lista de periodistas.
Con esto como trasfondo, quizá el boicot del NUJ contra Israel debería ser visto menos como parcialidad y más como una especie de tributo – un sacrificio de la integridad periodística con la esperanza de aplacar a los editores que más interesan, no ésos que tachan con tinta roja sino con cuchillos de carnicero, no ésos que producen paquetes informativos para las noticias de la tarde sino videos de asesinatos reales para difundir por Internet.
“El uso de los medios de comunicación como arma [tiene] un efecto paralelo a una batalla” declaró el comandante de Hizbolá Nabil Qaouk. Ayman al-Zawahiri de al Qaeda, ha comentado que más de la mitad de la guerra de los islamistas “se está desarrollando en el campo de batalla de los medios de comunicación”.
Que el Sindicato Nacional de Periodistas del Reino Unido haya abandonado ahora cualquier disimulo de equilibrio y neutralidad respecto al conflicto árabe-israelí debe ser una fuente de aliento para esos terroristas.