En 1917, la mayoría de rusos no eran bolchequives. Los bolcheviques eran minoría pero eran fanáticos y despiadados. Por eso se impusieron y durante la mayor parte del siglo XX, los rusos vivieron y murieron bajo la opresión comunista.
En 1933, la mayoría de alemanes no eran nazis. Los nazis eran minoría pero eran fanáticos y despiadados. Decenas de millones morirían antes de que el sueño de conquistar el mundo que tenía Hitler se desplomase.
Hoy no está claro que una mayoría de iraquíes quiera masacrar a otros iraquíes y hacer que Irak vuelva al despotismo. Pero una minoría fanática y despiadada sí quiere.
Esta minoría – en realidad dos minorías rivales, una sunní y otra chiíta – disfruta del apoyo de al Qaeda y del régimen que gobierna Irán. No es sorprendente. Lo que sí lo es: el hecho de que semejantes asesinos en masa no sean confrontados y ni siquiera condenados por la “comunidad internacional”. En su lugar, tanto en Oriente Medio como en Europa y hasta en Estados Unidos, la oposición y la condena se reparten en su completa medida hacia los que son renuentes a abandonar la lucha contra los asesinos en masa.
En una entrevista con Bret Stephens del Wall Street Journal, el parlamentario iraquí Mithal al-Alusi declinó hacer críticas contra los americanos que están a favor de abandonar a iraquíes como él. (Es un demócrata que ha pagado muy caro por sus creencias: 2 de sus hijos fueron tiroteados por terroristas ante sus propios ojos). Un debate sobre Irak, dijo Alusi, es algo que uno debería esperarse de un país libre como Estados Unidos. Es una expresión de los “valores” que todavía espera ver tomando cuerpo también en su país.
Según los datos que citó Stephens, Alusi no está solo. El Instituto de Investigación Social de la Universidad de Michigan encontró que entre 2004 y 2006 el número de iraquíes que apoyaba la idea de un estado islámico bajó del 30% al 22%. Mientras que los que estaban a favor de la separación de la religión y la política aumentó del 27% al 41%. En Bagdad, donde la violencia sectaria ha sido más frecuente, el número de personas que se ven primero como iraquíes y después como musulmanes se ha duplicado hasta un 60%. Y el porcentaje de iraquíes que dice que es “muy importante” que su nación sea una democracia ha aumentado del 59% al 65%.
Esto sugiere que ni los extremistas sunníes ni chiítas están ganándose la voluntad del pueblo. Pero nuevamente, puede que no necesiten esperar tanto, basta con poner cuchillos a la garganta y taladros eléctricos al cerebro.
Fareed Zakaria de la revista Newsweek está entre los que le echan la culpa de la violencia a Estados Unidos. “Nosotros les dimos una guerra civil” dice él. Eso pasa por alto tanto el demostrado poder de las minorías fanáticas y las antiguas enemistades étnico-religiosas que estaban constreñidas pero no vencidas durante las décadas en las que Irak estuvo bajo la bota de Saddam Hussein.
El columnista sindicado Charles Krauthammer también tiene razón cuando arguye que hay una diferencia entre “dar” una guerra civil y fracasar en la prevención de la misma.
Pero no estoy de acuerdo con Krauthammer – una circunstancia a la que no estoy acostumbrado – cuando escribe: “A los iraquíes se les dio su libertad y sin embargo muchos han escogido la guerra civil”. Sólo una pequeña minoría de iraquíes, creo yo, han tomado esa decisión. La mayoría simplemente no tiene ni idea de cómo defender las libertades que de pronto les han forzado a aceptar.
John Burns del New York Times, el mejor reportero cubriendo Irak, dijo recientemente a Tim Russert de la cadena televisiva NBC que aunque “los soldados americanos fueron recibidos como liberadores” inmediatamente después del derrocamiento de Saddam, el entusiasmo por la intervención se fue atenuando rápidamente una vez que estuvo claro que las fuerzas americanas no podían – o no protegerían – a los iraquíes de manos de los terroristas en su entorno.
Sí que habría sido maravilloso que los iraquíes se hubiesen organizado espontáneamente para su propia defensa. Pero ¿es tan asombroso que no lo hicieran? Burns dijo que los veteranos observadores de Irak “erraron completamente al calcular el impacto de 30 años de violenta represión brutal contra el pueblo iraquí y, en palabras del Presidente Bush, la voluntad de ese pueblo para “defenderse” solo, tomar el mando, arriesgarse... Irak era, de lejos exceptuando sólo a Corea del Norte, el lugar más horrendo en el que he estado. De verdad era un lugar terrible”.
Ahora, en un esfuerzo a la deseperada se está intentando eliminar a los terroristas en Bagdad para poder dar a la mayoría de iraquíes un espacio seguro para integrarse en oposición a una minoría fanática y despiadada que cree que puede allanar su camino al poder con matanzas y caos.
Hay amplios precedentes para creer esto último. Mithal al-Alusi y otros sólo pueden rezar para que los americanos encuentren la voluntad y la forma de ayudar a los iraquíes decentes, que creo son mayoría, a fraguar una excepción.