Según las encuestas y los expertos, los votantes entregarán las llaves de la Cámara de Representantes y posiblemente del Senado a los demócratas muy pronto. Menos fácil de predecir: Qué significará eso para la política exterior en general y para la guerra de Irak en particular.
Mi escenario optimista es que los demócratas, dados el poder, también asumirán la responsabilidad – y que la Casa Blanca abrirá sus puertas a aquellos deseosos de trabajar de forma bipartita para resolver los retos históricos a los que se enfrenta Estados Unidos.
Una persona clave podría ser el senador Joseph Lieberman. Sus convicciones sobre Irak le costaron las primarias del Partido Demócrata en Connecticut. Pero Lieberman ahora parece listo para llevarse la elección general presentando su candidatura como independiente contra un demócrata “insurgente” del ala izquierda y un republicano mediocre. Lieberman ha propuesto formar un “grupo de trabajo bipartito para Irak” en el Congreso a principios del próximo año.
Incluiría a altos miembros de los comités que supervisan la política exterior. Uno podría sugerir que también invite a algunos de los congresistas nuevos cuyas victorias habrán traído de vuelta del frío al Partido Demócrata. Muchos de estos políticos son de los “estados rojos” y han estado presentándose con plataformas bastante conservadoras. A pesar de haber sido críticos con el resultado de la guerra de la administración, podrían ser lo suficientemente sensatos como para entender que si Estados Unidos se hunde en Irak, no serán sólo el Capitán Bush y su tripulación los que se ahogarán.
Ahora, aquí está mi escenario pesimista: Que los demócratas del Congreso que acaben llevando las riendas sean aquellos preferidos por la base izquierdista y los blogs, como el representante John Murtha – que ha dicho que Estados Unidos es “más peligroso para la paz mundial que Irán o Corea del Norte” y el representante John Conyers que ha puesto muy claro que su agenda incluirá revocar leyes vitales de contraterrorismo (por ejemplo la Ley Patriot) y empezar con los procedimientos de impeachment contra el Presidente.
Entre otros demócratas tan inspiradores está el teniente general William E. Odom (Ret.) que hace una semana escribió en Los Angeles Times exhortando a una política de “salir corriendo” de Irak. Estados Unidos también debería dejar de lado su “resistencia al programa de armas nucleares de Irán”, escribía Odom. “Esto será tan desagradable para los líderes de Estados Unidos como salir corriendo, pero no deja de ser menos esencial”.
Hay una enorme brecha entre semejantes posiciones à la Petain y los objetivos de Bush por la “victoria” – definida como la transformación de Irak en un faro para Oriente Medio. Si los demócratas moderados ganan y buscan elementos en común con la Casa Blanca, su misión debería ser desarrollar políticas que puedan rescatar el máximo posible de la difícil situación en Irak, políticas que tengan una oportunidad de evitar lo que Lieberman ha definido como “derrota y desastre”.
Entre los resultados que necesitamos prevenir: al-Qaeda en Irak poniendo bases permanentes en regiones sunníes de la parte occidental; Irán controlando las regiones chiítas del sur; Saddam Hussein sacado de su celda y devuelto a sus palacios; los kurdos proamericanos bajo ataque de enemigos hostiles; terroristas islamistas militantes usando olas de atentados suicidas adicionales contra civiles inocentes para sacar a los americanos de Afganistán y también apoderarse de Jordania, Bangladesh y otros países. Además y a pesar de los extraños delirios de Odom, sería una catástrofe si los islamistas militantes del régimen iraní que patrocinan el terrorismo, son ricos en petróleo y febrilmente antiamericanos llegaran a obtener armas nucleares.
Ambos, demócratas y la Administración Bush se beneficiarían de trabajar de forma cooperativa y exitosa en estos temas. El apoyo bipartito haría más sencillo que el Presidente pudiese emprender iniciativas audaces y uniera al pueblo en apoyo de las mismas. Los demócratas tendrían una oportunidad de recuperar el prestigio del que gozaban en temas de seguridad nacional con presidentes como Roosevelt, Truman y Kennedy
Es sólo hace poco que los demócratas han logrado una reputación de irresponsables en temas de política exterior y defensa. En gran parte como resultado de la salida de Lyndon Johnson de la Oficina Oval en 1969 al regreso de la postguerra fría de Bill Clinton en 1992, sólo un demócrata ha sido presidente. sólo por un período y gracias a un escándalo republicano. La administración Carter, al responder de forma ineficaz a la revolución islámica en Irán, empañó aún más la marca de los demócratas en política exterior, un hecho que ha plagado a los candidatos demócratas por más de una generación.
Si en los próximos 2 años, los demócratas pueden restablecer sus credenciales de poder duro, sus oportunidades de reconquistar la la Casa Blanca en 2008 mejorarán marcadamente. Si fallan en lograr eso, su mejor esperanza es que los republicanos sigan prometiendo en exceso, rindiendo menos de lo prometido y que los cojan en escándalos y vergonzantes asuntos diversos (algo nada imposible).